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LA OMNIPRESENTE POBREZA

La triste cara de Latinoamérica

Como quien no quiere la cosa, un día, en una reciente visita a Colombia, paré la oreja para enterarme de lo que decía una mujer que hablaba por su celular: "¿Mi mamá lleva dos días sin comer por falta de plata? Yo le voy a mandar 20.000 pesitos [11 dólares] para que le hagan una sopita".


	Como quien no quiere la cosa, un día, en una reciente visita a Colombia, paré la oreja para enterarme de lo que decía una mujer que hablaba por su celular: "¿Mi mamá lleva dos días sin comer por falta de plata? Yo le voy a mandar 20.000 pesitos [11 dólares] para que le hagan una sopita".

La conversación me impactó, porque el aspecto de la señora no era el de una persona que pudiera hacer parte del padrón de pobres en mi país.

En otro lugar, un grupo de amas de casa que ofrecían dulces y cigarrillos en una esquina, ante mi pregunta de por qué lo hacían, moviendo sus dedos frente a la boca para indicar hambre me dijeron que sus maridos estaban sin empleo y que por eso resolvieron volverse vendedoras callejeras.

Lo mismo sucede en Guatemala, México, Honduras y otros países latinoamericanos, que, en contradicción, hacen parte de la noticia positiva que se desprende de un estudio realizado por la Comisión Económica de la ONU para la región y la Organización Mundial del Trabajo: el desempleo en América Latina y el Caribe se redujo 0,6 puntos en 2010, y se prevé que continúe haciéndolo este año.

La investigación señala que la baja se debe a la reactivación económica de la mayoría de los países latinoamericanos, generada por las condiciones comerciales y financieras internacionales y por un repunte de la demanda interna. Advierte, sin embargo, de que la reacción económica no garantiza un crecimiento con trabajo decente a largo plazo.

No sé si basan las estadísticas en informes oficiales de los gobiernos que pretenden ocultar la verdad, o si simplemente no toman en cuenta a los desocupados que hacen parte del progresivo empleo informal o –como le llaman en ciertos países– "el rebusque".

En las calles de las ciudades latinoamericanas no se ve tan bonito. Por ejemplo, un reflejo de la pobreza y el desespero de la gente por conseguir comida lo tenemos en los limosneros de los semáforos y los vendedores de cigarrillos, agua, música o películas pirata, o en los ladrones de celulares y relojes.

Una cruda verdad es que gran parte de América Latina sufre de miseria aguda. El 44 por ciento de la población es pobre, y el 40 por ciento de los pobres vive con menos de un dólar diario.

En Colombia, el desempleo superó el 12 por ciento el año pasado, y en México se mueve en torno al 5,3 (recordemos que este país tiene más de 100 millones de habitantes). Por su parte, en Honduras la tasa de desempleo durante el mes de enero de 2011 subió a un 44% de la población económicamente activa, según las autoridades de la Secretaría del Trabajo.

Hasta en Estados Unidos se siente el golpe. Allí se padece una recesión grave. Los temores a la desaceleración de la economía vuelven a resurgir, con un mercado laboral debilitado. La tasa de desempleo bordea el 9 por ciento, cifra que es mostrada con orgullo porque representa un descenso del 0,4 por ciento.

Lo que los dirigentes de América no perciben es que esta situación de pobreza y desempleo podría acrecentar el descontento social, que amenaza con explotar en revueltas populares o derivar en algo peor: el surgimiento de nuevos caudillos y falsos salvadores, que llevarían a una crisis aún más profunda.

 

http://twitter.com/raulbenoit

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