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LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA

El odio de Chávez a Colombia

Hace ya unos cuantos años, en plena campaña presidencial de Pastrana, intenté hacer una llamada desde un teléfono público en el aeropuerto de Bogotá. Me precedía en la cola una muy atildada señora venezolana, que se enfadó muchísimo al comprobar que el aparato no funcionaba. "Esto, en Venezuela, no pasa", me espetó airada, tal vez con la esperanza de que yo fuese colombiano. Le dije: "En España sí, cada día".

Hace ya unos cuantos años, en plena campaña presidencial de Pastrana, intenté hacer una llamada desde un teléfono público en el aeropuerto de Bogotá. Me precedía en la cola una muy atildada señora venezolana, que se enfadó muchísimo al comprobar que el aparato no funcionaba. "Esto, en Venezuela, no pasa", me espetó airada, tal vez con la esperanza de que yo fuese colombiano. Le dije: "En España sí, cada día".
El encuentro podría haber tenido lugar en La Guaira y la frustrada candidata al teléfono podría haber sido colombiana. O en Buenos Aires, con un chileno; o en Santiago, con un argentino. Hay pequeños odios locales, sobre todo entre países fronterizos, herencia malhadada de antañonas competencias coloniales entre oidores, virreyes y gobernadores: el rencor personal del gobernador de Montevideo, Xavier de Elío, contra el virrey Santiago de Liniers abrió la primera brecha entre las dos partes de lo que iba a ser una sola nación, heredera del virreinato del Río de la Plata, y que acabó siendo dos: Uruguay y Argentina. A los gobiernos que se sucedieron en el grupo de las mal gobernadas repúblicas que constituyen la América Latina, casi todos populistas, siempre les fue fácil incrementar esas desavenencias nacidas del puro prejuicio. Así tuvo el continente hasta una Guerra del Fútbol, además de un genocidio completo en el siglo XIX: el arrasamiento del Paraguay por Argentina, Uruguay y Brasil en la llamada Guerra de la Triple Alianza, en la cual la consigna era que no quedara vivo "un solo paraguayo mayor de diez años".

A una de estas periódicas barbaridades está intentando convocar el gorila Chávez en una especie de "todos contra Colombia", consigna a la que se suman con manifiesto entusiasmo los incomprensibles Correa, Morales y la Kirchner, y con algún matiz Lula, quien, ante la propuesta de los miembros de Unasur –una suborganización regional creada para saltarse la OEA– de pedir una reunión con Obama para hablar de asuntos internos de Colombia y de los Estados Unidos, como es el de la utilización por los americanos de bases americanas en suelo colombiano, se ofreció como mediador para organizar esa cita. No sé si con la intención de conseguirla o de postergarla sine die, que sería lo más inteligente.

Ludmila Vinogradoff entrevistó en Caracas al coronel en la reserva José Machillanda, maestro de Chávez en la Academia Militar. Analista y estratega, catedrático en la prestigiosa Universidad Simón Bolívar de Caracas, analiza la crisis regional. "¿Cuáles son las razones históricas de las tensiones entre Colombia y Venezuela?", pregunta la periodista; y responde el militar: "Pueden remontarse a los conflictos no resueltos de hace 200 años por la delimitación limítrofe, en la que Venezuela siempre ha perdido territorio". Sigue la entrevista:
–¿Cómo se agudizan las tensiones en la década chavista?
–Cuando Chávez, que es un golpista y un outsider de la política, llega al poder en 1999, ocurre uno de los procesos más interesantes de Iberoamérica y del mundo, y es que él se ancla en el socialismo europeo, especialmente el alemán, el francés y el español, de tal manera que a través del postmarxismo comienza a funcionar un modelo autoritario militarista.

–¿Cuáles son los prejuicios que hay detrás de estos conflictos?
–Son fundamentalmente ideológicos, porque el autoritarismo militarista, el llamado "socialismo del siglo XXI" bolivariano, es sencillamente un exabrupto. Pretende ver en los EEUU al enemigo. Su planteamiento es primitivo y anacrónico, carente de ética laica.

–Chávez se siente amenazado por las bases militares. ¿Cree que los EEUU vayan a utilizar a Colombia para frenarlo?
–No. El Plan Colombia ya tiene 10 años. En lo geoestratégico, el acuerdo permite a los EEUU usar las bases colombianas para el traslado de material a Afganistán. También para combatir y destruir al narcotráfico y la guerrilla.

–¿Existe rivalidad entre Álvaro Uribe y Hugo Chávez por el liderazgo en la región?
–En la región, los liderazgos están bien definidos y claros. Estoy seguro de que el planteamiento de Uribe es absolutamente democrático.

–¿Y el planteamiento del presidente Chávez es imperialista?
–Más que imperialista es anacrónico y primitivo. El presidente Chávez todavía cree que está en la década de los sesenta, y olvida de que hay un proceso de globalización e interdependencia complejo, en donde la tarea principal de los ejércitos no es la guerra sino mantener la paz.
Dice el hombre algunas verdades: Chávez es anacrónico, Chávez es belicista, Chávez odia a Uribe, que representa todo lo que él no es, en términos culturales, estéticos y políticos. Todo lo que él no podrá ser jamás. Pero además tiene unos socios, que ya no son los comunistas de antaño, aunque se use y se abuse del peso aparente de Fidel Castro en la política regional. No, los socios de ahora son de otra índole. Hace mucho que están ahí, desde que Venezuela entró a formar parte de la OPEP. Me refiero a las organizaciones terroristas árabes, que son las que sacuden el árbol para que caigan la nueces, en palabras de un ilustre dirigente vasco, y a sus aliados de las FARC y de otras narcoguerrillas de menos entidad que operan en la región andina.

Procedo a transcribir una lista que he recibido con mucha más generosa información de parte de Lourdes Rensoli, que hace una ingente labor de esclarecimiento en sus correos "Por Venezuela", y que da una idea de la presencia de Hezbolá y Hamás en los organismos de poder venezolanos:
Adel el Zabayar Samara (diputado del Parlamento de Venezuela).

Amín Obayda el Aissami Maddah (hermana de El Aissami, ejecutiva de Intevep).

Anuar Halabi Harb (presidente del Banco Nacional de Crédito para la Región Central).

Eduardo Saman Namel (ex presidente del Indecu, actual ministro para el Comercio).

Elías Rafael Eljuri Abraham (presidente del INE).

Fadi Kabboul Abdelnour (ministro consejero para Asuntos Energéticos de la embajada).

Feras el Aissami Maddah (hermano de El Aissami, Corporación Merideña de Turismo).

George Kabboul Abdelnour (Bariven-Pdval).

Ghazi Ated Nassereddine (Ministerio de Relaciones Exteriores. Acusado de pertenecer a Hezbolá).

Haifa Aissami Madah (fiscal, hermana de El Aissami).

Haiman el Troudi Douwara (ministro del Poder Popular para la Planificación y Desarrollo).

Haitam Sabek el Hani (director general de los Servicios de Vigilancia y Seguridad Privada del Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores y Justicia).

Hind el Anderi Anderi (Hindu Anderi) (Ministerio de Comercio e Información).

Kamal Naim Naim (presidente del Consejo Legislativo del estado Bolívar).

Radwan Sabbagh Achkar (presidente de Ferrominera Orinoco).

Rafio Souki Rincón (diputado).

Raid Douglas Saab Halabi (Ejecutivo de la Gobernación de Anzoátegui).

Soraya Beatriz el Achkar Gousoub (secretaria ejecutiva del Consejo General de Policía).

Tarek William Saab Halabi (gobernador de Anzoátegui).

Tareck Zaidan el Aissami Maddah (todos sabemos quién es).

Thaer Hasan Abdilhadi (diputado).

Uasim Azam el Troudi Douwara (jefe de la agencia de empleo del estado Barinas).

Wiliem Asskoul Saab (primo de Tarek, Ministerio para el Deporte).

Wisam Abou Harb Wali Halabi (periodista de VTV).
En un espantoso dejá vu, se convoca a la guerra contra la Colombia liberal-conservadora de Uribe, cuyo gobierno ha dado frutos indiscutibles, mientras se perpetran actos y se promueven leyes de claro contenido antisemita.

La judeofobia y el antiamericanismo van de la mano siempre, y más en este caso, donde los intereses del terrorismo árabe, los mismos que en Buenos Aires apartaron de la carrera judicial a Juan José Galeano para que no siguiera investigando la masacre de la AMIA, los mismos de las Torres Gemelas, los mismos de Lockerbie, han pasado a formar parte de las políticas de gobierno de Venezuela. Por sorprendente que pueda parecer, el retornado Alan García, que ya no depende del eje franco-alemán como en los años de la corrupción que acabó con su primer gobierno, y que está preocupado realmente por la subsistencia de unos restos de Sendero Luminoso que pronto pueden ser potenciados con petrodólares para, una vez más, recortar el futuro del Perú, es el apoyo más claro que tiene Uribe en aquella parte del mundo.

Europa, cuando no se dedica a apoyar a Zelaya y a tener de abuelito al provecto Castro, hace la vista gorda y le da cancha a Chávez. España, en especial, de la manera más clara y vergonzosa, con visitas de Moratinos –que se reúne allí de paso con árabes que no se podrían presentar a la prensa española sin que alguien exhumara algún expediente X– y envíos de abrazos con redoble de parte de Zapatero y sus vices de toda calaña.

Aquí no se trata únicamente de apoyar a Uribe y el Plan Colombia, que se gestó en tiempos de Pastrana porque también él sabía que sin la ayuda americana no se iba a poder combatir en serio a las FARC, que tienen apoyo en petrodólares de los socios de la OPEP, de Rusia (Chávez entregó armas rusas a los narcoterroristas), de los proveedores del antiguo Ejército de Liberación de Kosovo y de los viajantes de ETA, todos unidos en torno del presidente de Venezuela. Para ellos, el objetivo a batir en última instancia son los Estados Unidos. No es retórica: es odio y resentimiento acumulados a lo largo de doscientos años de propaganda sistemática. Uribe es una importante pieza en el tablero y, por supuesto, no sólo no descartan el magnicidio, sino que preparan un plan para asesinarlo cada mañana. Imagino que debe de ser el eje de los sucesivos brain stormings matinales en Caracas y en muchos otros sitios del mundo. Digamos Riad, sólo por poner un ejemplo.

Si esa guerra se declarara, luchar en ella sería una acción justa: la primera del siglo XXI para todos los públicos. Habría que ir preparándose.


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