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BOLIVIA

Sin tregua contra la dictadura

En una jugada demasiado inteligente como para que haya salido de su caletre, Evo Morales ha propuesto a los prefectos (gobernadores) de la oposición que, de la misma manera que él ha decidido someter su mandato a referendo, ellos hagan lo propio.

Si Morales no estuviese seguro de ganar, no habría lanzado tal propuesta. El presidente aspirante a Monarca Incaico tiene armado el fraude electoral más perfecto que se haya efectuado jamás en Bolivia. Desde que asumió el poder, sus partidarios han venido trabajando en ello día y noche, confeccionando listas de inexistentes votantes, resucitando muertos y fabricando partidas de nacimiento y documentos de identidad irregulares. Además, el régimen de Morales ha importado miles de cubanos y venezolanos, a los que ha otorgado la nacionalidad boliviana, lo cual les permite votar y ejercer como jueces. Por cierto, estos nuevos bolivianos han ayudado a poner en pie la gigantesca trampa del referendo, del que la ciudadanía no podrá escapar. Y si aun así surgen problemas que puedan resolverse con dinero, los bolivarianos cuentan con inacabables fondos para sobornos.
 
Si se llega al referendo, los bolivianos quedarán sin representatividad, sin poder, sin opciones jurídicas para hacer frente a la dictadura legalizada.
 
Hugo Chávez, después de su referéndum, demoró más de siete horas en aceptar su derrota porque no tuvo forma de esconder la avalancha de votos en su contra, lo que no le permitió modificar las cifras finales en su beneficio. Y eso que el sistema utilizado para el escrutinio era computarizado, lo que permite ver los guarismos al instante. De haber sido una votación limpia, los resultados se hubiesen conocido inmediatamente y hubieran rondado el 70-30 a favor de los detractores de Chávez.
 
En Bolivia, Morales todavía goza de mayor apoyo que el venezolano, y la falsificación electoral está mejor elaborada, de manera que si los gobernadores piensan que tienen posibilidades de triunfar es que no están percibiendo la realidad.
 
Hay quienes todavía no entienden cómo funciona el socialismo del siglo XXI. El método consiste en usar la democracia para manipular el Estado liberal e imponer la tiranía comunista con el beneplácito, supuestamente, del pueblo. En otras palabras, se trata de servirse de la democracia para acabar con ella. Desde todo punto de vista, ya sea filosófico, político, jurídico o ético, es algo que no puede permitirse, ya que quien lo intenta está violando la esencia misma del sistema, lo que automáticamente le descalifica para gobernar y simultáneamente habilita a la población a rebelarse contra la imposición autoritaria.
 
La falta de destreza política de los principales líderes de la oposición boliviana no deja de asombrar. Así, se brindaron a la convocatoria de una Asamblea Constituyente, cuando todo aquel que tuviera dos dedos de frente sabía que iba a terminar en los conflictos que hoy son noticia, y, dos años después, cuando comprendieron la estupidez que habían cometido, en vez de frenar la aceptación del documento se ausentaron del foro, con lo que permitieron a Morales aprobar arbitrariamente su Constitución marxista-indigenista. Se trata del mismo error que cometió la oposición a Chávez al no presentarse a las últimas presidenciales venezolanas.
 
Afortunadamente, los dirigentes cívicos y los prefectos continúan motivando activas presiones populares. Cabe destacar la huelga pacífica de hambre que han convocado, aunque al Gobierno no le importaría que murieran todos los huelguistas.
 
Apoyar el referendo planteado por Morales, que ha sido la decisión inicial de los prefectos, equivaldría a arrojar un salvavidas a un ahogado después de haber hecho todo lo posible por hundirlo y, además, pondría en riesgo la libertad y la vida misma de los bolivianos. En cambio, sería un gran acierto no aceptar tregua alguna, ni siquiera durante las fiestas navideñas, y mantener la desobediencia civil hasta lograr la renuncia del represivo dictador.
 
 
© AIPE
 
JOSÉ BRECHNER, periodista y ex diputado boliviano.
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