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ESTADOS UNIDOS

Obama y McCain

Desde 1972 no nos las teníamos que ver con unos candidatos a la Casa Blanca tan terriblemente inapropiados. Como me superaba la idea de decantarme por Nixon o McGovern, aquel año me quedé en casita y no fui a votar. Esta vez, nadie puede permitirse tal lujo; y es que mientras los medios se abandonan a todo tipo de efusiones y cada cual airea sus posiciones políticas, el mayor patrocinador estatal del terrorismo: Irán, se apresta a dotarse de armamento atómico.

Desde 1972 no nos las teníamos que ver con unos candidatos a la Casa Blanca tan terriblemente inapropiados. Como me superaba la idea de decantarme por Nixon o McGovern, aquel año me quedé en casita y no fui a votar. Esta vez, nadie puede permitirse tal lujo; y es que mientras los medios se abandonan a todo tipo de efusiones y cada cual airea sus posiciones políticas, el mayor patrocinador estatal del terrorismo: Irán, se apresta a dotarse de armamento atómico.
El presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad.
Cuando Teherán consiga hacerse con la bomba, habremos llegado a un punto de no retorno. La bomba iraní será la bomba de los terroristas, y puede que el 11-S acabe pareciéndonos una chiquillada.
 
A partir de ese momento, todas las opciones que están ahora mismo sobre la mesa quedarán descartadas para siempre y sólo podremos, o bien ceder en todo momento ante los terroristas, por muy estupefacientes que nos parezcan sus exigencias, o arriesgarnos a ver cómo nuestras ciudades desaparecen bajo nubes radiactivas con forma de seta.
 
Todas las cosas que nos preocupan hoy, desde el precio de la gasolina hasta la sanidad, pasando por el calentamiento global, dejarán muy pronto de tener importancia.

Osama ben Laden.A los nazis no les bastó con asesinar en los campos de concentración: antes había que humillar, deshumanizar. Lo mismo hemos de esperar de los terroristas nuclearizados: antes de aniquilarnos, querran humillarnos. Con esas sádicas decapitaciones de civiles inocentes que tanto éxito han alcanzado en Oriente Medio nos advierten de lo que nos espera. Éstán decididos a subyugarnos, como quedó bien claro con las amenazas que profirió Osama ben Laden contra aquellos lugares de América que no votasen en las presidenciales de 2004 como él quería. Entonces no pudo hacer efectivas sus amenazas, pero quizá pueda hacerlo en cuestión de unos pocos años.
 
Los terroristas nos han dejado bien claro cuáles son sus proyectos. Lo mismo hicieron los nazis en los años 30. Y, hoy como ayer, nuestros líderes y los miembros de la intelligentsia quitan importancia a esos peligros anunciados.

Pero ¿qué tiene que ver todo esto con los candidatos que se disputarán la Presidencia en noviembre? Pues todo. Y es que quien se alce con la victoria deberá lidiar con este asunto, decididir si vamos a hacer algo, aparte de hablar, para frenar a los ayatolás antes de que se nuclearicen. Hablar: será que no hablaron los líderes occidentales en la década de los 30.

Ahora bien, hay una gran diferencia entre los años 30 y el día de hoy. Aunque su falta de preparación militar y de resolución política hicieron a Occidente sufrir pérdidas devastadoras a manos de los nazis y el Japón imperial por espacio de tres años, cuando las fuerzas militares e industriales del Oeste se movilizaron las democracias fueron capaces de invertir las tornas y obtener una victoria decisiva.

Lo malo es que una guerra nuclear no se puede perder durante tres años. De hecho, ni siquiera puedes plantearte el resistir durante todo ese tiempo si en un primer momento te machacan la moral y después te arrasan con bombas atómicas.
 
Nuestra última oportunidad para evitar que pase todo esto tendrá lugar durante el mandato del próximo presidente de los Estados Unidos. De ahí que no nos podamos permitir el lujo de esperar a que llegue nuestro candidato ideal o de dar satisfacción a nuestras emociones emitiendo un voto de castigo en beneficio de tal o cual candidato independiente, aun a riesgo de que acceda un incompetente a la Casa Blanca.

He criticado a menudo a John McCain, pero lo cierto es que este senador por Arizona no se ha pasado décadas ayudando y apoyando a gente que odia a América; es más, ha pagado un precio enorme por plantar cara a nuestros enemigos, incluso cuando era prisionero de guerra y objeto de torturas. Así las cosas, elegir entre McCain y Obama no debería representar para nadie un quebradero de cabeza.
 
 
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