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ESTADOS UNIDOS

¿McCain? ¿Obama? ¿Cuál es el menos malo?

Muchos estuvimos pegados al televisor durante el reciente debate entre los candidatos presidenciales. Queríamos saber si alguno de ellos nos ofrece remedios a las desastrosas políticas de George W. Bush: un Gobierno federal desbocado e incapaz de acabar con las piñatas que benefician a grupos políticamente poderosos y que pagan los contribuyentes, mientras paralelamente se debilita el poder adquisitivo del dólar.

Muchos estuvimos pegados al televisor durante el reciente debate entre los candidatos presidenciales. Queríamos saber si alguno de ellos nos ofrece remedios a las desastrosas políticas de George W. Bush: un Gobierno federal desbocado e incapaz de acabar con las piñatas que benefician a grupos políticamente poderosos y que pagan los contribuyentes, mientras paralelamente se debilita el poder adquisitivo del dólar.
Si usted cree que lo peor ha sido la conversión de las fuerzas armadas de Estados Unidos en la policía del mundo –sin que haya importado mucho el costo en vidas de ciudadanos de EEUU y en endeudamiento público–, quizás debe votar por Obama, pero debe ser consciente de que, aun sin guerras, éste gastará más.
 
Si usted cree que la profunda depresión que encaramos ha sido causada por el fracasado intervencionismo en todas las actividades ciudadanas, por el intento de convertir al Gobierno federal en financista de la fracasada "revolución energética" del etanol (a la vez que se prohibía la explotación de nuevas fuentes petroleras en Alaska y en las costas), por politizar y complicar al máximo todo lo relacionado con la salud (lo cual ha disparado el precio de las medicinas, de los exámenes médicos y de la hospitalización, y provocado que la familia promedio viva asustada porque no puede enfrentar el costo de una enfermedad grave ni las crecientes primas de los seguros médicos); si su pequeña empresa sufre porque le han cerrado las puertas al ingreso de mano de obra barata y competente del extranjero, o por la multiplicación de regulaciones, trabas, reglamentos, permisos e impuestos; o si espera que el Gobierno se haga cargo de la hipoteca que no puede pagar, entonces su candidato es McCain.
 
La Constitución de EEUU.Pero no deja de ser trágico que tengamos que escoger entre éste y aquél, cuando lo que la nación entera necesita son políticas de gobierno limitado y respeto por los derechos individuales, tan claramente definidos por los próceres fundadores. Ellos veían el ejercicio de la política como una obligación y un aporte del ciudadano, no como un costosísimo puente a una vida de privilegios donde el éxito se mida por la capacidad de repartir favores a cabilderos y grupos sindicales y empresariales a cambio de patrocinios y financiación electoral.
 
El cabildero (lobbyist) es el importante personaje de Washington que, a la sombra del Legislativo y los departamentos y agencias gubernamentales, se dedica a influir para que ciertas decisiones resulten beneficiosas para sus clientes. El éxito del cabildero se mide, pues, por las condiciones y tratamientos especiales que consigue para su clientela (hacendados, grupos financieros, ambientalistas, sindicatos,  determinadas industrias), que siempre redundan en un mayor gasto para el ciudadano promedio, para el consumidor común y corriente.
 
En los últimos días, los bancos y las empresas financieras que, a través de los contactos políticos de sus principales accionistas y de sus cabilderos, consiguieron una rápida inyección de fondos gubernamentales han sido rescatados, mientras que otros –como Lehman Brothers– desaparecen, circunstancia que afecta gravemente a miles de clientes... pero no tanto a sus altos ejecutivos, que han estado recibiendo millones de dólares en sueldos y bonificaciones especiales.
 
Cuando se habla de cabilderos pensamos que son unos pocos afortunados con amigos y familiares cerca del poder político, pero en realidad se trata de más de 35.000 personas dedicadas a obtener favores políticos para sus ricos y poderosos clientes. A los cabilderos y a sus clientes, lo mismo que a los congresistas y burócratas que les sacan provecho, no les interesa para nada que todo su embrollo salga a la luz pública. ¿Acaso algún candidato nos ofrecerá acabar con esta falta de transparencia, con esta inmensa fuente de corrupción y distorsión de leyes y reglamentos?
 
 
© AIPE
 
CARLOS BALL, director de la agencia AIPE.

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