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Insulza, a lo que diga Chávez

La inanidad de la Organización de Estados Americanos (OEA) es de vieja data. Ocasionalmente suelta unos fogonazos que nos permiten presumir se trata de un organismo que vela por la democracia y los intereses de las sociedades de la región, pero por lo general es una defensa, un parachoques de los gobernantes de los países que la componen. Se cuentan con los dedos de una mano las veces que la OEA ha representado un papel digno.

La inanidad de la Organización de Estados Americanos (OEA) es de vieja data. Ocasionalmente suelta unos fogonazos que nos permiten presumir se trata de un organismo que vela por la democracia y los intereses de las sociedades de la región, pero por lo general es una defensa, un parachoques de los gobernantes de los países que la componen. Se cuentan con los dedos de una mano las veces que la OEA ha representado un papel digno.
Durante la Guerra Fría, los detractores de la OEA, principalmente marxistas, insistieron en calificarla de pelele del Departamento de Estado de EEUU (¡qué curioso: algo parecido dice Chávez del Senado brasileño!); pero el anatema no sirvió para evitar que el Gobierno castrocomunista –no Cuba– fuera expulsado de la organización en 1962 por su descarada intervención en Venezuela, cuando lo más granado de sus efectivos militares invadió el territorio de esta última. Las fuerzas venezolanas consiguieron repeler la agresión, contribuyendo así a la salvación de la patria y la democracia. Por aquel entonces, el presidente del país era Rómulo Betancourt.
 
A los venezolanos nos llama la atención la sumisión de los dos últimos secretarios generales de la OEA, César Gaviria (Colombia) y José Miguel Insulza (Chile), al teniente coronel neoimperialista, al presidente Hugo Chávez, de cuya procacidad han sido, por lo demás, víctimas. La conducta de Gaviria –en connivencia con Jimmy Carter– durante el referendo revocatorio de Chávez fue vergonzosa. Pero Insulza, que aspira a presidir su país algún día, supera con creces a Gaviria. Trata de sacarse del sombrero, como los magos sus conejos, palabras que no molesten al teniente coronel. Y así, ha tenido la desfachatez de afirmar: "No veo en los últimos meses nuevas señales de que haya ataques a la libertad de expresión". ¡Uf, qué caradurismo!
 
Venga a Venezuela, sálgase del cenáculo chavista y vea cómo es la vida de los periodistas: cómo se nos acosa, cómo se atemoriza a los editores de los medios impresos y a los dueños de los canales de televisión. Para usted, como que no existió el mes de mayo, cuando se cerró ilegalmente –aunque los "hermanos" gobernantes latinoamericanos lo calificaron de decisión soberana– el canal RCTV.
 
Usted mueve a risa cuando afirma deportivamente que el teniente coronel actuó ''ajustado a derecho'' –¿conoce usted acaso el ordenamiento jurídico de Venezuela?–; que actuó dentro de la ley por razones políticas. Es decir, que por razones políticas se pisotea la libertad de expresión y, de propina, el Gobierno se apodera de las instalaciones y los equipos de un canal de televisión.
 
Patético, el burócrata mayor de la OEA, socialcristiano en su juventud, luego del ala marxista de su partido, el MAPU, terminó aterrizando en el Partido Socialista. Mario Vargas sentenció, oportuno, en Madrid que el elefante blanco que comanda Insulza avergüenza a los demócratas latinoamericanos. ''La OEA ha sido generalmente inservible, invisible e inexistente cuando se han planteado en América Latina problemas para la democracia". Verdad. Una verdad del tamaño de un templo.
 
El teniente coronel jamás apreció al señor Gaviria; más bien lo despreció. Aplíquese el cuento, señor Insulza. No lo olvide.
 
 
© AIPE
 
SAÚL PÉREZ LOZANO, coordinador general editorial del Bloque Dearmas.
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