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EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Varones jóvenes y poligamia

En Estados Unidos, las polémicas serias versan en estos momentos sobre la inmigración y la guerra de Irak, la situación allí y lo que se va descubriendo acerca de sus orígenes y la demostrada relación entre Sadam Husein y Al Qaeda.

En Estados Unidos, las polémicas serias versan en estos momentos sobre la inmigración y la guerra de Irak, la situación allí y lo que se va descubriendo acerca de sus orígenes y la demostrada relación entre Sadam Husein y Al Qaeda.
En la imagen, (parte de) una familia polígama.
Luego vienen las que llenan las páginas de opinión de algunos periódicos sesudos, como la que ha acompañado el cambio de opinión –¡tan oportuno!– de Francis Fukuyama sobre el derrocamiento de Sadam Husein, que el propio Fukuyama ha querido convertir en una polémica acerca de la posibilidad o no de democratizar países como Irak. Finalmente, han empezado a surgir otra clase de polémicas menos políticas pero tal vez por eso mismo más entretenidas.
 
Una ha saltado con ocasión de una película Failure to lunch. Es una comedia y trata una situación muy actual: la de un hombre joven que sigue viviendo en casa de sus padres a los 26 años, sin oficio, beneficio ni horizonte profesional. Las costumbres norteamericanas obligan a salir de casa de los padres al terminar el instituto, pero el protagonista hace lo que, por lo visto, empieza a resultar bastante común. Y es volver a casa para instalarse en lo que fue su habitación de niño una vez pasados unos años en la universidad y habiéndose gastado una fortuna –ahorrada por sus padres– en unos estudios superiores que no ha terminado.
 
La situación es bien conocida en España. En nombre de la lealtad y el cariño, las familias toleran que los "niños" se queden en casa hasta pasados los 30 años, de media. Se suele hablar de la vigencia de la familia en España. En realidad, la familia, que tenía entre sus objetivos formar personas adultas, se ha convertido en nuestro país en otra cosa, todavía por aclarar y tan corruptora o más que varios gobiernos juntos de ZP.
 
Dentro de algunos años, cuando los historiadores investiguen cómo una nación aceptó su voladura con tanta tranquilidad como lo están haciendo los españoles, habrán de recurrir a hipótesis sociológicas y culturales como éstas tanto, al menos, como a las políticas.
 
Lo que aquí ya es una tradición aceptada, justificada e incluso celebrada, en Estados Unidos resulta ser un fenómeno relativamente nuevo. Y lo más curioso es que afecta de forma distinta a los chicos que a las chicas. No es que las chicas no se queden en casa, pero lo hacen de otra manera: aprovechan ese tiempo para sacarse un título universitario o para ahorrar dinero y montar su negocio. Al cabo de unos pocos años, según los que han estudiado el asunto, la mayoría ha conseguido su objetivo. Los chicos, en cambio, vuelven a vivir a casa de sus padres porque carecen de cualquier proyecto de vida.
 
Así como las chicas llevan ya varios años superando a los chicos en los estudios universitarios, se descubre ahora que tienen un proyecto de vida del que ellos carecen.
 
Como los norteamericanos se toman estas cosas bastante en serio, ya han empezado a salir páginas web, como boysproject.net, para investigar las razones de lo que consideran, con razón, el síntoma de un desastre moral y un peligro serio para el futuro de la nación, sin contar el futuro de los padres de los susodichos.
 
***
 
La segunda polémica de costumbres que acaba de iniciarse tiene también su origen en la pantalla, está vez en una serie de televisión de HBO titulada Big Love. Cuenta la vida de una familia polígama de Utah compuesta de un varón y tres esposas. El semanario Newsweek le ha dado el eco conveniente, y la ACLU (Asociación Norteamericana de Libertades Civiles) ha hecho saber que defenderá la poligamia porque la considera un "derecho fundamental". Un grupo de mujeres de Utah fundado en 1998 y llamado Women's Religious Liberties Union ha pasado a la acción defendiendo su modo de vida.
 
Estas "esposas plurales", como se las llama y como a veces se llaman a sí mismas, afirman que el ataque a su forma de vida es una muestra de intolerancia hacia la libertad individual y hacia una tradición religiosa, moral y de costumbres perfectamente respetable. Total, que lo que durante mucho tiempo había sido un tabú, excepto para los mormones del estado de Utah, se ha convertido en objeto de polémica.
 
Se suele relacionar esta polémica con la surgida a raíz del matrimonio entre personas del mismo sexo. A las militantes gays, por lo menos a los civilizados, les suele sacar de quicio que se les relacione con la poligamia. Seguramente tienen razón cuando afirman que lo que ellos pretendían era que se subsanase la injusticia de que una persona homosexual recibiese un trato distinto de otra heterosexual en un asunto tan central en la vida como es el reconocimiento público del compromiso y del amor.
 
También dicen que ningún país en el que se tolera o se ha tolerado la poligamia ha sido nunca una democracia liberal. Al revés, a medida que se avanza hacia la igualdad ante la ley se deja atrás la poligamia, como es lógico o como lo parecía hasta ahora, por lo menos. Así como el reconocimiento público de la homosexualidad puede ser considerado un progreso, prohibida como ha estado durante casi toda la historia de la humanidad, la poligamia fue una forma familiar aceptada hasta que empezaron a instaurarse formas de respeto e igualdad basadas en las creencias cristianas y en el derecho romano. Estamos, por tanto, ante un vertiginoso salto atrás.
 
Hay quien argumenta que en los grupos sociales que practican la poligamia aumentan los varones solteros, y con ello la inestabilidad e incluso la violencia social, por lo que el experimento puede ser explosivo.
 
Ahora bien, se utilice el argumento que se utilice, no deja de ser cierto que, al haber tratado de cambiar la definición del matrimonio y de la familia, la polémica sobre el matrimonio gay acabaría trayendo aparejada, inevitablemente, la de la poligamia. Una vez aceptado que el matrimonio no es ya la unión tradicional entre un hombre y una mujer, es difícil ver en virtud de qué se puede negar alguna clase de estatus jurídico a la unión voluntaria de tres o más hombres o mujeres, o cualquier otra clase de combinación.
 
También es verdad, finalmente, que en los últimos cuarenta años el auténtico ataque a la familia no ha venido ni de los partidarios del matrimonio gay ni de este brote a favor de la poligamia, de mayor calado en los países europeos, donde la poligamia en comunidades musulmanas se está tolerando de hecho. Viene fundamentalmente de los heterosexuales que se niegan a asumir compromisos de por vida, han abierto la puerta al divorcio rápido y a la familia llamada monoparental y se niegan a asumir las responsabilidades que les corresponden con respecto a sus propios hijos.
 
Es posible que quienes tengan que replantearse seriamente algunas cosas sean sobre todo muchos de los que dicen defender la familia. En Estados Unidos tanto como en España.
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