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ESTADOS UNIDOS

Primero hay que controlar la frontera

"Primero hay que controlar la frontera" tiene que ser el grito de guerra de todos los ciudadanos cansados de los izquierdistas que intentan utilizar la herramienta del racismo para chantajearnos. Quieren que nuestras fronteras sean siempre inseguras y que amnistiemos a millones de ilegales.

"Primero hay que controlar la frontera" tiene que ser el grito de guerra de todos los ciudadanos cansados de los izquierdistas que intentan utilizar la herramienta del racismo para chantajearnos. Quieren que nuestras fronteras sean siempre inseguras y que amnistiemos a millones de ilegales.
"Primero hay que controlar la frontera" es la demanda legítima de los estadounidenses preocupados por su seguridad y la de la nación. El presidente, como Comandante en Jefe, tiene la obligación constitucional de asegurar la frontera. Sin embargo, en lugar de cumplir con su deber, ha bloqueado los limitados esfuerzos limitados de la Administración Bush deteniendo la construcción de la cerca virtual, a la espera –dicen los obamitas– de nuevos estudios sobre su efectividad.

El hecho de que Obama se niegue a cumplir con sus obligaciones en lo relacionado con la seguridad nacional, y de que, en vez de eso, esté tratando de atemorizar a la opinión pública y dividir el país representa una dejación de sus funciones y una traición al juramento que hizo cuando fue nombrado presidente.

La izquierda, liderada por la propia Administración Obama, está mintiendo sobre la ley migratoria de Arizona y buscando crear un conflicto racial para, así, apuntalar al Partido Demócrata de cara a los próximos comicios.

Si la referida ley hubiera establecido la elaboración de perfiles raciales y el acoso de personas inocentes, como dicen el New York Times y el resto de la izquierda, prácticamente todos los estadounidenses se hubieran opuesto a ella. Pero es que las cosas no son así. Pero es que la gente apoya, en una proporción de 61 a 27, los esfuerzos que se están haciendo en Arizona para erradicar la ilegalidad en sus comunidades. En Estados Unidos sigue siendo fuerte la creencia que sostiene que pedir a la gente que obedezca a y respete la ley es un requisito básico para la preservación de las sociedades libres.

Los estadounidenses estamos de manera abrumadora a favor de la inmigración legal. Contemplamos con orgullo a los inmigrantes de primera generación que trabajan duro y hacen de Estados Unidos un país mejor, más próspero y más interesante. Por eso, apoyamos de manera abrumadora los esfuerzos que tienen por objeto asimilar a los inmigrantes de primera generación de casi todos los países, para que aprendan inglés e historia de EEUU y se ganen el derecho a ser buenos ciudadanos norteamericanos.

Ahora bien, llevamos más de 30 años viendo fracasar el Gobierno federal en lo relacionado con la custodia de nuestras fronteras. El otro día, al repasar los Reagan Diaries, reparé en estas tres anotaciones:
"Me reuní con el senador Simpson para hablar sobre inmigración. Tenía una gran colección de tarjetas de la Seguridad Social y carnés de conducir falsos, etc.; ah, y también cupones de comida falsos. Cómo podemos parar este tipo de falsificación" (entrada perteneciente al 1-VI-1981).

"Hemos perdido el control de nuestras fronteras" (9-X-1984).

"Es el momento de que retomemos el control de nuestras fronteras, y su proyecto de ley lo hará" (sobre el proyecto de ley de Simpson; 16-X-1986).
Reagan finalmente acabó por firmar la Ley Simpson-Mazzoli de 1986, que igualmente contó con mi apoyo. El presidente la firmó y yo la voté porque nos prometieron lo siguiente:
– El control de la frontera.

– La puesta en marcha de un programa de trabajadores invitados práctico y viable.

– Severos castigos para los empleadores estadounidenses que, por afán de acrecer cu fortuna, incumplieran la ley.
Además, se contemplaba la amnistía de unos 300.000 ilegales; que a la hora de la verdad se convirtieron en tres millones...

Luego de que esa amnistía no sirviera para nada, los estadounidenses están cada vez más furiosos ante el fracaso del Gobierno federal a la hora de hacer su trabajo. Es en este contexto que hay que situar la ley de Arizona.

La frontera se puede controlar

Aquellos que dudan de que la frontera se puede controlar deberían prestar atención a lo que viene sucediendo en Yuma y Tucson. El senador por Arizona Jon Kyl me envió estadísticas sobre ambos lugares en fechas recientes; estadísticas que prueban que unos recursos suficientes, aplicados adecuadamente, pueden surtir su efecto.

Yuma y Tucson han visto reforzados sus contingentes de guardias nacionales a raíz de la puesta en marcha, en 2007, de la Operación Jumpstart. También cuentan con cercas electrónicas y otras herramientas de vigilancia electrónica. Además, Yuma viene aplicando con tesón el Operativo Streamline, por el que a la mayoría de los ilegales se les imputa un pequeño delito y se les encierra en prisión por espacio de entre 15 y 60 días.

Tanto Yuma como Tucson han visto mejorar sus cifras en materia de lucha contra la inmigración ilegal; pero especialmente Yuma, donde se ha pasado de 118.000 arrestos (2006) a 7.000 (2009).

Si puedes reducir en un 92% las entradas ilegales, queda claro que la frontera puede ser controlada.

Si Washington hiciera su trabajo y, en primer lugar, asegurara la frontera, el país sí podría considerar una reforma sensata.

Estimados compatriotas: No culpéis a Arizona. En lugar de eso, pedid a vuestros representantes en el Legislativo que hagan su trabajo para que la ley de dicho estado acabe siendo innecesaria e irrelevante.


© Semanario Atántico y The Americano

NEWT GINGRICH, ex presidente de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos.
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