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ESTADOS UNIDOS

La yihad portuaria de Bush

Se está convirtiendo en una importante batalla política: el líder de la mayoría en el Senado, Bill Frist, el Speaker de la Cámara de Representantes, Dennis Hastert, y el líder de la mayoría en la Cámara, John Boehner, todos ellos se han alineado contra el plan del presidente Bush de transferir la explotación de seis importantes puertos americanos a una compañía radicada en los Emiratos Árabes Unidos.

Se está convirtiendo en una importante batalla política: el líder de la mayoría en el Senado, Bill Frist, el Speaker de la Cámara de Representantes, Dennis Hastert, y el líder de la mayoría en la Cámara, John Boehner, todos ellos se han alineado contra el plan del presidente Bush de transferir la explotación de seis importantes puertos americanos a una compañía radicada en los Emiratos Árabes Unidos.
George W. Bush.
El presidente amenaza con vetar cualquier tentativa de bloquear el plan. En referencia al hecho de que la compañía en cuestión, la Peninsular and Oriental Steam Navigation Company, ha sido de propiedad británica hasta el momento de su inminente venta a Dubai Ports World, declaraba el martes [*]:
 
"Quiero que aquellos que cuestionan el proyecto den la cara y expliquen por qué una compañía de Oriente Medio debe estar sujeta, de pronto, a un patrón distinto al que rige para una compañía de Gran Bretaña. Estoy intentando desarrollar una política exterior que diga a los pueblos del mundo: 'Os trataremos de manera justa'".
 
Esto es verdaderamente irrealista, y refleja los peligros de la continua desgana o la incapacidad para luchar a brazo partido contra la yihad por parte de la Administración. Que Bush se sienta obligado a decir a los pueblos del mundo: "Os trataremos de manera justa" revela traicioneramente una peculiar inseguridad allí donde debería haber una autoconfianza robusta y sin complejos de culpabilidad.
 
Bush intenta mostrar a un mundo enfangado en el antiamericanismo que América no es así de mala, pero al hacerlo sólo da crédito a las acusaciones antiamericanas (porque, después de todo, si carecieran de razón, ¿por qué sentiría la necesidad de hacer tal gesto?) y manifiesta la creencia errónea de que "nos odian" por algo que hemos hecho, y que podemos deshacer con la dosis adecuada de buena voluntad.
 
Aquí revela otra vez una total falta de conocimiento de la ideología de la yihad, que es invariable, si bien cambian los pretextos y agravios que la alimentan. No hay dosis alguna de buena voluntad que pueda borrar el imperativo de la yihad de subyugar al mundo bajo el mandato de la ley islámica, que es el programa manifiesto de todos los yihadistas.
 
Emiratos Árabes Unidos podría ser el aliado más fiable que Estados Unidos haya tenido nunca (por supuesto, no lo es ni  de lejos), y aun así no habría modo de garantizar que Dubai Ports World no vaya a contratar a alguien con sentimientos yihadistas. La situación en el mundo islámico hace bastante probable que Dubai Ports World envíe al menos unos cuantos muyaidines a trabajar a esos puertos americanos, y éstos van a poder trabajar allí sin esconderse.
 
Los secuestradores del 11 de Septiembre utilizaron los Emiratos Árabes Unidos como base de operaciones y fuente de apoyo financiero; ¿han limpiado el país de sentimiento yihadista las autoridades emiratíes? ¿Sobre qué base se puede asumir esto?
 
Después de todo, nadie, ni siquiera en Washington, pregunta a los autoproclamados moderados de qué lado están en asuntos relacionados con la sharia o la yihad. Los funcionarios de Washington y de Europa no han mostrado tener conciencia alguna del hecho de que no basta con no tener vínculos con los grupos del terror: un musulmán que crea en la ideología yihadista de supremacía islámica y subyugación de los infieles es susceptible de reclutamiento.
 
¿Es posible determinar si tal reclutamiento es o no probable en el caso de un individuo en concreto? No, y ésta es la razón por la que dejar cualquier puerto en manos de Dubai Ports World es un mal negocio: el potencial de infiltración yihadista es, simplemente, enorme. ¿Por qué una compañía de Oriente Medio está sujeta a un baremo distinto al de cualquier compañía británica? Obviamente, también una firma británica podría contratar a un yihadista, pero la probabilidad es más reducida, ya que los musulmanes británicos constituyen una pequeña minoría de la población.
 
Algunos han argumentado que se ha dado una relevancia desproporcionada a este acuerdo, y que la seguridad de los puertos permanecerá en manos americanas. Incluso si eso fuera cierto, habría que poner fin de inmediato al trato con Dubai Ports World, aunque sólo fuera por su valor simbólico. En lugar de doblegarse para mostrar a las naciones musulmanas que confiamos en ellas, el presidente Bush haría más por la seguridad nacional explicando por qué tal confianza estaría fuera de lugar en este momento y haciendo un llamamiento a tales naciones para que muestren su confiabilidad con medidas directas y urgentes contra la yihad dentro de sus fronteras, incluyendo la derogación de toda discriminación contra los no musulmanes y la proscripción de la enseñanza de la idea de que el orden social islámico debe ser impuesto por la fuerza a cristianos, judíos y demás. Si el presidente pidiera a los Emiratos la adopción de tales medidas no se haría ilusiones sobre dónde se encuentra dicho país.
 
Frist, Hastert y Boehner están en lo cierto. ¿Por qué querría Bush ser tan obstinado en esto? ¿No se da cuenta del inmenso perjuicio que le está causando a su posición como alguien más duro que sus oponentes con el terrorismo islámico? Oportunamente, Hillary Clinton ya ha hablado de medidas legislativas para detener el acuerdo. El presidente se arriesga a dar una oportunidad a los demócratas para que se muestren como más duros que él con el terrorismo, lo cual no es cierto: si resultara electo un demócrata en 2008, podría encabezar la completa destrucción de la, por muy imperfecta que haya sido, resistencia contra el terror.
 
Si este acuerdo sale adelante, ¿se dará el lujo Estados Unidos de anularlo antes de que nos anule?
 
 
Robert Spencer, director de Jihad Watch, columnista de medios como Front Page Magazine o National Review y autor, entre otros libros, de The Politically Incorrect Guide to Islam (and the Crusades).
 

[*] Este artículo fue publicado en Front Page Magazine el 24 de febrero.
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