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LOS MANEJOS DE CASTRO

Profesores y espías

Recientemente se ha hecho público el caso del profesor de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) Carlos Álvarez y de su esposa Elsa, consejera del Departamento de Servicios Psicológicos de esa universidad, ambos presuntos espías del Gobierno de Fidel Castro. ¿Cómo es posible que esta pareja de amables intelectuales resultaran traidores al país que les abrió las puertas? ¿Y cómo es posible que ciertos sectores pretendan restar importancia a sus acciones?

Recientemente se ha hecho público el caso del profesor de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) Carlos Álvarez y de su esposa Elsa, consejera del Departamento de Servicios Psicológicos de esa universidad, ambos presuntos espías del Gobierno de Fidel Castro. ¿Cómo es posible que esta pareja de amables intelectuales resultaran traidores al país que les abrió las puertas? ¿Y cómo es posible que ciertos sectores pretendan restar importancia a sus acciones?
Carlos y Elsa Álvarez (imagen tomada de la web de la CANF).
Originalmente, la ortodoxia marxista consideraba a la clase media (la "pequeña burguesía") y a sus intelectuales como inherentemente hostiles al comunismo. Sin embargo, desde la creación de la Tercera Internacional, un alemán amigo de Lenin, Willi Münzenberg, comprendió que el apoyo a la revolución no dependía tanto de la supuesta opinión de "las masas" como de la opinión de las elites, que eran responsables del clima general de opinión y que, por consiguiente, ejercían una influencia real sobre los gobiernos. Stephen Koch ha escrito una fascinante biografía sobre este extraordinario personaje (Double lives. Stalin, Willi Münzenberg and the seduction of the intellectuals), que fuera el inventor del concepto de los "compañeros de viaje".
 
En los países capitalistas los intelectuales y artistas no son las figuras más importantes de la sociedad, y muchos de ellos se sienten íntimamente resentidos con esta realidad. Por otra parte, la mayoría carece de convicciones religiosas, y frecuentemente esto los lleva a buscarse una religión secular, una causa que brinde trascendencia a sus vidas. Esta causa suele ser alguno de los problemas de la sociedad en que les ha tocado vivir.
 
El espionaje soviético supo aprovecharlo. El Gobierno soviético consideraba a todos los demás gobiernos ilegítimos, puesto que estaban bajo el dominio de una clase explotadora, la burguesía. El patriotismo, el amor a una nación, no era más que un engaño ideológico de las clases explotadoras y sus ideólogos dirigido a preservar una sociedad explotadora e injusta. Su subversión, por consiguiente, era un acto de supremo patriotismo. La traición era un mérito. Esto fue explotado con inmensa habilidad por Willi Münzenberg.
 
Detalle de la portada de DOUBLE LIVES.Su objetivo esencial no era convertir a ningún intelectual en miembro del Partido Comunista. En realidad, esto hasta pudiera resultar contraproducente. Era mucho más útil que intelectuales y artistas supuestamente independientes defendieran causas "progresistas" que también eran defendidas por la Unión Soviética; la lucha por la "paz", pongamos como ejemplo. Esto permitía enfocar a la URSS de una manera consistentemente positiva, pese a que fuera una dictadura genocida.
 
Gradualmente, el nivel de confianza de estos amigos de la URSS iba ascendiendo, hasta llegar a la conversión de algunos de ellos en agentes de los servicios de inteligencia soviéticos. La inteligencia cubana, heredera de la KGB, ensaya algo similar utilizando Cuba como modelo de igualdad racial o explotando la "búsqueda de las raíces" entre los americanos de origen cubano.
 
Gracias al acceso a los archivos soviéticos, ahora sabemos que Moura Budeber, amante de Máximo Gorki y de H. G. Wells; la princesa María Pavlova Koudachova, esposa y viuda de Romain Rolland, y Elsa Triolet, la compañera de Louis Aragon, eran agentes de la inteligencia soviética. Münzenberg decía que Ella Winter, la amante del famoso periodista americano Lincoln Steffens y luego esposa de un famoso guionista de Hollywood, era "uno de los agentes más confiables del partido en la Costa Oeste". Devotos estalinistas fueron Lillian Hellman, Dashiell Hammett y Dorothy Parker, unos pocos dentro de una lista inacabable. Ahora la Unión Soviética ya no existe, pero Robert Redford, Danny Glover, Harry Belafonte y muchos otros siguen siendo igualmente devotos de Castro y de Hugo Chávez.
 
El atractivo de la "justicia social" ha sido una mina inagotable para la izquierda del mundo entero. Sus principales contribuyentes no han sido los metalúrgicos americanos ni los obreros del cobre en Chile, sino millonarios americanos que hacen penitencia por sus millones. En 1968, por ejemplo, la Fundación Ford invirtió 12 millones de dólares para persuadir a las escuelas de Derecho de la nación de que abrazaran una nueva concepción que había surgido en los años 60: la de los abogados como agentes del cambio social. El presidente de la Fundación Ford, McGeorge Bundy, declaró en 1966 que la ley "debía ser usada afirmativa e imaginativamente contra todas las formas de injusticia". Las consecuencias de ese activismo judicial las arrastramos hasta hoy. No es casual que haya sido la misma Fundación Ford la que haya pagado muchos de los viajes de "intercambio" a Cuba en que participó Carlos M. Álvarez.
 
Afirmar que "nunca hubo ningún tipo de reclutamiento" y que "el objetivo era ponernos a discutir cuáles eran nuestras similitudes y cuáles nuestras diferencias" es una reacción defensiva y de pasmosa ingenuidad. Willi Münzenber debe de estar riéndose en la tumba. Para los funcionarios de una dictadura comunista, estas actividades son acciones de trabajo ideológico, dirigidas por los organismos de inteligencia. Y dada la inmensa popularidad que tuvo la revolución cubana, es lógico pensar que hayan conseguido muchos y muy efectivos reclutamientos.
 
 
© AIPE
 
Adolfo Rivero Caro, analista político y columnista de El Nuevo Herald.
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