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LA LIBERTAD, EN PELIGRO

Las democracias populares latinoamericanas

En el siglo XIX, Lord Acton proclamó que la democracia puede llegar a ser "la mayor amiga de la libertad o su más implacable enemiga". La clave para distinguir una u otra alternativa es especificar los valores que una sociedad determinada aprecia.

En el siglo XIX, Lord Acton proclamó que la democracia puede llegar a ser "la mayor amiga de la libertad o su más implacable enemiga". La clave para distinguir una u otra alternativa es especificar los valores que una sociedad determinada aprecia.
Lord Acton.
Si un pueblo valora la libertad por encima de todas las cosas, entonces obligará a su Gobierno a limitarse, a través de los controles y los balanceos. En ese tipo de comunidad la regla es el respeto por los derechos individuales. Sin embargo, si lo que una población estima más es la "seguridad" –los llamados "derechos sociales"–, entonces no habrá freno a la intromisión del poder político y burocrático, que controlará hasta los mínimos detalles de la vida de cada ciudadano.
 
Y lo que la historia ha demostrado contundentemente es que cuando se da prioridad a la "seguridad social", es decir, a tener alimentos, vivienda, trabajo y salud asegurados por el Estado, entonces se pierde la libertad, e, irónicamente, también perdemos la seguridad, porque entonces los derechos individuales son sistemáticamente violados.
 
Al primer tipo de democracia se la conoce con el nombre de "liberal", al segundo como "popular". Y fueron los soviéticos quienes tuvieron la idea de llamar "democracias populares" a los totalitarismos que impusieron en gran parte del mundo. Por ello no es casualidad que en muchas de esas naciones, luego de la caída del Muro de Berlín, resurgieran con vigor las "democracias liberales", especialmente en Europa Oriental. La razón es que, por la experiencia sufrida, esa gente sabía cuánto cuesta –económicamente y en sufrimientos– el "paternalismo" de la casta gobernante.
 
Cartel electoral de Tabaré Vázquez.Cuando se pensaba que, tras el derrumbe de los totalitarismos en Europa y en la ex Unión Soviética, ya no quedaba nada por aclarar, las "democracias populares" comenzaron a brotar como hongos en América Latina. Por aquí su mentor fue Alberto Fujimori, en el Perú; luego le siguió Hugo Chávez en Venezuela, y hoy en día se van extendiendo como mancha de aceite por Latinoamérica entera.
 
Tras un titubeo que duró un año, con marchas y contramarchas, finalmente el presidente del Uruguay, Tabaré Vázquez, se integró en este nefasto "clan". Vázquez confirmó el 15 de marzo en Caracas que "Uruguay está en Telesur", el canal multiestatal con sede en Venezuela. La Televisora del Sur es un "medio de comunicación audiovisual hemisférico" creado a instancias de Hugo Chávez. Participan los gobiernos de Argentina (20 %), Uruguay (10 %), Venezuela (51 %) y Cuba (19 %).
 
En el proyecto enviado al Parlamento el Ejecutivo señala que la participación de Uruguay en Telesur se explica por la necesidad de "medios que reflejen visiones comunes desde una óptica latinoamericana". También señala que Telesur contribuirá a que los "habitantes de América Latina cuenten con más opciones a la hora de informarse, lo que tendrá como consecuencia un fortalecimiento del sistema democrático (...) La diversidad y el poder elegir los contenidos de la comunicación son previos para la participación democrática".
 
Como esta película, lamentablemente, ya la vimos, sabemos cuál es el segundo capítulo: perseguir, amedrentar y clausurar a la prensa independiente.
 
En lo que podría ser una señal de advertencia, hace poco Vázquez aseguró que su Administración defenderá y estimulará la "democratización" de los medios de comunicación. Cuando un presidente declara eso, hay que ponerse a temblar.
 
Asimismo, el 26 de marzo los uruguayos debieron darse un chapuzón en esta "democracia popular" que aceleradamente se está imponiendo al país. Ese día hubo elecciones en el Banco de Previsión Social para elegir a los representantes de los activos y de los pasivos en el directorio de dicho organismo estatal. El actual Gobierno dispuso la obligatoriedad de votar específicamente por un delegado, so pena de multa. Así, al mejor estilo cubano, a los asalariados se les obligó a votar por un candidato único que nadie conoce ni sabe mucho de él. Y lo justificaron con el argumento de que así se logra una mayor participación popular en los asuntos comunes.
 
¿Seremos capaces de reaccionar a tiempo, antes de que caiga definitivamente la noche?
 
 
© AIPE
 
Hana Fischer, analista política uruguaya.
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