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PAKISTÁN

Musharraf está trabajando sin guión

Han tenido que ponerse en huelga los guionistas de Hollywood para que comprendiera la de cosas que dependen del guión en los programas de la tele. Uno pensaba, guiado por la compasión, que eran así por obra y gracia de la improvisación. Pero no, resulta que a los campeones del cachondeo nocturno se les ha comido la lengua el gato: al parecer, son incapaces de perpetrar un chiste malo sobre Dick Cheney sin la asistencia de un ejército de profesionales sobradamente preparados.

Han tenido que ponerse en huelga los guionistas de Hollywood para que comprendiera la de cosas que dependen del guión en los programas de la tele. Uno pensaba, guiado por la compasión, que eran así por obra y gracia de la improvisación. Pero no, resulta que a los campeones del cachondeo nocturno se les ha comido la lengua el gato: al parecer, son incapaces de perpetrar un chiste malo sobre Dick Cheney sin la asistencia de un ejército de profesionales sobradamente preparados.
Y ahora hablemos de Pakistán. Puede que David Letterman se muestre reluctante a hacer treinta segundos de programa sin los chicos que se mueven entre bambalinas, pero en la arena política las cosas son bien distintas: allí la gente se burla de los cobardicas. Así que todo quisque es un experto en Pakistán, ese país lejanísimo del que tanto sabemos.
 
El general Musharraf debería hacer esto y no debió hacer aquello, y el Departamento de Estado debería presionarle para que haga esto otro. "Es hora de que se vaya", ha declarado el congresista Dana Rohrbacher (republicano por California). Y su colega Dan Burton (republicano por Indiana) ha lanzado la siguiente advertencia: "Si no nos andamos con cuidado, pasará lo que pasó en Irán". Total, que Pakistán 2007 es un remake de Persia 1979, y el General hace las veces del Sha. Y por ahí seguido.
 
No sé qué opinarán ustedes, pero a mí me parece que, cuando se trata de brindar consejos a Islamabad, convendría hacer gala de cierta humildad. Y es que, como dijo George S. Kaufman cuando los alemanes invadieron Rusia, el general Musharraf está rodando sin guión. Y se comporta así porque preside un país donde no es fácil mantener las formas preceptivas del género.
 
Pervez Musharraf y George W. Bush.Cuando, después del 11-S, George W. Bush dijo al mundo entero eso de: "O estáis con nosotros o estáis contra nosotros", Musharraf se apuntó a lo primero a pesar de que el 99,9999% de su gente prefería lo segundo. Desde entonces, ha conseguido caminar con cierta destreza sobre la cuerda floja. A juicio del vicesecretario de Estado, John Negroponte, no hay otro país, si se deja de lado a EEUU, que haya hecho más daño a los talibanes y a Al Qaeda desde el 11-S, lo cual, teniendo en cuenta el número de paquistaníes que detestan a América y apoyan activamente a los talibanes y a Al Qaeda, no es moco de pavo.
 
Sin embargo, tanto en Washington como en las sedes de los medios de comunicación se asume que ha llegado el momento de que Musharraf abandone el escenario, de que Pakistán vuelva a estar gobernado por políticos democráticamente electos y manifiestamente mejorables como la encantadora y glamurosa Benazir Bhutto, que luce majestuosa en los salones de Occidente pero que en cuanto pone el pie en su país degenera en un personaje más en manos de la clase política del lugar, una de las más corruptas que imaginarse quepa.
 
Por otra parte, los que basan sus saberes en la observación de la versión paquistaní de la ley del péndulo –a un demócrata corrupto le sucede un general autoritario, que a su vez cederá los trastos a un demócrata corrupto– están pasando por alto el profundo cambio que ha experimentado el país. En su escenario falta un nuevo jugador: el islamismo.
 
La señora Bhutto dice: bah, no se preocupe por eso. No es más que una vaina ideada por Musharraf para asegurarse el respaldo de Washington durante el próximo lustro. ¿Está usted segura, señora Bhutto?
 
Pakistán es una potencia nuclear... y un Estado incapaz de controlar vastas porciones de su territorio; vastas porciones que da la casualidad de que están en manos de los talibanes. La organización responsable del más sanguinario ataque perpetrado en suelo norteamericano está atrincherada allí, y es completamente intocable. Los vuelos que comunican Karachi con Heathrow, Birmingham, Manchester y Glasgow son el nexo vital entre los reductos ideológicos de la yihad y el resto del mundo.
 
¿Qué tienen en común quienes decapitaron a Daniel Pearl, quienes perpetraron los ataques de Londres y los mártires frustrados de esa plétora de complots que se ha conseguido frustrar? Pakistán. Fritz Gelowicz, detenido hace unas semanas en Europa, es un alemán converso al islam que se graduó en Terrorismo en los campos paquistaníes. A diferencia del Reino Unido y Canadá, Alemania no está ligada con Pakistán por una historia largo tiempo compartida, pero ese Estado absolutamente devastado en términos económicos consigue conversos en prácticamente todos los rincones del planeta.
 
Benazir Bhutto.Mohamed Umer Faruk es el típico inmigrante de primera generación, un musulmán moderado feliz de trabajar como farmacéutico en la base Princesa Patricia que la Infantería Ligera de Canadá tiene en Alberta. En cambio, su hija Nadia, que asegura odiar a Canadá, estuvo implicada en un complot que tenía por objetivo decapitar al primer ministro canadiense.
 
En Norteamérica, el Reino Unido, Escandinavia, Australia y el propio Pakistán, multitud de abuelos practicantes del islam sufí han visto cómo sus nietos abrazaban las doctrinas del islam deobandi, una variante local del wahabismo, y predicaban sus virtudes a hombres blancos como Fritz Gelowicz. Ni los Bhutto ni los Sharif –un día son rivales, y al otro aliados de conveniencia–  fueron capaces de gobernar competentemente el país antes de ser removidos por los radicales; sin embargo, los expertos de turno nos aseguran ahora que son la respuesta a las aflicciones que padece ese polvorín nuclear.
 
Pakistán no es Persia. Para empezar, es un país de nuevo cuño surgido de una de las más desastrosas políticas llevadas a cabo por el Imperio Británico. Con todo, aquellos que se lo sacaron de la manga hace 60 años alucinarían ante el hecho de que, apenas dos generaciones después, su invención no sólo haya cobrado vida propia, sino que se haya convertido en una potencia nuclear que ha diseminado su tecnología por todo el planeta y en una fuerza rectora de la primera insurgencia global.
 
Si Musharraf está trabajando sin guión, ¿qué metería usted en esta telenovela infumable, en la que los giros argumentales no hacen sino amontonarse con cada década que pasa? Bien pudiera ser que una restauración de Bhutto desembocara en el final feliz que predicen los "realistas", pero es más que probable que un retorno a los niveles de corrupción tradicionales en Pakistán cuando rige la democracia comprometa los intereses económicos del Ejército y lleve a elementos fundamentales del mismo a hacer causa común con los islamistas, como ya hicieron los Servicios de Inteligencia con los talibanes.
 
Qué se yo. Qué sabe nadie. Sea como fuere, y teniendo en cuenta los últimos 60 años, la pregunta fundamental que hay que hacerse es cómo estarán de mal las cosas después de Musharraf. Y para responder a esta cuestión no hay guión que valga, ya se redacte en Washington o en cualquier otro sitio.
 
 
© Mark Steyn
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