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VENEZUELA

Profanación antisemita en tierras de Chávez

¿Qué tienen en común los atentados contra cementerios, sinagogas o centros judíos en París o Barcelona? Falso: no es que el objeto de estas violencias sean judíos, sino que para los medios son noticia. ¿Pero si la violencia va dirigida contra una sinagoga venezolana? Fácil: no se habla de ello, sencillamente porque no se considera que lo sea.

¿Qué tienen en común los atentados contra cementerios, sinagogas o centros judíos en París o Barcelona? Falso: no es que el objeto de estas violencias sean judíos, sino que para los medios son noticia. ¿Pero si la violencia va dirigida contra una sinagoga venezolana? Fácil: no se habla de ello, sencillamente porque no se considera que lo sea.
Más tontos aún que el perrito de Pavlov, los medios de comunicación responden al estímulo Venezuela salivando Chávez o petróleo. El sintagma judíos venezolanos, o sinagoga en Caracas, para nuestros medios cuadrúpedos tiene aproximadamente el mismo sentido que tendrían, de acuñarse, las expresiones enfriamiento global o pacifismo islámico.
 
En la prensa española, tres días después de la profanación de la principal sinagoga sefardí de Venezuela, sólo ABC informa del suceso sin distorsiones y con objetividad, mientras que El País, para no variar, mete de rondón a Israel en un titular que tiene el alucinante mérito de hacer de Chávez la principal "víctima" del atentado. Toda una lección de deontología periodística progre. En cuanto a los otros medios, ahí siguen: callados como muertos.
 
Desde que se produjo el atentado, he hablado con algunos amigos venezolanos. Periodistas, la mayoría de ellos. Judíos y no judíos. Todos piensan que este hecho excepcional –hay que remontarse a fines del siglo XIX, en Coro, para hallar otro ejemplo comparable de violencia antisemita– demuestra el nerviosismo del régimen chavista, a dos semanas del próximo referéndum. También están convencidos de que Chávez, su régimen y adláteres han ido demasiado lejos esta vez, y que la opinión pública acabará pasándoles factura. A juzgar por la atención que los medios foráneos le han prestado al asunto, mucho me temo que sufrirán una (nueva) decepción.
 
Dejo de lado lo obvio: como soy atea (para decirlo con Buñuel: gracias a Dios) pero no me siento obligada a militar contra los creyentes, la profanación de cualquier lugar de culto me parece lo que manifiestamente es: una violencia simbólica, ejercida por procuración contra personas de carne y hueso. Preludio y anuncio de violencias, por así decirlo, más sangrantes.
 
Por cierto. Qué país tan raro es España. Ahora se ha puesto de moda arremeter contra la religión. Entiéndase: la católica. Ahora: es decir, cuando sale gratis mostrarse insumisos. ¿Dónde estaban los españoles militantemente ateos en 1940 o 1950? Cuando declararse no ya disconforme con el credo oficial del régimen sino no creyente bastaba para dar con los huesos en una celda o, en el mejor de los casos, no poder siquiera escolarizar a los hijos. Con tantos españoles ateos de hoy pasa lo mismo que con los antifranquistas: ni uno había cuando hacía falta su presencia, y hoy, que son perfectamente ornamentales, brotan como setas.
 
Obviedades aparte, el ataque contra la sinagoga de Caracas es preocupante por, al menos, esta otra razón: junto a la sinagoga de Maripérez se encuentra la sede del Consejo Nacional Electoral (CNE), un edificio que está trufado de sistemas de seguridad. Lo que no impidió que el asalto, perpetrado por un comando de al menos quince personas, haya durado cerca de cinco horas, entre las diez de la noche del viernes y casi las tres de la madrugada del sábado. Los asaltantes sabían qué tenían que hacer para profanar el templo: nada de violencias excesivas, lo justo para escenificar el odio antijudío. Además, saquearon las oficinas y supuestamente sustrajeron documentación y varios ordenadores.
 
He utilizado la palabra comando porque no hay duda de que se trata de una operación planificada y llevada a cabo por profesionales. Nada que ver con las turbas chavistas que practican actos de repudio, implantados en Venezuela por agentes de la seguridad cubana con el apoyo del régimen de Chávez. Por supuesto, ya Chávez se ha puesto la venda antes de la herida, y raro sería que la investigación policial fuera concluyente. Pero me atrevo a suponer que los grupos iraníes que, gracias a Chávez, tienen mando y plaza en Venezuela, empezando por Hizbulá, no han sido ajenos a este ataque.
 
Desde luego, el brote de antisemitismo en Venezuela (insisto: Venezuela no es Francia, y no hay una tradición antisemita arraigada en este país sudamericano) también es preocupante por el contexto en el que se ha producido. La histeria antiisraelí del régimen chavista, que recientemente ha conducido a la ruptura de relaciones diplomáticas entre Caracas y Jerusalén, ya comienza a dar sus frutos. Como los está dando también en otros países de la región. Frutos amargos que descubre horrorizada la comunidad judía venezolana, una de las más longevas y de mayor arraigo en América del Sur, junto con la argentina y la brasileña. Basta con asomarse a una de las webs más violentas del chavismo para constatar que, además de amargos, ya están podridos.
 
Y como nunca está de más hacer un poco de pedagogía, recuerdo los orígenes de la sinagoga caraqueña atacada el pasado shabat. Es un adelanto del Diccionario de cultura judía en Venezuela, que actualmente prepara Jacqueline Goldberg:
Sinagoga de El Conde: Fue la primera edificación erigida en Venezuela especialmente para albergar un templo judío. La primera piedra para su construcción fue colocada el 8 de marzo de 1936, en el periodo presidido en la Asociación Israelita de Venezuela por Elías Benaim, con el impulso de León J. Laurel, José D. Bendayán y José M. Benarroch. Comenzó a funcionar en 1939. Se encontraba en el No. 25 de la calle Sur 17, de la antigua urbanización El Conde, en la Parroquia San Agustín. El trabajo arquitectónico llevaba la rúbrica de Alfredo Jahn y Carlos Guinand. El 13 de abril de 1954, un decreto del Ejecutivo Nacional anunció la demolición de esta sinagoga para dar paso a la Avenida Bolívar. El inmueble fue vendido al Instituto Centro Bolívar C. A. a un precio de 1.125.000 bolívares, pagaderos en Bonos de la Sexta Emisión. Los rezos sefardíes continuaron alzándose en otra casa de la misma Urbanización El Conde y ocasionalmente en la Cámara de Comercio de Caracas y en el Teatro Boyacá. En 1954 la Asociación Israelita de Venezuela decidió la compra de un terreno en la Urbanización Maripérez, donde en 1963 se inauguró la Gran Sinagoga Tiferet Israel.
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