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ISRAEL

Los mensajes distorsionados de los radicales

Las críticas a Israel por su política palestina, que pueden en principio ser legítimas (dependiendo de cómo se expresen y de cuáles sean sus argumentos), se mezclan en los últimos años con ataques abiertos a la legitimidad misma del Estado judío y su derecho a defenderse. Difícilmente logran algunos de quienes atacan con bajeza a Israel ocultar su antisemitismo, o su convicción de que Israel no tiene nada que hacer en su tierra.


	Las críticas a Israel por su política palestina, que pueden en principio ser legítimas (dependiendo de cómo se expresen y de cuáles sean sus argumentos), se mezclan en los últimos años con ataques abiertos a la legitimidad misma del Estado judío y su derecho a defenderse. Difícilmente logran algunos de quienes atacan con bajeza a Israel ocultar su antisemitismo, o su convicción de que Israel no tiene nada que hacer en su tierra.

Es un hecho que Israel se ha visto obligado a lidiar con mensajes extremistas llenos de odio, que lo demonizan y hacen caso omiso de sus grandes virtudes e imponentes logros, que conviven por cierto con sus defectos y fallas.

La campaña destinada a quitarle legitimidad, más los ataques concretos que recibe desde el otro lado de sus fronteras, el hecho de que parte de sus vecinos –cercanos y no tanto– ansíen su destrucción y de que la necesidad de defenderse siga siendo parte de su realidad diaria ha creado en Israel lo que llamaríamos "mentalidad de sitio".

El acoso, recordemos, es verdadero. Desde Irán sostienen que el mundo sería mejor sin Israel, y prometen que esa visión se hará realidad. Desde el Líbano, Hezbolá vocifera que está presto para el nuevo enfrentamiento con el Estado judío, y fuentes de Inteligencia confirman que muchos de los 50.000 misiles de la organización fundamentalista son capaces de alcanzar cualquier parte del territorio israelí. Sabedor de que la carta israelí suele funcionar en el mundo árabe, el presidente sirio tiene el tupé de culpar a Israel y a otros "agentes extranjeros" de las revueltas contra su dictadura. Los egipcios, supuestamente en campaña para conseguir la democracia, se manifiestan contra el acuerdo de paz con Israel. Desde la Franja de Gaza, nada indica que vaya a terminar el régimen de Hamás... y ya son más de 20 los cohetes Qassam que han caído en territorio israelí en lo que va de mes. Entre tanto, los únicos interlocutores posibles no lo son tanto... y la Autoridad Palestina no sólo se dispone a dar un paso unilateral en septiembre ante la ONU, sino que sigue decidida a lograr unidad nacional con Hamás.

Con este cuadro, no se puede decir que Israel vea fantasmas.

El problema es cuando ello deriva en situaciones que, en lugar de resolver estos desafíos, crean nuevos problemas en el plano interno.

En los últimos tiempos, parlamentarios que dan apoyo a la coalición actual de gobierno han lanzado iniciativas que tienen el declarado objetivo de luchar, tanto dentro como fuera de Israel, contra una serie de injusticias que padece el Estado judío. Si bien no tenemos derecho a dudar de que las intenciones realmente sean esas, sus resultados pueden ser nefastos para la democracia israelí.

Afortunadamente, el otro día fue derrotada en la Knesset (Parlamento) la propuesta de ley del canciller, Avigdor Liberman, que pretendía someter a investigación parlamentaria a varias ONG y organizaciones de derechos humanos que, a juicio de Liberman, apoyan el terrorismo y ensucian con mentiras el nombre de Israel.

Si hay elemento alguno que permita acusar a tal o cual organización, sea de derecha o de izquierda, de actos ilícitos contra el Estado, que el propio Liberman se moleste en denunciarlo a la policía, para que investigue. Y si las sospechas se confirman, pues que se aplique la ley con todo el rigor. Si lo condenable fue, como sostiene Liberman, pasar a la Comisión Goldstone material deformado y mentiroso sobre acciones de Israel en Gaza –material que incluiría datos que posibilitarían localizar a oficiales del ejército involucrados en el combate–, pues seguramente la ley tiene cómo afrontar la situación. Pero la alternativa que había propuesto el canciller no era propia de la democracia israelí.

Fueron varios los ministros del propio Likud que se opusieron a la iniciativa de Liberman, empezando por el jefe del Gobierno, Benjamín Netanyahu. Lástima que no todos los ministros de la coalición que se oponían tuvieran las agallas de hacerse presentes y votar en contra... Optaron por no llegar a la votación.

Israel libra una lucha auténtica no sólo por su defensa y seguridad, también por su imagen y legitimidad. En la arena internacional, algunos colocan a Israel, la única democracia de Oriente Medio, en el banquillo de los acusados, pero jamás abren la boca para condenar a las dictaduras que lo rodean. Desde su nacimiento, Israel ha tenido que lidiar con este fenómeno, que sin duda se ha agravado en los últimos años.

Israel tiene la fortaleza para luchar contra este flagelo sin perder la cordura ni caer por el precipicio del deterioro de sus propios valores democráticos. Precisamente porque Israel no es lo que sus enemigos pretenden, deben unirse sus demócratas auténticos, de derecha e izquierda, para frenar tendencias preocupantes, que no harían bien a nadie. Juntos deben y pueden dejar claro ante el mundo todo, y ante su propia gente, que Israel seguirá luchando por su supervivencia y su derecho a existir en paz, sin dejar de ser una luz de democracia en una zona oscura y sofocante.

 

© Por Israel - Semanario Hebreo

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