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ORIENTE MEDIO

Matanza en la yeshivá: Y Gaza bailó de alegría...

El ataque contra la yeshivá Mercaz Harav, en el que perdieron la vida ocho estudiantes y otros nueve resultaron heridos, fue una villanía perpetrada a sangre fría. Es difícil encontrar sentido al depravado fanatismo de sujetos como Alá Abú Dhaim, que tras penetrar tranquilamente en la abarrotada biblioteca del centro abrió fuego y no paró hasta que, finalmente, fue abatido por un oficial del ejército fuera de servicio que escuchó el tiroteo y acudió raudo al lugar de los hechos. Pero aún más execrables que la matanza fueron determinados comportamientos registrados con posterioridad.

El ataque contra la yeshivá Mercaz Harav, en el que perdieron la vida ocho estudiantes y otros nueve resultaron heridos, fue una villanía perpetrada a sangre fría. Es difícil encontrar sentido al depravado fanatismo de sujetos como Alá Abú Dhaim, que tras penetrar tranquilamente en la abarrotada biblioteca del centro abrió fuego y no paró hasta que, finalmente, fue abatido por un oficial del ejército fuera de servicio que escuchó el tiroteo y acudió raudo al lugar de los hechos. Pero aún más execrables que la matanza fueron determinados comportamientos registrados con posterioridad.
En Gaza, las noticias de que unos muchachos judíos inermes habían sido acribillados fue recibida con un estallido de alegría. Miles de palestinos alborozados se lanzaron a las calles para celebrar la matanza: los había que hasta disparaban al aire y regalaban caramelos a sus semejantes. Las cámaras de televisión recogieron la fiesta, como puede comprobarse en estas imágenes colgadas en You Tube. Por su parte, Hamás, la organización terrorista que controla la Franja, emitió una declaración en la que se aplaudía el baño de sangre. "Bendecimos la operación [de Jerusalén]", decía la nota. Y añadía: "No será la última".
 
Hamás no hace ningún secreto de su sed de sangre; muy distinto es, sin embargo, el caso de Al Fatah, la otra facción importante de la Autoridad Palestina. Al Fatah está encabezada por el rais palestino, Mahmud Abbás, cuyo pulcro portavoz, Saeb Erekat, salió raudo a asegurar a los periodistas (en inglés, claro, pues se trataba de dirigirse al público occidental) que Abbás reiteraba su condena de "todos los ataques contra civiles, sean éstos palestinos o israelíes". No obstante, apenas unos días después de la matanza el rais afirmó al rotativo jordano Al Dustur –en árabe, y para consumo árabe– que "en estos momentos" se opone a los ataques terroristas por razones de orden táctico, y que en el futuro "quizá las cosas cambien". Asimismo, hizo alarde de su implicación en la violencia de la OLP ("Tuve el privilegio de disparar el primer tiro en 1965"), y proclamó orgulloso que Al Fatah había enseñado a resistir "a todo el mundo"; "incluso a Hezbolá –agregó–, que se entrenaba en nuestros campamentos militares".
 
Más allá de la supuesta condena de Abbás, el diario oficial de la AP, Al Hayat Al Jadida, ensalzó en portada al asesino de los muchachos de la yeshivá, al que denominó shahid, es decir, mártir, y del que publicó una gran fotografía. En cuanto a las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, una violenta subsidiaria de Al Fatah, saludó la matanza como una "operación heroica".
 
Logo del brazo armado de la organización terrorista Hamás.A todo esto, la familia de Abú Dhaim instaló una carpa funeraria, engalanada con banderas de Hamás y Hezbolá, junto a su casa de Jerusalén Oriental. Fueron numerosas las personas que acudieron a allí a rendir honores al terrorista muerto.
 
Increíblemente, el Gobierno israelí no hizo nada por impedir ese homenaje público a un asesino múltiple, salvo insistir en que las banderas se retiraran las banderas de Hamás y Hezbolá.
 
Los parientes de Abú Dhaim residentes en Jordania trataron de montar una carpa similar en Ammán, pero los funcionarios del reino hachemita la desmantelaron enseguida, lo cual hizo que un tío del criminal montara en cólera. "Esperábamos que la gente viniera a felicitarnos por el martirio de mi sobrino", declaró. "Fue una operación heroica que todo el mundo debe celebrar".
 
Que el Gobierno árabe de Jordania haya mostrado más sensatez que el Estado de Israel a la hora de reaccionar ante los ensalzadores de un asesino de niños dice mucho de lo irresponsable que se ha vuelto el Gabinete Olmert.
 
En este punto he de hacer alusión a lo peor de todo, al rechazo israelí a asumir que ésta es una guerra por la supervivencia; una guerra que sólo podrá ganar luchando y derrotando a su enemigo, no aferrándose al clavo ardiendo de un falso "proceso de paz" que no ha traído más que terror, lágrimas y un número creciente de muertes.
 
La reacción del primer ministro, Ehud Olmert, a la matanza consistió en anunciar que no iba a dejar de hacer un "tremendo esfuerzo" por dar otro paso "significativo, importante, crucial", hacia la "auténtica reconciliación". Desde el Ministerio de Exteriores se proclamaron estupideces de igual calibre: "Estos terroristas están tratando de destruir las posibilidades de paz –declaró su portavoz–, pero, ciertamente, seguiremos adelante con las conversaciones de paz". Y la Casa Blanca no hizo sino aportar más de lo mismo: "Lo más importante es que el proceso de paz continúa y que las partes están comprometidas con él".
 
Qué error. Lo más importante es reconocer que hay en curso una guerra de aniquilación contra Israel, cuyos enemigos ven en las negociaciones, las concesiones y demás componendas del "proceso de paz" pruebas de que los judíos se retiran; de ahí que consideren que, para hacerse con la victoria lo antes posible, lo mejor es golpearles cuanto más duro, mejor. Por eso Gaza estalló en júbilo el otro día. Por eso la matanza de la yeshivá Mercaz Harav el más reciente, pero no el último, de los horrores...
 
 
JEFF JACOBY, columnista del Boston Globe.
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