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CHILE

El liberalismo aminoró los daños del terremoto

Bret Stephens ha escrito un excelente artículo en el Wall Street Journal en el que da cuenta de por qué el terremoto que sacudió Chile en fechas recientes no fue tan nefasto como podría haber sido.

Bret Stephens ha escrito un excelente artículo en el Wall Street Journal en el que da cuenta de por qué el terremoto que sacudió Chile en fechas recientes no fue tan nefasto como podría haber sido.
Los sismos se miden en una escala logarítmica que mide la energía que liberan. El de Haití, de 7 grados en la escala Richter, fue equivalente a 2.000 bombas como la de Hiroshima. El de Chile fue de 8,8 grados, es decir, 500 veces más potente. Equivalió a un millón de Hiroshimas, pero sólo se cobró unas 800 víctimas.

Según el científico de la NASA Richard Gross, el tremendo cataclismo ha desplazado ocho centímetros el eje terrestre y acortado así los días en 1,26 milisegundos. Se trata del séptimo sismo más fuerte de los que se tiene registro.

La relativamente pequeña cifra de damnificados se debió a la solidez de las edificaciones, en buena medida producto de la riqueza generada por el liberalismo económico que implantaron los Chicago Boys, esos discípulos de Milton Friedman que transformaron la miseria del socialismo de Salvador Allende en la prosperidad capitalista de Augusto Pinochet.

Cuando Pinochet dejó el poder, los gobiernos de centro-izquierda que le sucedieron mantuvieron el sistema económico neoliberal. El progreso y el respeto a la ley se mantuvieron constantes. La alta calidad de las construcciones y los incorruptibles medios estatales de supervisión evitaron que las muertes por el sismo llegaran a la asombrosa cifra haitiana: alrededor de 230.000.

En tiempos de Allende la inflación alcanzó el 1.000 por ciento, y el PIB per cápita era inferior al argentino y similar al peruano. Al paso que iban los chilenos con el socialismo, hoy estarían viviendo en casas ruinosas o chozas, como sucede en Cuba y empieza a suceder en Venezuela.

Lo que Chile hizo después del golpe de 1973 fue liberar la economía y reducir tanto los gastos del gobierno como la emisión de moneda. Privatizó las empresas del estado, eliminó los obstáculos que impedían a la gente trabajar en libertad, abrió las puertas a las inversiones nacionales y extranjeras... De ahí en adelante se convirtió en el país más floreciente de América Latina.

De 1973 a 1990 Pinochet elevó el PIB per cápita chileno en un 40%, mientras que, por ejemplo, Argentina y Perú se estancaron. Hoy, Chile es el país latinoamericano con menos intervención estatal, corrupción, mortalidad infantil y porcentaje de pobres. Perú aprendió la lección, y es nada menos que el socialista Alan García quien está dando el vuelco hacia la cordura.

La fórmula es siempre la misma: el capitalismo lleva a la riqueza; el socialismo, a la pobreza. No existe un solo caso en la historia que evidencie lo contrario. Sin embargo, Hugo Chávez, Evo Morales y Cristina Kirchner creen saber más que los demás.

En estos momentos Sudamérica padece a algunos de los mandatarios más obtusos que haya habido jamás, con millones de seguidores tanto o más indoctos que ellos. Si la cadena de movimientos telúricos continúa por el continente y su onda destructiva pasa por las grandes urbes, las víctimas pueden llegar a contarse por millones.

En la mayoría de los países latinoamericanos los reglamentos relacionados con la construcción son violados por gente que usa y abusa del soborno y que se lucran inescrupulosamente con la venta de edificios de utilería. Por otro lado, no existen servicios policiales, de bomberos, paramédicos y hospitalarios que puedan socorrer a la población tras una catástrofe de gran magnitud.

La advertencia esta vez no viene de un filósofo o intelectual político, sino de la naturaleza: si queremos salvar nuestras vidas, solamente lo lograremos a través de la libertad económica y el respeto a las leyes.


© AIPE

JOSÉ BRECHNER, periodista boliviano.
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