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ESTADOS UNIDOS

La derecha efervescente y la izquierda pétrea

¿Qué piensan los demócratas progres de la guerra de Irak? Que se trató de una metedura de pata que ha derivado en desastre en toda regla, por lo que habría de ponerle punto final lo antes posible. ¿Y los republicanos? Humm. Ésta es más difícil de responder.

¿Qué piensan los demócratas progres de la guerra de Irak? Que se trató de una metedura de pata que ha derivado en desastre en toda regla, por lo que habría de ponerle punto final lo antes posible. ¿Y los republicanos? Humm. Ésta es más difícil de responder.
En la derecha se lleva discutiendo sobre la guerra desde bastante antes de que estallara. Así, The American Conservative, la revista quincenal lanzada en 2002 por Pat Buchanan, ex asistente de Nixon y Reagan y aspirante que fue –en dos ocasiones– a la candidatura del Partido Republicano a la Casa Blanca, se ha venido oponiendo vehementemente a la campaña iraquí, por entender que se trata de un pésimo ejercicio de nation-building, un derroche de sangre y dinero que no obedece a interés vital alguno para los Estados Unidos. En cambio, The Weekly Standard, del influyente estratega republicano William Kristol, fue de los primeros defensores de la invasión, y en estos momentos sigue defendiendo lo que considera "la guerra acertada por las razones acertadas".
 
Si da usted en seguir un debate entre los aspirantes a hacerse con la candidatura del GOP para las presidenciales del año que viene, podrá escuchar opiniones para todos los gustos. Ésta es de John McCain: "Si fracasamos y tenemos que retirarnos, nos seguirán hasta nuestra propia casa"; esta otra, de Sam Brownback: "Hemos de proponer un plan político en pro de una solución basada en tres Estados [uno para los chiitas, otros para los sunnitas y un tercero para los kurdos]"; y ésta, de Ron Paul: "Ir fue un error; quedarse es otro".
 
En el Partido Demócrata, los aspirantes a hacerse con la candidatura presidencial no hacen sino discutir quién tiene las más puras credenciales antibelicistas. ¿Quién fue el primero en denunciar la guerra? ¿Quién ha hecho la crítica de más calado? Lo que les separan son las formas, no el fondo. "Las diferencias entre nosotros son de poca importancia", llegó a decir Hillary Clinton durante un debate.
 
Lo de Irak no es una excepción. En multitud de asuntos de importancia, la derecha se enfrasca de disputas de hondo calado sobre la política y los principios, mientras el grueso de la izquierda marcha como un solo hombre y con el piloto automático puesto. Puede que a veces surjan disputas por cuestiones tácticas o de detalle, pero no es extraño que los heterodoxos acaben pasando un frío de los que pelan, como bien sabe, por ejemplo, el senador Joseph Lieberman.
 
En el imaginario progresista, los conservadores son una panda de ciegos dogmáticos que sólo saben recitar el discurso del partido, que a su vez procede de tal multinacional, cual Iglesia o directamente del presidente Bush (ahí va un ejemplo: hace unos años, el Washington Post describía a los evangélicos, en una información de portada, como gente "pobre, carente de formación y fácilmente manipulable"). Sin embargo, doquiera se mire estos días, lo que llama la atención es la ausencia de uniformidad ideológica en la derecha.
 
Fíjese en lo que sucede con la inmigración. La National Review, uno de los más distinguidos y veteranos referentes del conservadurismo norteamericano, defiende desde hace mucho una política restrictiva y que se combata con contundencia la inmigración ilegal, mientras que las páginas editoriales del Wall Street Journal, otra eminente voz conservadora, aboga por que haya más y no menos inmigración y considera que la cruzada contra la inmigración ilegal va en perjuicio de los intereses del país. Pues bien, el pasado 31 de mayo los editores de la NR arrojaban a sus colegas del WSJ este guante dialéctico:
Por la presente, desafiamos a los editores del Journal a debatir acerca de la ley de inmigración en terreno neutral y con el moderador que ellos prefieran; dos o tres de nosotros contra dos o tres de ellos [...] Les animamos a que emerjan de las sombras, y esperamos que defender dicha ley (...) no sea uno de esos trabajos que los norteamericanos no quieren hacer.
John McCain.Entre los aspirantes a la candidatura del GOP hay quien defiende la ley de inmigración, como McCain (no en vano, es coautor de la misma), y quien, como el duro Tom Tancredo, consideran que aquélla es "la peor pieza de legislación que se ha producido en mucho tiempo". En el ámbito de los think-tanks, encontramos a gente como Tamar Jacoby (nada que ver conmigo), que aboga desde el Manhattan Institute por abrir el camino de la ciudadanía a los ilegales, y a gente como Heather Mac Donald, que planta cara a cualquier "amnistía" desde el... Manhattan Institute.
 
Por lo que hace al aborto, las bases republicanas llevan décadas defendiendo el derecho a la vida, pero es un abierto defensor del derecho a abortar, Rudy Giuliani, quien encabeza la mayor parte de los sondeos sobre las preferencias de los militantes republicanos. Ande, trate de imaginarse a un demócrata antiabortista encabezando la lista de candidatos del partido a ocupar la Casa Blanca...
 
En cuanto a la sanidad, la ley de Massachussetts, que entrará en vigor este mismo mes, ha sido objeto de encendidos elogios por parte de la Heritage Foundation y de críticas demoledoras por parte del Cato Institute. Tanto el Cato como la Heritage son dos de los think-tanks más influyentes del mundo liberal-conservador norteamericano.
 
Podríamos hablar también del cheque escolar, la investigación con células madre, la discriminación positiva, la tortura: la derecha norteamericana vive en un estado de ebullición, en su seno hay debates, discusiones, desacuerdos; sin embargo, la izquierda, que tanto habla de "diversidad", sólo en raras ocasiones la saca a pasear. Como ha destacado Jonah Golderg, de la National Review, quizá se deba a que "los progresistas definen la diversidad en función del sexo y del color de la piel, no en función de las ideas, lo cual les hace difícil mantener debates de altura".
 
Mantener debates de altura no es malo. Los debates infunden energía a los partidos y sirven para poner las convicciones a prueba. Aportan luz. Hacen pensar a la gente, tanto a los políticos y a los expertos como a los votantes. Las discusiones que se están registrando en el seno de la derecha insuflan nuevos bríos al mercado de las ideas y enriquecen el proceso democrático. Lo mismo pasaría si la izquierda hiciera lo propio.
 
 
JEFF JACOBY, columnista del Boston Globe.
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