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IBEROAMÉRICA

Evo Morales y el impuesto contra los pobres bolivianos

El nuevo presidente boliviano, Evo Morales, anunció que su Gobierno impulsará un nuevo impuesto contra los ricos. "Un equipo de expertos estudia si el nuevo gravamen cargará la riqueza o el patrimonio, y si se aplica a la gente que tenga un patrimonio de 300.000 dólares o 400.000 en términos de propiedad", explicó el vicepresidente Álvaro García.

El nuevo presidente boliviano, Evo Morales, anunció que su Gobierno impulsará un nuevo impuesto contra los ricos. "Un equipo de expertos estudia si el nuevo gravamen cargará la riqueza o el patrimonio, y si se aplica a la gente que tenga un patrimonio de 300.000 dólares o 400.000 en términos de propiedad", explicó el vicepresidente Álvaro García.
Evo Morales.
Tanto Morales como García descartaron que el impuesto afecte a los pobres, pero se equivocan. Es imposible gravar a los ricos sin afectar a los pobres.
 
Juego de suma cero. ¿Por qué Evo Morales y sus acólitos no entienden este ineludible hecho? La respuesta se encuentra en 500 años de historia económica latinoamericana. Al contrario que los colonizadores anglosajones, los españoles llegaron a América no en busca de establecerse en un remanso de libertad individual y religiosa, sino para llevar a la Corona todo el oro y la plata que fuera posible. Con el tiempo y el incremento de la nueva población mestiza, la pura extracción devino en un sistema económico netamente mercantilista: todo el comercio tenía que llevarse a cabo a través de España, se prohibió el comercio con otras colonias, el intra-colonial, y el cultivo de algunos bienes; además, se establecieron impuestos onerosos a las colonias.
 
Después de la independencia, los mestizos herederos de la colonia instituyeron su propia versión del mercantilismo, una versión diseñada para excluir a ciertos grupos, principalmente indígenas, de los beneficios económicos. La piedra angular de esta estratagema fue la abolición del derecho de propiedad para esos grupos. Estos sistemas, que constituyen el epítome del juego de suma cero (los colonos ganan, los indígenas pierden), son los únicos que conocen Evo y sus asesores.
 
La generación de riqueza. No es de extrañar, entonces, que ellos asuman que toda la riqueza del mundo está ya creada y que sólo hace falta redistribuirla; en este caso, mediante impuestos. Pero están totalmente equivocados. Casi toda la riqueza útil al ser humano debe ser generada a través del sistema de especialización e intercambio, un intrincado sistema de interrelaciones e interdependencias en el cual cada individuo se especializa en la producción de uno o pocos bienes o servicios y obtiene todo lo demás por medio del intercambio con otros individuos. Para que este sistema logre crear la máxima cantidad de riqueza –y se distribuya de la mejor manera entre los participantes– es necesario el respeto absoluto del derecho de propiedad de todos los individuos.
 
Por derecho de propiedad entendemos la facultad que tiene cada uno para poseer propiedad y disponer de ella de la manera que prefiera. Así, un verdadero régimen de derecho de propiedad es, a su vez, un régimen de absoluta libertad para intercambiar bienes y servicios, tanto con nacionales como con extranjeros. Equivale a un juego de suma positiva, ya que cada una de las partes de un intercambio gana y las actividades privadas generan ganancias para la sociedad entera. Esta es la obvia alternativa a la propuesta neocolonial del señor Morales.
 
Cuando no se respeta el derecho de propiedad, los individuos no pueden intercambiar sus bienes libremente y el sistema deviene en un juego de suma cero: unos pocos ganan y todos los demás pierden. Veamos cómo ocurre. Cuando un ladrón arrebata a alguien 1.000 dólares a punta de pistola suceden dos cosas: transferencia pura de bienes de la víctima al delincuente y pérdidas para la sociedad como un todo. La pérdida social ocurre porque los bienes que el ladrón debió dar a cambio de los 1.000 dólares no ingresan en el sistema, y su efecto se multiplica a través de las transacciones.
 
¿De qué manera? A la víctima del asalto le quedan 1.000 dólares menos para dar a cambio de otros bienes, lo cual equivale a una reducción de la productividad de sus recursos. Este faltante le obliga a ofrecer menos de su producto por cada unidad de los bienes que adquiere, lo cual afecta negativamente a los proveedores de esos bienes. Éstos, a su vez, se ven obligados a ofrecer menos de su producto a cambio de cada unidad de los bienes que ellos adquieren, y así sucesivamente. El resultado final es una pérdida de riqueza equivalente a varios miles de dólares.
 
Y este resultado no depende de quién sea el agresor. Cuando el Estado usa su fuerza para obligar a cualquier participante en el sistema a disponer de su propiedad de manera distinta del uso que él le daría en libertad (impuestos, fijación de precios o barreras comerciales), el resultado es igual que el del asalto: unos pocos se enriquecen mediante transferencias y el grueso de la sociedad se empobrece a través de los efectos descritos.
 
El nuevo impuesto contra los ricos tendrá consecuencias no deseadas: impactará más a los pobres. La mejor forma de resarcir a los indígenas es devolviéndoles su derecho de propiedad. ¿Cómo? Entregándoles un reclamo legítimo sobre parte de los recursos naturales existentes en Bolivia (mediante acciones) y eliminando todo impedimento al intercambio de bienes y servicios entre individuos. Es decir, en lugar de establecer un impuesto a los ricos, don Evo debería eliminar los impuestos que ahora perjudican a los pobres. Esto sí mejoraría el nivel de vida de la mayoría de los bolivianos, especialmente el de los indígenas.
 
 
© AIPE
 
Rigoberto Stewart, director del Instituto para la Libertad y el Análisis de Políticas Públicas (Costa Rica).
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