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EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Los evangélicos y el destino de Occidente

Entre los demócratas locos de alegría porque su país está perdiendo, según ellos, la guerra de Irak (véanse los abrazos y las sonrisas tras la votación en el Congreso) y la defección de algunos republicanos, que coinciden con sus adversarios en el diagnóstico aunque gastan un tono más sombrío (ver la conversación del senador Chuck Hagel con Robert Novak), los candidatos de la derecha a la Presidencia van a tener que echar mano de todos los recursos disponibles para conseguir el respaldo electoral que necesitan.

Entre los demócratas locos de alegría porque su país está perdiendo, según ellos, la guerra de Irak (véanse los abrazos y las sonrisas tras la votación en el Congreso) y la defección de algunos republicanos, que coinciden con sus adversarios en el diagnóstico aunque gastan un tono más sombrío (ver la conversación del senador Chuck Hagel con Robert Novak), los candidatos de la derecha a la Presidencia van a tener que echar mano de todos los recursos disponibles para conseguir el respaldo electoral que necesitan.
Uno de esos recursos es el voto religioso, en particular el evangélico, que resultó determinante en la elección de Bush. Hablamos de la célebre Derecha Cristiana, que, según sus detractores, ha conseguido controlar al conjunto de la derecha norteamericana, crispar la vida política y abrir un abismo insalvable entre las diversas posiciones.
 
Resulta una acusación cuando menos curiosa, porque, en rigor, la capacidad de influencia de la Derecha Cristiana, aun siendo importante, no ha sido ni mucho menos tan esencial como muchas veces se ha dicho. Ha habido, eso sí, una voluntad explícita por parte de Bush de adelantar las cuestiones morales al primer plano de la vida pública, así como de no dejar que la religión fuera expulsada del espacio público, en coherencia con la reacción ante las medidas laicistas que se habían ido tomando desde los años 60.
 
Curiosamente, ninguno de los posibles candidatos republicanos actualmente en liza está en condiciones de repetir declaraciones como la que hizo Bush en 2000, cuando dijo que Jesucristo era su filósofo preferido porque había cambiado su corazón. Romney es mormón, aunque tal vez eso no sea del todo insalvable. Al fin y al cabo, los mormones siguen haciendo de Jesucristo una figura central de su creencia. Ni McCain, si es que todavía sigue de verdad en la brecha, ni Giuliani parecen, ni lo son de hecho, tan devotos como el actual presidente.
 
Los demócratas, por su parte, ya descubrieron la importancia del voto religioso. Obama empezó el discurso con que se postuló como candidato con la expresión "Con todo honor y toda gloria a Dios", muy utilizada en la iglesia a la que pertenece, la Trinity United Church of Christ. Tal vez para dar una impresión de madurez que no se corresponde ni con su imagen ni con su historial, Obama ha insistido una y otra vez en la importancia de la conversión al cristianismo en su vida privada… y en la pública. Incluso Edwards, tan cínico o más que Hillary Clinton, se ha dejado llevar por la inspiración del momento a la hora de hablar de religión. (Edwards es, dicho sea de paso, metodista).
 
Richard Land.Un líder evangélico importante, Richard Land, ha recordado recientemente, en una entrevista en The Wall Street Journal, que en 2006 aproximadamente un cuarto de los votantes se declararon blancos evangélicos, y que de esa cuarta parte un 70% votó a los republicanos. En cambio, de los tres cuartos restantes votó demócrata algo más del 60% (por un 37% a favor de los republicanos). Como deduce el propio Land, los republicanos no pueden ganar sólo con los evangélicos, pero los necesitan absolutamente para alzarse con la victoria.
 
Así las cosas, Land ha dejado saber que los evangélicos están en posición de esperar las propuestas republicanas. Él se muestra sumamente escéptico ante la posible candidatura de Giuliani: demasiados divorcios y demasiado gusto por el espectáculo a la hora de divorciarse. Tampoco admite la tolerancia de Giuliani ante el matrimonio gay, a pesar de que el propio Land tuvo poco éxito cuando quiso convencer a Karl Rove y al núcleo íntimo del presidente de que el asunto sigue teniendo la misma actualidad –o utilidad, si se quiere– política que hace unos años. Peor aún, ni siquiera los evangélicos más jóvenes conceden al matrimonio gay la importancia que ha tenido en años previos. Como motivo de movilización, ya no sirve.
 
Land sabe, por tanto, que los posibles candidatos a los que él mismo, como líder evangélico, podría apoyar en función de sus propuestas morales no llegarán jamás a la Casa Blanca. Y como la amenaza de Obama, Edwards y, sobre todo, Hillary Clinton es sumamente acuciante, habrá que ver cómo él mismo y los demás evangélicos compaginan el realismo con la fidelidad a los principios.
 
Eso sí, los evangélicos siguen siendo de los pocos grupos norteamericanos que siguen apoyando la presencia en Irak con consistencia y seriedad. Así que su apoyo vale aún más en estos momentos en que la frivolidad y el cálculo a corto plazo se han impuesto a cualquier compromiso con la democracia y los Derechos Humanos.
 
Al final, es posible que el destino de Occidente esté en manos de un mormón y unos cuantos cristianos evangélicos dispuestos a movilizarse por causas que el resto de los occidentales dan por perdidas.
 
 
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