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ESTADOS UNIDOS

Quo vadis, Obama?

La última sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas fue un recordatorio (por otra parte innecesario) de hasta qué punto este organismo se ha transformado en una plataforma global para la puesta en escena de las más absurdas y extremas posturas por parte de los líderes mundiales más estrafalarios.

La última sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas fue un recordatorio (por otra parte innecesario) de hasta qué punto este organismo se ha transformado en una plataforma global para la puesta en escena de las más absurdas y extremas posturas por parte de los líderes mundiales más estrafalarios.
El coronel libio Muamar Gadafi dio la nota inicial con un discurso de una hora y media repleto de desvaríos, "desde los complots para matar a John F. Kennedy y Martin Luther King hasta la supuesta conspiración farmacéutica [responsable de la pandemia] de gripe A", según relató un cronista desde Nueva York. El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, tuvo la oportunidad de difundir su propia versión aggiornada de los Protocolos de los Sabios de Sión y, así, declaró: "Ya no es aceptable que una pequeña minoría que domina la política, la economía y la cultura de las partes más importantes del mundo (...) e impone una nueva forma de esclavitud dañe la reputación de otras naciones (...) para alcanzar sus objetivos racistas". Por su parte, el líder venezolano Hugo Chávez usó el podio para proclamar: "El imperialismo debe acabar (...) El socialismo es el camino a la salvación de este planeta"; tampoco se privó de lanzar su bromita: "No me vaya a lanzar un zapato alguien aquí". La ONU, pues, en todo su esplendor.

Fuera del ámbito de este foro multilateral, las cosas no parecían lucir menos incoherentes. Unos días antes del inicio de la megareunión onusina, Zbigniew Brzezinski, quien fuera asesor de seguridad nacional de Jimmy Carter y consejero de Barack Obama durante la campaña electoral, sugirió durante una entrevista que Estados Unidos debería derribar aviones israelíes si éstos cruzaran el espacio aéreo iraquí en ruta a Irán sin la debida autorización. "¿Qué pasaría si, de todos modos, lo sobrevolaran?", preguntó el periodista del website Daily Beast. "Bueno, debemos ser serios en cuanto a negarles ese derecho –respondió Brzezinski–. Si vuelan, uno sube y los confronta". El comentarista James Taranto vio en esta aseveración una reductio ad absurdum de la política exterior de Obama: "La Administración se ha esforzado por ser conciliadora para con los enemigos y los adversarios (Irán, Corea del Norte, Rusia), mientras que ha adoptado una línea dura con los aliados (Israel, la República Checa, Polonia, Honduras, posiblemente Afganistán). Pero ni siquiera ella ha atacado militarmente a un aliado para proteger a un enemigo".

Efectivamente: por fortuna, todavía no se ha dado ese caso. Sea como fuere, lo cierto es que el presidente estadounidense ha tensado la relación con varios aliados de Washington en un breve período de tiempo. Ha tenido roces con Colombia por el Tratado de Libre Comercio, con México y Canadá por cuestiones comerciales, con Israel por los asentamientos, con Japón por Pyongyang, y con Honduras por el meollo Zelaya. En este contexto de desavenencias, la decisión de Obama de cancelar el programa misilístico defensivo de la era Bush en Polonia y la República Checa posiblemente haya sido la más gravemente desacertada y potencialmente dañina de las que ha adoptado.

Obama.Con un notable espíritu chamberlainiano, Praga y Varsovia fueron traicionadas nuevamente, esta vez por Washington, para apaciguar a Moscú. Ello ocurrió en coincidencia con el 70 aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial (invasión alemana de Polonia en septiembre de 1939, luego del Pacto de Múnich de 1938, que abandonó Praga a los designios hitlerianos), el mismo día en el cual, setenta años atrás, la Unión Soviética invadió Polonia luego de la firma del pacto Molotov-Ribbentrop. Nadie está sugiriendo que la referencia histórica sea prístina, pero ciertamente no está fuera de lugar.

La Casa Blanca justificó el cambio alegando, entre otras cosas, que los últimos datos de inteligencia demuestran que Teherán no tiene sus capacidades misilísticas de largo alcance tan desarrolladas como se creía; una apreciación difícil de conciliar con el lanzamiento exitoso por parte de Irán, el pasado mes de mayo, de un misil Sejil, con un alcance estimado de 1.560 millas, suficiente para enviar una bomba de una tonelada a Varsovia, según ha informado The Wall Street Journal. Aunque Washington negó que la decisión fuera parte de un quid pro quo con Moscú por la cuestión iraní, inmediatamente el presidente ruso, Dimitri Medvedev, afirmó: "Nuestra tarea es mantener un sistema de incentivos que permita a Irán usar energía nuclear pacífica, pero no permitiremos la creación de armas nucleares".

Si se mantiene en el tiempo, bienvenida sea la nueva postura rusa sobre Irán. Pero, como Mark Helprin ha observado, el haber concedido a Moscú poder de veto sobre las decisiones defensivas norteamericanas seguramente tendrá repercusiones no previstas a fecha de hoy. Por otro lado, conviene recordar que China sigue teniendo poder de veto en el Consejo de Seguridad, y que su ministro de Relaciones Exteriores afirmó, después de conocida la decisión norteamericana: "Creemos que ni las sanciones ni las presiones son el camino para resolver problemas y no condicen con los esfuerzos diplomáticos actuales sobre el tema nuclear de Irán".

A los pocos días, el 24 de septiembre, el Consejo de Seguridad adoptó una resolución sobre armamento nuclear en la cual Moscú y Pekín consiguieron que no se mencionara explícitamente a Irán y Corea del Norte, como quería Francia. Al día siguiente, Teherán reveló la existencia de una nueva planta de enriquecimiento de uranio en su territorio. La semana previa, el Organismo Internacional par la Energía Atómica había adoptado una resolución que pedía a Israel le permitiera controlar su programa nuclear. Ese "triunfo", ese "momento glorioso" para Irán, fue posible gracias a una iniciativa árabe y a los votos de Rusia, China y varias naciones subdesarrolladas.

Si Obama quiere dar algún significado serio a su afirmación mediática de que "la ley internacional no es una promesa vacía", deberá comprender que el apaciguamiento no es el sendero adecuado. Bien haría en escuchar atentamente al presidente francés, Nicolás Sarkozy:
Los hechos tercos nos compelerán a tomar una decisión si queremos un mundo sin armas nucleares.
El interrogante es si se tomará la decisión correcta y necesaria.


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