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EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Resistencia y contraataque

La ofensiva progresista para impedir la democratización de Irak y contribuir a la victoria de los terroristas islamistas se ha desarrollado en las últimas semanas en tres frentes. El primero es el escándalo escenificado en los medios de comunicación, tradicionales o no, acerca de la práctica de torturas por parte del ejército norteamericano.

La ofensiva progresista para impedir la democratización de Irak y contribuir a la victoria de los terroristas islamistas se ha desarrollado en las últimas semanas en tres frentes. El primero es el escándalo escenificado en los medios de comunicación, tradicionales o no, acerca de la práctica de torturas por parte del ejército norteamericano.
El senador republicano John Mccain.
Políticamente, el asunto se complicó con el apoyo aplastante (90 contra 9) del Senado norteamericano a una propuesta para la prohibición de cualquier práctica de tortura, patrocinada por el republicano John McCain. Sin duda, no era éste el efecto perseguido por McCain, pero lo que ha quedado es la impresión de que la legislación vigente permite el recurso a la tortura.
 
El segundo frente de ataque ha venido propiciado por la investigación sobre la filtración del nombre de Valerie Plame a la prensa. Como han demostrado las declaraciones posteriores de Bob Woodward, en las que afirmaba que él también conocía el asunto, la investigación del fiscal especial Fitzgerald fue más chapucera aún que la filtración. Pero eso es lo de menos. Lo que se quiere es dar la impresión de que la Administración Bush mintió en cuanto a los motivos para intervenir en Irak. Y que además intentó jugar sucio con quienes negaban la existencia de armas de destrucción masiva.
 
Sadam Husein.Mucho antes de la liberación de Irak, nadie –absolutamente nadie– dudaba de que Sadam Husein tuviera o intentara tener armas de destrucción masiva. Quienes entonces decían una cosa ahora dicen otra distinta. Eso sí, no quieren que nos preguntemos por qué niegan ahora lo que entonces afirmaban. Lo que pretenden es desacreditar a quienes sostenían entonces y seguimos sosteniendo hoy que esa sospecha, después del 11S, era motivo suficiente para intentar una nueva política que requiere la desaparición de regímenes como los de Sadam Husein y la democratización de los países árabes musulmanes.
 
El tercer frente consiste en proponer un calendario para la retirada de las tropas de Irak. Nunca se ha visto que un ejército anuncie que se va a retirar, así como los plazos en que va a hacerlo… a menos que se declare derrotado. Como la mayoría del Partido Demócrata lo sabe, la táctica elegida fue un poco más tortuosa. El demócrata John Murtha presentó hace poco tiempo en la Cámara de Representantes una propuesta con un calendario para la retirada en los próximos seis meses, dejando en la zona una "fuerza de reacción rápida" y proponiendo que Estados Unidos intensificara la acción diplomática. Era una forma suave de decir que Estados Unidos y los aliados deben dejar a los iraquíes en manos de Al Zarqaui y sus amigos de Al Qaeda. Los demócratas, en términos más sibilinos, proponían que Estados Unidos hiciera lo mismo que el Gobierno de Zapatero hizo en Irak y está haciendo ahora en España con el terrorismo: rendirse.
 
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Los demócratas están envalentonados con la caída de la popularidad de Bush. Se han lanzado sin calcular que la ofensiva podía ser contraproducente. Pero es lo que ha ocurrido.
 
En respuesta al plan de Murtha, el republicano Duncan Hunter planteó una propuesta muy sencilla: la retirada de las tropas norteamericanas de Irak. Resultado: el Congreso la rechazó por 403 votos contra tres. ¿Puro teatro? No. Lo que la votación demostró es que los demócratas, por mucho que estén dispuestos a utilizar contra Bush asuntos como la democratización de Irak, la guerra contra el terrorismo y las bajas norteamericanas (las de los civiles iraquíes no parecen importarles mucho), no se atreven a franquearse del todo. Aunque tenga dudas, la opinión pública norteamericana no está todavía dispuesta a aceptar una nueva derrota como la de Vietnam. Además, el Partido Republicano apareció por primera vez en mucho tiempo unido, incluso dispuesto a llevar a cabo una política propia.
 
Richard Cheney.Después de la propuesta de John Murtha, la mayoría republicana se ha decidido a empezar a introducir un recorte de 50.000 millones de dólares en el gasto público. Que haya sido necesario que los republicanos se vieran contra las cuerdas para comprender por qué son mayoría, como ha dicho el periodista Brendan Miniter, no habla muy bien de ellos. Pero, en fin, más vale tarde que nunca.
 
También la Casa Blanca ha reaccionado con varios discursos del propio Bush e intervenciones importantes de Dick Cheney en defensa de la democratización de Irak y de la permanencia de las tropas norteamericanas y aliadas allí. Los mensajes han sido claros e inequívocos. Se nota, aun así, que la Administración Bush está tocada. No basta con afirmar que Estados Unidos va a seguir en Irak hasta la victoria. Lo que la Casa Blanca no dice todavía, pero tendrá que empezar a decir en algún momento, es que Estados Unidos está ganando la guerra contra el terrorismo, y que la está ganando en Irak. Los terroristas no han impedido las elecciones, ni el proceso constitucional, ni la mejora en la vida del conjunto de los iraquíes. No han conseguido provocar una guerra civil. La victoria en ciernes está cambiando ya el marco político y cultural de los países árabes musulmanes, por mucho que los progresistas se empeñen en negarlo.
 
Finalmente, en cuanto a la prohibición de las torturas, hay un dato muy significativo. Más aún que los rotundos desmentidos de la propia Administración y del Ejército; más aún que las investigaciones que se han abierto sobre posibles casos puntuales, lo interesante es que la propuesta de McCain no ha llegado a la Cámara de Representantes, donde el Partido Republicano tiene una mayoría más holgada que en el Senado. Se puede argumentar, como ha hecho McCain, que su propuesta es una cláusula de seguridad y que mejorará la imagen de Estados Unidos. Quizás la Casa Blanca acabe cediendo, pero por ahora ha plantado cara a McCain.
 
No es poco, tal como están las cosas en Washington y dado el prestigio de que disfruta hoy el senador y presidenciable republicano.
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