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ESTADOS UNIDOS Y CUBA

La diplomacia del ping-pong

Corrían los primeros años de la revolución castrista, la luna de miel entre La Habana y Moscú estaba en su apogeo cuando Irina Zorina, campeona de ping-pong de la Universidad de Moscú, conoció a Fidel Castro en una recepción diplomática.


	Corrían los primeros años de la revolución castrista, la luna de miel entre La Habana y Moscú estaba en su apogeo cuando Irina Zorina, campeona de ping-pong de la Universidad de Moscú, conoció a Fidel Castro en una recepción diplomática.

El dictador barbudo invitó a la joven rusa a jugar un partido de dicho deporte, no sin advertirle de que uno de sus ayudantes se encargaría de todos los detalles. Dicho y hecho: en su momento, José Llanuza le informó de los dos condicionantes: 1) como Fidel dormía todo el día, el partido tendría lugar por la noche; 2) bajo ningún concepto debía ella ganar.

Esto me lo contó la propia Zorina hace ya unos años en Ginebra, cuando, después del derrumbe del comunismo en su país, asistíamos a una reunión de Naciones Unidas en aquella ciudad suiza.

Más de uno mantiene que la diplomacia del ping-pong podría ser la fórmula mágica para mejorar las tensas relaciones entre los Estados Unidos y la Isla. En otras palabras, que lo que no ha podido conseguir Barack Obama con su política de múltiples concesiones unilaterales –por las que el régimen castrista recibe miles de millones de dólares– podrían lograrlo unos jóvenes atletas.

La propuesta se basa en una profunda ignorancia de la naturaleza del castrismo, en un malentendido a propósito de la diplomacia del ping-pong sino-americana y en la idea de que, diplomáticamente hablando, hay que tratar a todos los países por igual.

Los que señalan como una contradicción el que los Estados Unidos apliquen a China muchas menos restricciones comerciales que a Cuba, pues en ambas dictaduras se atenta contra los derechos humanos, ignoran los rudimentos básicos de la política exterior y la diplomacia. Canadá y México son países vecinos de los Estados Unidos, y los tres son socios en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte; pero, por razones obvias, la política canadiense de Washington no es la misma que su política mexicana. Tampoco tratan igual los Estados Unidos a Bélgica y al Reino Unido, a pesar de que ambos son democracias europeas y miembros de la OTAN.

Las partidas de ping-pong sino-americanas no fueron las causantes del deshielo en las relaciones entre Washington y Pekín. La normalización fue posible debido a la tensión existente entre China y la URSS, y a que los chinos terminaron dejaron de desestabilizar el sudeste asiático. Hoy, los que promueven la diplomacia del ping-pong para con Cuba ponen el foco en las reformas económicas chinas y en los logros comerciales derivados de las mismas, ignorando así la represión política y la falta de libertades fundamentales. Significativamente, el régimen chino todavía no ha normalizado sus relaciones con el pueblo chino.

En China, el poder sigue en manos de una camarilla marxista que no permite la existencia –en aquel país de proletarios– de un solo sindicato independiente de trabajadores, que mantiene en la cárcel a Liu Xiaobo –Premio Nobel de la Paz 2010– y que por decreto limita el número de niños que puede tener un matrimonio. Ese no es el modelo que los cubanos queremos para nuestro país.

El modelo que queremos es el español –reforma de la ley a la ley–, el chileno –plebiscito– o el polaco –mesa redonda con cabida para todos los actores políticos importantes–. Pero los Castro –con el aplauso de sus acólitos en el extranjero– no quieren ceder un ápice de poder; quieren los dólares norteamericanos, pero sin renunciar al antiamericanismo ni a sus alianzas nada secretas con Venezuela, Corea del Norte, Siria e Irán. Hace unos pocos días, el dictador iraní, Mahmud Ahmadineyad, estuvo en La Habana. Por otro lado, el prestigioso periódico italiano Il Corriere della Sera informó del establecimiento de un centro de Hezbolá en la Isla.

Entre tanto, Cuba se queja amargamente de que es objeto de una "guerra mediática", guerra que no es sino el tardío reconocimiento, por gran parte de la prensa internacional y de algunos gobiernos, de que la verdadera crisis no enfrenta a Washington con La Habana, sino al pueblo cubano con quienes lo sojuzgan.

 

FRANK CALZÓN, director ejecutivo del Center for a Free Cuba.

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