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ESTADOS UNIDOS

La amarga media naranja de Barack Obama

¿Preparado para la esperanza y el cambio? Barack Obama también está esperando; pero a que su amarga media naranja cambie de actitud, si es que pretende convertirse en la próxima primera dama. Con sus trajes elegantes, sus perlas y sus peinados estupendos, la señora Obama es, para muchos, digna de ser comparada con la señora Kennedy. Pero en cuanto abre la boca salta a la vista que Michelle no es Jackie O., sino, en todo caso, la quejica de Wendy W.

¿Preparado para la esperanza y el cambio? Barack Obama también está esperando; pero a que su amarga media naranja cambie de actitud, si es que pretende convertirse en la próxima primera dama. Con sus trajes elegantes, sus perlas y sus peinados estupendos, la señora Obama es, para muchos, digna de ser comparada con la señora Kennedy. Pero en cuanto abre la boca salta a la vista que Michelle no es Jackie O., sino, en todo caso, la quejica de Wendy W.
Michelle Obama.
La primera vez que choqué con la señora Obama fue a cuenta de lo poco orgullosa que se siente de ser americana. Entonces traté de animarla aportándole un montón de razones por las cuales está bien sentirse orgulloso de EEUU, como por ejemplo el papel de nuestro país en el colapso del comunismo, nuestra generosidad sin parangón, nuestro sistema económico, nuestro espíritu emprendedor, nuestra ingenuidad...; pero nada, la señora Obama se ha puesto sus taconazos de Jimmy Choo (500 dólares) y se ha hecho fuerte en su papel de Reina de los Quejicas.
 
En uno de sus contados momentos (involuntariamente) divertidos, la señora Obama afirmó: "Barack y yo tendemos a ver lo positivo". Es para partirse de risa. En palabras de Yuval Levin, de la National Review, mi tocaya es "la millonaria más infeliz de América". Y tiene el cuajo de hacer extensible su miseria y el supuesto papel de víctima de su marido a "la gran mayoría de los americanos".

En Carolina del Sur plañó que América es "una nación de tipos que luchan pero que apenas consiguen ganarse la vida". Llegados a este punto, he de pedirles que jamás olviden que a la pobre Michelle, cuya familia maneja unos ingresos de siete cifras, le cuesta un mundo pagar las clases de ballet, las lecciones de piano y los préstamos universitarios.
 
Durante la campaña no ha dejado de advertir, o mejor dicho, de reprender a sus seguidores porque su marido es un desamparadito, por mucho que no deje de ganar elecciones primarias y caucus por todo el país. Con el ceño permanentemente fruncido, habla y no para de los continuos obstáculos que ha de sortear el pobre Barack. ¡Llama al médico y háztelo mirar, bonita! ¡Pero ya!
 
Según la doña, Barack Obama es el hombre corriente y moliente que ha sido humillado alguna vez por tal o cual machote. Y "entiéndalo bien" (he aquí una expresión, muy del gusto de los Obama, que apesta a condescendencia), doña Michelle está aquí para asegurarse de que usted siente su dolor (su de ellos), que en realidad es suyo (o sea, de usted). Y es que las dificultades que ha de afrontar esta privilegiada pareja de licenciados por algún centro de la Ivy League son "exactamente" las mismas que las que sufren los mineros, los trabajadores del sector servicios o los pequeños comerciantes.
 
Ni se le ocurra hablarle a la señora Obama de la Gran Depresión o de los abracadabrantes años Carter: la gente, dice, está "luchando como nunca antes". Sí, la gasolina ha subido, así como el precio de algunos alimentos, y los prestatarios que se metieron en un piso que ahora no pueden pagar están con el agua al cuello; pero ¿qué es eso de "luchando como nunca antes"? ¿Es que jamás han hablado a la doña de las Hoovervilles y de la estanflación?
 
Veamos otra de las proclamas de mi tocaya. "El miedo crea este velo de imposibilidad que pende sobre nuestras cabezas". ¡Ella, la angustias, hablando de miedo!
 
El orgullo que la señora Obama no siente por su país lo siente de sobra por su marido. Y por ella misma. Y por quienes han rasgado el "velo de la imposibilidad" y han votado a Barack.
 
"Estoy orgullosa de cómo ha mantenido su dignidad, su templanza y su honor", dijo Michelle el otro día en el programa Today, a propósito de cómo ha encarado su marido el escandaloso caso Wright. Entonces Barack trató, con toda la gentileza del mundo, de interrumpirla, avergonzado por la sarta de alabanzas que le había prodigado. "Pero es que estoy orgullosa de ti", insistió su esposa. "Lo sé", le respondió el aspirante a candidato presidencial del Partido Demócrata.
 
Que siiiii, que ya sabemos que estás muy orgullosa de tu maridito, Michelle. Así que vale ya, arrogantona.
 
El orgullo no es muy fotogénico. Y tener el ceño siempre fruncido hace que te salgan arrugas; y claro, luego vienen las facturas del botox, ésas que "la gente que lucha" como tú y su marido no puede pagar. Así que trata de sonreír un poco, hija. Aunque sólo sea para variar. Además, es mucho más barato...
 
 
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