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CARTAS DE ULTRAMAR

Maradona en TV: fellinesco canto a sí mismo

Con letras aceradas que dicen “La noche del 10” se ha puesto en las pantallas en Argentina el programa que (no sé si decirlo así) conduce, o tiene como presentador de sus visitantes, a Diego Maradona. Diego, el inefable, quien ya es Dios. Tanto es así que en el primer programa, cuando invitó a participar a Pelé, se anunció que el Rey visitaba a Dios.

Con letras aceradas que dicen “La noche del 10” se ha puesto en las pantallas en Argentina el programa que (no sé si decirlo así) conduce, o tiene como presentador de sus visitantes, a Diego Maradona. Diego, el inefable, quien ya es Dios. Tanto es así que en el primer programa, cuando invitó a participar a Pelé, se anunció que el Rey visitaba a Dios.
Diego Armando Maradona.
Sí. Todo este delirio comenzó con aquel gol que hizo con la mano (en su segundo programa Maradona confesó que, en efecto, le hizo el gol a los ingleses con la mano, como todos sabíamos, y se jactó de haber hecho otros de esa manera ilícita), en aquel distante Mundial y del cual tanto se ufana. "La mano de Dios", se le llamó entonces. De ahí a ser Dios quedaba un paso. Y ya está. Y ahora, Maradona es Dios. Por lo tanto, se permite cualquier cosa.
 
Renovado, delgado, con buen físico y vestido de manera deportiva, tiene su propio programa de televisión, que es una suerte de perpetuo homenaje a sí mismo. ¿Por qué? Porque le cantan canciones a él, él canta canciones sobre sí mismo, recibe cartas que se leen al televidente (y a Dieguito, como en el tango, "se le pianta un lagrimón"), llegan los visitantes que le abrazan y a los que él besa, cuenta sus famosos goles analizándolos en una pantalla gigante, le llevan obsequios y, en fin, el público participa, delirante, de cuanta cosa hace. Maradona 10 y medio.
 
Pero lo mejor es referir detalles, sin comentarios, como le gustaría, ¡ay!, a Borges o a Bioy. Veamos. Diego recibió en su primer programa al futbolista (retirado) Batistuta, a la tenista (retirada) Gabriela Sabatini, al actor Darín y a la hermosa Cuccinotta. La actriz italiana entró en un auto a escena en medio de efectos de humo y luces. Dieguito le abrió la portezuela; se alejó el auto y entonces, balbuceando un italiano primario, la invitó a bailar. Se escuchó un vals y dieron unos pasos de baile en la pista (pareja despareja, él le llegaba al hombro), y luego la condujo a sentarse. Las sillas tienen, todas, en el respaldo, la cara de... Maradona. En las dos horas del programa le hizo solamente una pregunta: ¿cómo había sido su experiencia al actuar junto a Massimo Troisi en Il Postino?
 
Maradona y Pelé.Eso fue todo. No habló más. Luego Dieguito habló de futbol con Batistuta, le dijo a Sabatini que estaba muy linda y recibió al rey Pelé. Más fuegos de artificio, luces de colores. En una mesa aparte dialogaron ellos solos, intercambiaron camisetas y jugaron con una pelota. En el diálogo, Dieguito le agradeció, gentilmente, que visitara su programa, teniendo en cuenta que Pelé estaba pasando un mal momento. Golpe bajo. Aludía al hecho de que el hijo de Pelé es o era drogadicto y procura salir de esa situación. Generoso, Dieguito se ofreció a ayudarle. Pelé le respondió que su hijo estaba así por las malas compañías y le agradeció la cooperación; pero le devolvió la pelota y le preguntó a Dieguito si era verdad que la selección argentina había colocado drogas en las botellas de agua que le dieron a los brasileños en oportunidad de enfrentarse en el Mundial de fútbol. Risa de Dieguito, quien alza las manos y exlama: "Yo no fui. Se dice el pecado pero no el pecador...". Y, sonriendo, recuerda a uno de los jugadores del seleccionado del Brasil, medio dormido en la cancha. Y luego, entre despliegue de luces, se vistieron de deportistas y jugaron con una pelota con la cabeza pasándola sobre una red de tenis situada al medio.
 
Pelé no se movió de su silla, ni la bella Cuccinotta tampoco. Ganó Maradona, claro. Quien luego pateó la pelota al público. Más luces, la gente que grita maradó/maradó/maradó y Diego canta un tango y, al fin, una rampa alza al héroe, a Dios, y se lo lleva entre juegos de humo, alto, y desde allá se despide, hasta la semana que viene.
 
La semana siguiente admitió el gol con la mano. Después se refirió a un hijo que tiene en Italia; dijo que sus únicas hijas eran las que habían nacido fruto de su relación con su ex/esposa, Claudia, quien siempre está presente en primera fila, y dijo que aquel niño (que tiene 19 años y juega al fútbol) era fruto de una noche de disipación y drogas y al cual unos jueces le condenaron a aceptar y mantener, pese a que él no le quiere. Y ahí la tribuna del espectáculo de televisión estalló en aplausos y vítores, y todos se pusieron de pie exhibiendo una camiseta blanca que tenía en el pecho una inscripción alusiva a Diego y sus dos hijas. Primer plano de Diego, emoción del ídolo casi hasta las lágrimas, plano general mostrando al ululante público nuevamente. Las hijas, a su vez, sorprendieron (?) al papá cantándole una canción; y el papá, para no ser menos, cantó una canción compuesta por él mismo a su ex/esposa, a la que sigue amando... Repitieron un famoso gol que le hizo a Goicoechea, ex/guardameta que es su ayudante en la conducción del programa. Diego/Dios le dio la revancha, pero increíblemente el guardameta se tiró al mismo lado que antes y Dieguito hizo el gol otra vez.
 
Figuras de la televisión argentina le visitan, se sienten felices por ello, le abrazan y él se emociona con todas ellas... Perdón, señor director, pero no puedo continuar. Pongo punto final aquí. Me imagino cuánto se hubiera divertido Federico Fellini con esta suerte de parodia desaforada. Esperpéntica.
 
Y uno se ríe, por no llorar...
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