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COLOMBIA

Un coronel en el laberinto de la impunidad

Buscaban maliciosamente una cabeza para cortar, y el coronel Alfonso Plazas Vega era una presa fácil: aguerrido, tropero –como le dicen a los militares recios en Colombia– e impulsivo.

Buscaban maliciosamente una cabeza para cortar, y el coronel Alfonso Plazas Vega era una presa fácil: aguerrido, tropero –como le dicen a los militares recios en Colombia– e impulsivo.
Alfonso Plazas Vega.
Se hizo famoso en noviembre de 1985, cuando clamó ante reporteros la frase: "Aquí, defendiendo la democracia, maestro". Fue su respuesta al ser abordado por la prensa afuera del Palacio de Justicia de Bogotá, en plena recuperación militar del edificio por parte del ejército. Había sido asaltado por un comando de 35 rebeldes del Movimiento 19 de Abril (M19).

En dos días de combate murieron más de 100 personas, entre magistrados de la corte suprema, jueces, policías, soldados y asaltantes. El de quién fue el responsable de la masacre ha sido un tema de polémica por más de dos décadas.

Algunos argumentan que los soldados arrasaron con todo, matando e incendiando el lugar para ocultar pruebas de matanzas militares y asociaciones delictivas de algunos de ellos. Otros, en cambio, dicen que el M19 le hacía un trabajo a Pablo Escobar de quemar evidencias contra el Cártel de Medellín.

No por la recuperación en sí del Palacio de Justicia fue encarcelado el coronel Plazas casi 22 años después, en julio de 2007. Lo acusan de la desaparición de 11 personas, entre guerrilleros y civiles, las cuales fueron sacadas vivas del edificio y llevadas a otro lugar para su tortura y posterior asesinato. Junto a Plazas, otros 7 militares están siendo juzgados. Contra algunos de ellos quizás la justicia halle pruebas válidas.

Pero ¿en qué momento el coronel Plazas habría martirizado y desaparecido a los civiles y subversivos, si estaba en medio de ráfagas de fusil, granadas y bombazos?

Aunque este oficial en ese tiempo se desempeñaba como comandante de la Escuela de Artillería y coordinó las operaciones militares, él no estaba a cargo de las actividades de inteligencia, y mucho menos podría haber conocido lo que hacían sus colegas.

Plazas es sólo un chivo expiatorio. Lo que intentan es que señale a los verdaderos responsables. Pero es posible que ni siquiera sepa quiénes fueron.

La compartimentación de la información no hubiera permitido a un oficial uniformado y en acción como Plazas saber qué hacían los integrantes de un grupúsculo encubierto llamado La Gerencia, que desde entonces ejecuta acciones sombrías, sin código penal, refugiado en los cuarteles.

Lo quieren descabezar para mostrar un trofeo; porque hay quienes intentan proteger a los culpables directos, quienes eran miembros de esa unidad clandestina, La Gerencia, que operaba en el batallón de Inteligencia Charry Solano (Brigada 20).

Si lo que pretenden es buscar una justicia tardía, que también lleven a juicio a los rebeldes que cometieron el delito de terrorismo; algunos de los cuales hoy ocupan una curul en el Congreso y cargos del gobierno.

Humillarlo, sojuzgarlo en la picota pública y tratarlo como un criminal antes de que se dicte sentencia es malo para la justicia y las instituciones colombianas, y además es desmoralizante para los soldados que combaten en la selva. Esta ignominia mediática ha llevado al coronel a un estado anímico al borde de la locura.

Él es otra víctima de las continuas encerronas en el laberinto de la impunidad que cobija la violencia de mi país desde tiempos inmemoriales.


© AIPE

RAÚL BENOIT, corresponsal internacional de Univisión.
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