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IBEROAMÉRICA

Venezuela: la institucionalización de la mentira

En Archipiélago Gulag, Alexander Soljenitsin se pregunta qué diferencia hay entre la maldad propia de figuras shakesperianas como Macbeth y Yago y la horrenda conducta de los verdugos que actuaban en los campos soviéticos de prisioneros.

En Archipiélago Gulag, Alexander Soljenitsin se pregunta qué diferencia hay entre la maldad propia de figuras shakesperianas como Macbeth y Yago y la horrenda conducta de los verdugos que actuaban en los campos soviéticos de prisioneros.
Alexander Soljenitsin.
El autor ruso no duda en afirmar: ¡la ideología!
He ahí lo que procura justificación a la maldad y una dureza prolongada al malvado. La teoría social que ayuda a éste a blanquear sus actos y a escuchar, en lugar de reproches, loas y honores. Los inquisidores encontraban el confort en el cristianismo; los conquistadores, en el engrandecimiento de la patria; los colonizadores, en la civilización; los nazis, en la raza; los jacobinos, en la igualdad, la fraternidad y la felicidad de las generaciones venideras.
En Macbeth, escribe Soljenitsin, Yago y otros malvados de su cuerda cuentan con justificaciones endebles, y la vergüenza acabó con ellos. Yago era un criminal de fantasía limitada, y unos pocos cadáveres agotaban su fortaleza. Eso le pasaba por carecer de ideología. Para hacer el mal a la manera de los sistemas totalitarios del siglo XX, los que se degradan deben concebir aquél como un bien, como una acción lógica, "con sentido". "Así es la naturaleza del hombre, que tiene que buscar justificación a sus hechos". Los malvados de Shakespeare no traspasan el umbral que separa a la vileza de la justificación de la misma mediante la ideología. Lo que caracteriza a los revolucionarios es su empeño por hallar justificación a todo mediante la ideología.
 
No pretendo comparar el Gulag soviético con lo que conocemos hasta ahora del socialismo del siglo XXI. Deseo argumentar, en primer lugar, que el propósito real de esta ideología no es proponer un programa de cambio concreto y positivo para Venezuela, sino justificar lo que se les antoje a un autócrata y a un régimen que actuarán de modo crecientemente arbitrario y sin estar sujetos a controles normativos. En segundo lugar, que el avance hacia un cada día más hondo abismo de inescrupulosidad política y ética se caracterizará por el aumento de la mentira y desembocará en la comisión de faltas aún más graves.
 
Hugo Chávez, luciendo una camiseta con la cabeza del Che estampada.Por último, aunque sería excesivo asimilar los personajes que gobiernan Venezuela con las figuras shakesperianas, pues carecen de la complejidad sicológica para ello, su maldad tampoco ha alcanzado aún la categoría criminal de sistemas totalitarios como el soviético o el cubano. No obstante, nuestros revolucionarios criollos no parecen entender que la dinámica de los acontecimientos les está empujando en una dirección muy peligrosa, pues la ideología socialista, tomada en serio, es la ideología del Gulag.
 
Soljenitsin atinó al poner el foco sobre la ideología como factor clave de la maldad moderna. La ideología socialista tiene la particularidad de ser considerada un instrumento de la justicia, por lo que cumple con mayor eficacia que el nazismo la tarea de justificar las tropelías de quienes la enarbolan. La mentira es síntoma inequívoco de su funcionamiento.
 
No hace mucho vimos a la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela afirmar que, ya que el socialismo es un concepto socioeconómico y la Constitución un documento jurídico, no es necesaria una Constituyente para sancionar un nuevo texto constitucional que decrete la República Socialista de Venezuela. Semejante disparate es producto no sólo de la ignorancia, sino de la voluntad de torcer la verdad para complacer al autócrata. Poco después, una ministra subió el precio de los alimentos, rindiéndose así a las fuerzas del mercado; pero al hacerlo aseveró que, en realidad, los estaba bajando. Finalmente, el ex vicepresidente Rangel, refiriéndose al poder casi absoluto del jefe del Estado, dijo que, por el contrario, Hugo Chávez representa el "antipoder".
 
Estos casos, tan reveladores como deleznables, ponen de manifiesto que el socialismo del siglo XXI está desempeñando su papel como cobertura ideológica para la institucionalización de la mentira. Es difícil que quienes nos gobiernan acepten la advertencia que me atreveré a hacerles, y jamás creerán que un miembro de la oposición pueda actuar sin mala voluntad hacia ellos. Aun así, les digo: "¡Deténganse a tiempo!". Durante ocho años, Venezuela ha experimentado severas turbulencias, pero ahora entramos a una etapa cualitativamente distinta, con el intento por parte del régimen de imponer la quimera socialista. Por ese camino, la maldad cambiará su carácter y el deslizamiento hacia el foso se acelerará. Todos sufriremos, pero el precio moral que pagarán los que se empeñan en jugar a la revolución será el mayor de todos.
 
 
© AIPE
 
ANÍBAL ROMERO, profesor de Teoría Política en la Universidad Metropolitana de Caracas.
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