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ALEMANIA

Se perfila una gran coalición CDU-SPD

Según las encuestas más recientes, el SPD (Partido Socialista Alemán) sigue subiendo en intención de voto; la percepción de los electores se ha visto claramente influida por el duelo televisivo del pasado día 4, del que Schröder salió claro vencedor. La CDU (Unión Cristiano Demócrata) se mantiene por encima de la marca del 40%. ¿Conseguirá aguantar hasta el 18 de septiembre? 

Según las encuestas más recientes, el SPD (Partido Socialista Alemán) sigue subiendo en intención de voto; la percepción de los electores se ha visto claramente influida por el duelo televisivo del pasado día 4, del que Schröder salió claro vencedor. La CDU (Unión Cristiano Demócrata) se mantiene por encima de la marca del 40%. ¿Conseguirá aguantar hasta el 18 de septiembre? 
Ángela Merkel y Gerhard Schröder, candidatos a la Cancillería.
Todo parece indicar que la Unión ha alcanzado su techo de votos pronosticables, mientras que el todavía "partido del pueblo", el SPD, aún dispone de margen de crecimiento por encima del 30%.
 
En estas elecciones los alemanes toman ciertamente una de las decisiones más importantes de su historia reciente. Pero no decidirán entre las coaliciones rojo-verde (SPD-Verdes) y negro-amarilla (CDU-Liberales), sino entre un Gobierno fuerte y un Gobierno de compromiso en base a mínimos de entendimiento. Tras la negativa oficial de los liberales a formar coalición con SPD y Verdes y la más que remota posibilidad de ver en un Gobierno a Schröder y Lafontaine (líder de la nueva coalición de izquierdas) juntos, ese compromiso de mínimos sólo puede alcanzarse mediante una gran coalición entre CDU y SPD. 
 
Una gran coalición en la que el SPD debería frenar a la CDU  por puro instinto de supervivencia. Una CDU que, sin duda, se dejaría frenar en más de un punto de su propio programa. Ésa sería la principal diferencia con relación a la gran coalición de salvación nacional de 1966: la falta de verdadera intención política de sacar el país juntos del agujero negro en que se encuentra.
 
Un "matrimonio de compromiso" entre SPD y CDU no será capaz de generar verdaderas reformas como las que hoy necesita el país. Dudo mucho de que se alcanzasen acuerdos realmente comprometedores en materias como el "sistema social" o la "política fiscal". Lo más probable es que no retirasen la Agenda 2010, con sus virtudes y defectos. Así, la reforma del mercado laboral emprendida con el plan Hartz IV– no olvidemos que es fruto del consenso entre las dos fuerzas políticas– seguirá vigente. Nuevos cambios en la legislación para ablandar las condiciones de los despidos o de los convenios colectivos son impensables al lado del SPD.
 
NO ME LLORES, YO HE VOTADO A LA CDU, dice esta pegatina.La CDU sí podría contar con los socialistas para subir el IVA a cambio de reducir los costes laborales. Tampoco encontrarán problemas a la hora de reducir el impuesto de sociedades. Juntos se dedicarán a buscar los llamados "agujeros fiscales". Pero ya casi podemos adelantar el resultado: reducción de las ventajas fiscales para trabajadores que han de desplazarse a su lugar de trabajo. Como contrapartida, ofrecerán una ligera disminución en el impuesto sobre las rentas medias y bajas. Ni que decir tiene que confiar en una simplificación del sistema fiscal sería poco menos que utópico (algo que los alemanes sí esperan de unos y otros, pero donde los proyectos de CDU y SPD son absolutamente incompatibles).
 
Mayor incompatibilidad, si cabe, la encontramos en los proyectos de política sanitaria. El SPD aboga por un "Seguro del Ciudadano"; la CDU quiere financiar la sanidad mediante cuotas fijas, baratas e iguales para todos, independientemente del nivel de ingresos. Un compromiso entre estas dos posturas no se me antoja realista. Lo más probable es que se pongan de acuerdo en dar un lavado de cara a la última reforma sanitaria, producto del consenso entre ambos partidos. En otras palabras: más carga sobre los asegurados y los pacientes.
 
En cuanto al sistema de pensiones, las medidas impopulares estarán a la orden del día. En otras palabras: las pensiones no subirán en los niveles de IPC y se producirá un aumento de los costes del seguro de pensiones. No debemos descartar la posibilidad del recurso a la solución fácil: trasvase de fondos de las arcas del Estado en favor de las cajas de pensiones, lo que llevaría a un aumento de la deuda pública.
 
La reforma del sistema federal tendrá que esperar. Al menos en su versión más seria. SPD y CDU sólo están de acuerdo en la necesidad de la misma y en evitar el bloqueo mutuo a que se someten continuamente Bundestag (equivalente a la Cámara Baja) y Bundesrat (cámara de los estados federales). La visión centralizadora del SPD choca en no pocos puntos con las propuestas más federalistas del CDU.

Nadie duda de que, en caso de coalición, Ángela  Merkel será la canciller. El SPD se daría por contento con media docena de ministros. Más difícil es pronosticar quién sería vicecanciller: si para el SPD lo importante es involucrarse en el nuevo Gobierno pero manteniendo posiciones progresistas (no olvidemos la presión que ejercería desde la izquierda Lafontaine), la elección perfecta sería Franz Müntefering; pero si el SPD piensa desde el primer momento en los próximos comicios la elección de Peer Steinbrück se antoja la más acertada, pues él es quien asumiría probablemente el papel de candidato a la Cancillería.
 
De los actuales ministros socialistas, tanto Otto Schily (Interior) como Peter Struck (Defensa) son considerados como aceptables por la CDU, e "indispensables" para el SPD. La CDU se reservaría los ministerios de Hacienda y Economía, ganando así protagonismo en las reformas de peso. Un ministrable para este campo sería Peter Mueller, bien visto en el  SPD. ¿Y Gerhard Schröder? Ya dejó bien claro que él sólo trabaja para sí mismo.
 
Existe una profunda división dentro del SPD a la hora de valorar una posible gran coalición. Unos dicen que el partido se romperá si se participa con la CDU en el Gobierno; otros, que la ruptura llegará si no se hace. Los representantes de la primera teoría destacan la impaciencia y mal disimulada desaprobación con que amplios sectores del partido asistían a las reformas de Schröder. Una gran coalición bajo Ángela Merkel significaría inevitablemente una política continuista, pero esta vez no bajo un canciller de casa, sino conservador, con un final ciertamente más alejado de la socialdemocracia. Buena parte del partido se rebelaría antes o después ante tal situación, arriesgando la ruptura del mismo.
 
Ángela Merkel.Los representantes de la segunda teoría destacan, no obstante, que la participación en el poder disciplina a los camaradas. Esta disciplina debe impedir el corrimiento a posturas más propias del partido de Lafontaine. El problema aquí lo representan las corrientes reformistas en el SPD, que jamás aceptarían una disciplina bajo premisas centristas, con lo que también existe el riesgo de división en el partido.
 
Desde el punto de vista de la CDU, el peor resultado posible no sería la victoria de una colación rojo-rojo-verde (según las encuestas, una coalicion como la actual, SPD-Verdes, es absolutamente imposible), sino una gran coalición. El Consejo Federal (Presidium) lo tiene muy claro: con un SPD que hace tiempo decidió abandonar la Agenda 2010 no es posible llevar adelante reforma alguna. Esta es la razón por la que la CDU sigue apostando por un Gobierno de coalición con los liberales como único resultado aceptable. Sin embargo, tal y como están los sondeos, y de no alcanzar la mayoría con el FDP, no podrá negarse a una alianza con el SPD. Ángela Merkel se convertiría en Bundeskanzlerin. Y permanecería también en un futuro próximo como número uno en la CDU, ya que nadie en el partido le hace responsable de los errores cometidos hasta hoy durante la campaña electoral.
 
Los pesos pesados del partido no creen que una gran coalición durase cuatro años. Consideran que un gobierno CDU-SPD no sería capaz de llevar adelante las reformas necesarias para recuperar la economía y disminuir efectivamente el paro. La coalición de izquierdas en torno a Lafontaine y Gysi sometería al SPD en el Parlamento a tal presión que forzaría la ruptura de la coalición y la convocatoria de nuevas elecciones. Tal perspectiva tendría un claro ganador, el fuerte en la coalición: la CDU.
 
Este escenario prevé dos claros perdedores: Joska Fischer y Guido Westerwelle, líder del FDP. Fischer volvería a la gris labor de parlamentario. Sólo Schröder le echará de menos. Westerwelle recibiría reproches desde las filas de la CDU, por no haber logrado movilizar el 8-10% de los votos que necesitan los conservadores para gobernar, mientras que los propios liberales se replantearían la idoneidad de su número uno.
 
El próximo domingo se decide el futuro político de Westerwelle y la idoneidad de la línea seguida hasta la fecha por el partido liberal. En el seno del FDP no falta quien cree que el futuro de pasa por una vuelta a las raíces liberales y un distanciamiento de las políticas más conservadoras, propias de una formación demasiado acostumbrada a gobernar sólo como la hermana pequeña de la CDU.
 
 
Luis I. Gómez Fernández, editor de la bitácora Desde el exilio (afiliada a Red Liberal), reside en Alemania desde 1988.
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