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MAGREB

La desnacionalización de nuestras relaciones con Marruecos

El ideal para Marruecos es que en España gobierne la izquierda, porque es antinacional, y en Francia la derecha, porque es imperial. Ése, al menos, es el dicho que circula en los ambientes diplomáticos especializados en el Magreb. Lo menos que se puede decir de esto es que "se non é vero, é ben trovato". Y, en efecto, desde que la izquierda ha vuelto al poder en España, los intereses nacionales en nuestras relaciones exteriores en general, y en las que conciernen a Marruecos en particular, están desamparados.

El ideal para Marruecos es que en España gobierne la izquierda, porque es antinacional, y en Francia la derecha, porque es imperial. Ése, al menos, es el dicho que circula en los ambientes diplomáticos especializados en el Magreb. Lo menos que se puede decir de esto es que "se non é vero, é ben trovato". Y, en efecto, desde que la izquierda ha vuelto al poder en España, los intereses nacionales en nuestras relaciones exteriores en general, y en las que conciernen a Marruecos en particular, están desamparados.
Mohamed VI, rey de Marruecos.
Lo más grave es que esta desnacionalización no se ha hecho en nombre de un objetivo democrático, siguiendo la doctrina progresista que reniega de los pueblos para ver sólo "ciudadanos". En efecto, el nuevo Gobierno español no ha hecho nada en favor de la democratización de Marruecos.
 
El proceso de desnacionalización de las relaciones españolas con Marruecos se ha mostrado ya en varias vertientes. En este artículo aludiremos a nuestra soberanía sobre los territorios norteafricanos, a Canarias, al Sáhara y a la proyección del español.
 
El primer aspecto en el que, objetivamente, el nuevo Gobierno ha actuado contra los intereses nacionales españoles ha sido el relativo a la soberanía española sobre los territorios del Norte de África: Perejil, Ceuta, Peñón de Vélez de la Gomera, islas Alhucemas, Melilla e islas Chafarinas. A finales de julio de 2004 el rey Mohamed VI festejó el aniversario de su subida al trono otorgando a una compañía europea una licencia de exploración petrolífera sobre aguas territoriales españolas correspondientes a Melilla.
 
Mohamed VI y José Luis Rodríguez Zapatero.Nuestro Gobierno, a día de hoy, no ha formulado una protesta diplomática, como exigen nuestros intereses nacionales. A cambio, pretendió que el propio Marruecos "se apiadara" de nosotros retirando la concesión, pero el hecho es que a día de hoy no lo ha hecho. La gravedad diplomática de lo relatado no creo que necesite más explicaciones.
 
El segundo aspecto, conectado con lo anterior, es el relativo a Canarias. El Gobierno de Aznar otorgó en su día (noviembre de 2002) a la empresa Repsol unas licencias de prospección petrolífera en aguas canarias, dentro de la mediana de la línea recta imaginaria trazada entre la costa española y la marroquí. Marruecos protestó (Marruecos, a diferencia del actual Gobierno español, sí que formula protestas diplomáticas), pero España no se movió de su posición. Lo cierto es que, ante el litigio existente, lo procedente es la delimitación de las fronteras marítimas hispano-marroquíes, tanto en el Mediterráneo como en el Atlántico.
 
Pero Marruecos no desea esa delimitación, precisamente para mantener viva una tensión que, con un Gobierno español débil, siempre es rentable. No es casual que, pese a que el Senado aprobó una moción para delimitar las fronteras hispano-marroquíes (que, como es obvio, terminan en el sur en el paralelo 27'40º, que es donde comienza el Sáhara Occidental), el actual Gobierno no haya hecho nada, a pesar de lo mucho que conviene a los intereses nacionales españoles.
 
El tercer aspecto es el cambio de postura hacia el Sáhara. Según la legalidad internacional de la ONU, tan invocada por nuestro Gobierno, España no pudo transferir en 1975 su cualidad de potencia administradora del Sáhara Occidental. O sea, que legalmente hablando España sigue siendo potencia administradora, mientras que Marruecos es la potencia ocupante o, si se quiere, administradora sólo de facto. Pues bien, lejos de asumir nuestras responsabilidades impulsando la descolonización del territorio, el nuevo Gobierno español lo que ha hecho es contribuir a su enquistamiento... en beneficio de Marruecos.
 
Marruecos se encontraba aislado internacionalmente y compelido a aceptar y aplicar el llamado "Plan Baker II", avalado por el Consejo de Seguridad de la ONU por unanimidad. Ese plan fue impulsado por el Gobierno Aznar, que, lejos de tener una neutralidad "pasiva" –como indecentemente alegan algunos responsables del PSOE–, tuvo una intervención muy activa en su aprobación; tanto, que fue aprobado cuando España presidía el Consejo de Seguridad...
 
El nuevo Gobierno ha abandonado la presión sobre Marruecos, lo que ha permitido a Mohamed VI rechazar frontalmente un plan avalado por la ONU como "óptimo", repito, por unanimidad. El presidente Rodríguez, a principios de mayo de 2004, prometió en París que "en seis meses" el conflicto del Sáhara estaría solucionado. Han pasado 10 meses.... y parece que el presidente no ha cumplido. Aunque, claro, todo depende de cómo se entienda lo de "solucionar". Si se entiende por "solución" dar oxígeno a Mohamed VI para salvarlo del aislamiento diplomático, sí, sí que ha cumplido...
 
El cuarto aspecto en el que se refleja la desnacionalización española en nuestras relaciones con Marruecos es el cultural. Pese a la acción de presunta proyección cultural del Instituto Cervantes en Marruecos, lo cierto es que la cultura española está siendo marginada o, simplemente, aniquilada. No se trata sólo de que se estén extirpando los topónimos españoles en Marruecos. En efecto, los medios de comunicación oficiales o "para-oficiales" cada vez utilizan menos (o, simplemente, no utilizan nunca) los topónimos españoles de ciudades de Marruecos como Castillejos, Arcila, Mogador, etcétera.
 
Se llega al atroz olvido del nombre de ciudades fundadas y bautizadas por España en el Sáhara Occidental, hoy ocupado por Marruecos. Se extirpa el hermoso "Villa Cisneros" para sustituirlo por "Dajla"; algunos escriben el nombre ocupante "Layoun" en lugar del bello "El Aaiun", y otros desconocen topónimos como Bojador o Daora, que vemos escritos como "Boujdour" o "Daoura". Pero la destrucción  cultural llegó a su paroxismo cuando Marruecos demolió el fuerte de Villa Cisneros, el edificio español más antiguo del Sáhara Occidental, una joya de la arquitectura militar, un símbolo, un monumento histórico. El Gobierno español no formuló ni la más mínima protesta. Tremendo pero cierto.
 
Y toda esta desnacionalización, ¿a cambio de qué? Pues, sencillamente, a cambio de nada. Nuestro Gobierno, que presume de "progresista", "demócrata", etcétera, no ha hecho nada, repito, nada en favor de la democratización del sistema marroquí. Quizá es que considera que la "democracia" no va bien para el mundo árabe, lo cual, dicho sea de paso, no deja de ser un planteamiento "eurocéntrico" y cercano a la ideología colonialista del XIX.
 
Hicham Mandari.El actual Gobierno del PSOE, lejos de presionar política o económicamente a Marruecos para democratizar su sistema, está premiando la consolidación de una monarquía tiránica y, como tal, sangrienta y corrupta. Esta política de "comprensión" hacia la tiranía ha alcanzado momentos de inimaginable desvergüenza; quizá el mayor, aquél en que el Gobierno español otorgó la máxima condecoración de un Estado democrático (la Gran Cruz de Isabel la Católica) a dos personajes responsables de torturas y desapariciones de opositores: Hamidu Lanigri y Hosni Benslimán.
 
Pero también podríamos preguntarnos qué se hizo de las promesas de "transparencia" que hizo el ministro Alonso después del asesinato en España de Hicham Mandari, peligroso enemigo de Mohamed VI. En pocos casos como en éste, en el que se ha acusado a los servicios secretos marroquíes de perpetrar el asesinato en nuestro suelo, ha sido mayor el "apagón" informativo.
 
El panorama descrito es desolador. Pero muy ilustrativo. Marruecos, siempre, ha sido la auténtica piedra de toque del estado de España. Si hubiera que buscar algún indicador del auge o la decadencia españolas, uno de los más fiables sería Marruecos. El indicador, hoy, no ofrece muchas alegrías.
 
 
Carlos Ruiz Miguel, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela.
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