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ECUADOR

Rafael Correa, ¿virtuoso o cínico?

Desde que inició su carrera política, la imagen del presidente ecuatoriano ha sido la de un gobernante con convicciones (socialistas, eso sí), agallas, honestidad y patriotismo, cualidades que le han permitido mantener su popularidad por encima del 60%. Sin embargo, un porcentaje cada vez mayor de ecuatorianos duda de si las virtudes que adornan a Correa no serán, más bien, mera retórica romántica y una pantalla acaparar más y poder.

Desde que inició su carrera política, la imagen del presidente ecuatoriano ha sido la de un gobernante con convicciones (socialistas, eso sí), agallas, honestidad y patriotismo, cualidades que le han permitido mantener su popularidad por encima del 60%. Sin embargo, un porcentaje cada vez mayor de ecuatorianos duda de si las virtudes que adornan a Correa no serán, más bien, mera retórica romántica y una pantalla acaparar más y poder.
Rafael Correa.
No cabe duda de que Rafael Correa es un socialista convencido: su tesis doctoral y sus publicaciones dan fe de sus profundas ideas de izquierda. El énfasis que pone en sus discursos a la hora de hablar de los males del capitalismo y la "apertura boba", así como sus denodados esfuerzos por aumentar la intervención estatal, son claras señales de sus convicciones. Todo ello le hace ganar muchos adeptos en un país con grandes desigualdades económicas y donde durante más de medio siglo se ha venido predicando la redistribución de la riqueza como el sine qua non de las políticas gubernamentales.
 
Otro rasgo de Correa que gusta a las masas es su personalidad pendenciera. Sus ataques verbales contra la partidocracia, las empresas extranjeras o el Gobierno de Colombia se perciben como signos de valentía. El "Dale Correa" le dio resultados en la campaña y le sigue rindiendo frutos. Tampoco se duda de su honestidad, en el sentido de que no hay indicios de que haya incurrido en enriquecimiento ilícito.
 
En su conflicto con el mandatario colombiano muchos ven una defensa de los intereses patrios, y tanto su discurso contra EEUU como las acusaciones que lo vinculan a las FARC, en lugar de producir rechazo, alegran el corazón a numerosas personas.
 
No obstante, una mayoría de los columnistas de la prensa escrita viene anotando que estamos asistiendo a un engaño. Comenzando por el eslogan "La patria ya es de todos", las acciones del Gobierno son manipulaciones con el exclusivo propósito de concentrar el poder. Manifestaciones que, por cierto, poco tienen de izquierda, pues se negocia con maestros, choferes, militares, policías, alcaldes, panaderos, agricultores... No se trata de implantar un sistema socialista, sino de mantener y ampliar la base electoral del oficialismo.
 
No se puede hablar de honestidad cuando se firman contratos sin licitación o se declaran más de diez emergencias sin que nadie responda por sus resultados. Luego, claro, llega la presidente de Argentina para festejar el inicio de uno de los proyectos hidroeléctricos más grandes de Sudamérica y no hay estudios actualizados de costos y beneficios, ni se sabe si la compañía argentina tiene experiencia en este tipo de empresas.
 
También se advierte que el conflicto con Colombia no es patriota, sino patriotero. Se rompieron las relaciones con el Gobierno de Uribe por una invasión que no tenía por objeto atacar a ecuatorianos, sino a conocidos terroristas. (Por cierto, cuando hubo una verdadera guerra con el Perú, las relaciones se mantuvieron). El amor a la patria no significa rasgarse las vestiduras, sino hacerse respetar mediante el mantenimiento de posiciones sobrias, mesuradas y dispuestas al diálogo.
 
Aunque la lista de las mentiras que se repiten para convertirlas en realidad sigue creciendo, se va evidenciando el cinismo del Gobierno. Es altamente probable que la desaprobación popular a la Asamblea Constituyente pronto alcance a Correa, que hasta el momento parecía revestido de teflón.
 
 
© AIPE
 
FRANKLIN LÓPEZ BUENAÑO, profesor de Economía en la Universida de Tulane(Nueva Orleans).
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