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MUNDO ISLÁMICO

El laicismo turco, en la cuerda floja

El laicismo está gravemente amenazado en Turquía, y millones de turcos están profundamente preocupados por que su país pueda transformase en un Estado islámico. El Partido Republicano del Pueblo (CHP) y el Partido de la Izquierda Democrática (DSP) han unido sus fuerzas para tratar de detener al gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AK), mientras se extiende el temor a que el AKP trate de destruir los cimientos laicos del Estado.

El laicismo está gravemente amenazado en Turquía, y millones de turcos están profundamente preocupados por que su país pueda transformase en un Estado islámico. El Partido Republicano del Pueblo (CHP) y el Partido de la Izquierda Democrática (DSP) han unido sus fuerzas para tratar de detener al gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AK), mientras se extiende el temor a que el AKP trate de destruir los cimientos laicos del Estado.
Turquía ha vivido recientemente tres grandes concentraciones laicistas, en Ankara (medio millón de personas), Estambul (cerca de un millón) e Izmir (millón y medio). Las tres han puesto de manifiesto que, si bien los partidarios de la instauración de un Estado islámico son muchos (si no, Turquía no tendría un primer ministro del AKP), también son multitud los que respaldan la vertiente local del laicismo, el kemalismo, que debe su nombre a Mustafá Kemal Ataturk, quien abolió el Califato en 1924 e instituyó un buen número de controles sobre el islam político, muchos de los cuales siguen vigentes.
 
Ataturk secularizó la legislación sobre el matrimonio, ordenó que el turco se escribiera en caracteres latinos en vez de árabes, introdujo varias restricciones a las prácticas religiosas islámicas y, sobre todo, sometió a control las mezquitas y las enseñanzas que en ellas se impartían, para asegurarse de que no se adoctrinara a los fieles en el islam político. Por todo ello, los musulmanes practicantes han sido siempre la principal fuerza opositora del kemalismo.
 
Por otra parte, el hecho de que la mayoría de los participantes en las últimas manifestaciones laicistas sean nominalmente musulmanes pone de relieve determinados aspectos del auge de la oposición a la sharia en las sociedades islámicas. Onur Oymen, del Partido Republicano del Pueblo, niega que quienes se concentraron en Ankara, Estambul e Izmir representen al "islam moderado". "No hay democracia sin laicismo –ha declarado–. Eso del islam moderado como contrapeso del islam radical no es más que una tontería. Esa idea, que está siendo promovida desde determinados países, debería ser abandonada".
 
A primera vista, pudiera parecer baladí la distinción que hace Oymen entre laicismo e islam moderado. ¿Acaso no sería el laicismo un fruto del islam moderado? Después de todo, la gran mayoría de los que se manifiestan contra la instauración de la ley islámica se consideran musulmanes.
 
Lo cierto es que una cosa es considerarse musulmán y otra, muy distinta, aceptar los principios del islam político. A día de hoy, los yihadistas tratan de atraer a sus filas a los musulmanes pacíficos presentándose como exponentes del islam "puro" y "verdadero", y hablan de la yihad como de la "obligación olvidada" (así se titula, por cierto, una publicación ampliamente difundida). Y, por supuesto, no dejan de lado, para nada, el islam político. Entre tanto, los musulmanes que no desean vivir sometidos a un Estado islámico no han sido capaces de formular una respuesta al desafío yihadista echando mano de argumentos islámicos.
 
Sólo han conseguido ganar terreno cuando se han decidido no sólo a dejar de lado el carácter político y social del islam, sino a erradicarlo deliberadamente. Precisamente fue en la Turquía de Ataturk donde mayores réditos ha obtenido este enfoque.
 
Ataturk comprendió que el islam político cobraría vigor allá donde reviviera el fervor religioso. Así pues, el kemalismo no se presentaba bajo los ropajes del islam moderado, ni como una creación islámica, sino como un movimiento de rechazo explícito del islam político y partidario del laicismo. Jamás acudió a las enseñanzas islámicas para justificarse; todo lo contrario: dejaba a las claras su abierto rechazo a determinados aspectos y tradicionales del islam.
 
Ataturk fue la primera gran figura política del mundo islámico que rechazó, abiertamente y sin pedir perdón por ello, el islam político y optó por el modelo occidental que estipula la separación entre la Iglesia y el Estado. El laicismo turco no reivindica el islam moderado, y parte de unas premisas que no son para nada islámicas. La gente como Oymen sabe que toda reforma legislativa destinada a cambiar el estado de cosas vigente en el país desde el Gobierno de Ataturk sólo servirá para abrir las puertas a la instauración de la sharia en Turquía.
 
Este principio no se limita sólo a Turquía: si quieren prevalecer sobre los partidarios de la yihad y la sharia, los musulmanes pacíficos tienen que estar dispuestos no sólo a ignorar, sino a rechazar explícitamente, aquellos aspectos de la ley islámica que entren en conflicto con los derechos humanos y el laicismo. Sólo así podrán defender sus posiciones y plantar cara al desafío social y teológico del yihadismo. No sólo los turcos, también todos los pueblos libres, tienen algo que ganar con la supervivencia del laicismo en la tierra de Ataturk.
 
 
ROBERT SPENCER, editor de Jihad Watch y autor de obras como la GUÍA POLÍTICAMENTE INCORRECTA DEL ISLAM, que acaba de pubicar en castellano la editorial Ciudadela.
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