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HISPANOAMÉRICA

El fin de Chávez y el gobierno cubano

La prioridad de los servicios cubanos es apuntalar el chavismo a cualquier precio. Dan por sentado que Chávez se morirá pronto y hacen planes. Están en estado de alerta y se mueven en esa dirección a toda máquina.


	La prioridad de los servicios cubanos es apuntalar el chavismo a cualquier precio. Dan por sentado que Chávez se morirá pronto y hacen planes. Están en estado de alerta y se mueven en esa dirección a toda máquina.

Cuando Adán Chávez, el hermano mayor de Hugo, ya al corriente del cáncer que afectaba al presidente, regresó de Cuba hace unos días y dijo en Caracas, públicamente, que había que pensar en defender la revolución bolivariana por cualquier vía al margen de las elecciones, estaba describiendo el punto de vista y la desesperada estrategia de La Habana.

Era predecible. Raúl Castro y su hermano tienen buenas razones para temer que Chávez, si se muere, se lleve a la tumba la revolución cubana. Esos 100.000 barriles diarios de petróleo, y los copiosos subsidios que concede a la Isla, son el principal sostén de una dictadura asombrosamente improductiva, como no se cansan de denunciar los propios mandamases del régimen. Si se corta ese flujo de recursos, la hecatombe sería mayor que la vivida cuando desaparecieron la URSS y su generoso subsidio. Entonces, a principios de los noventa, la capacidad de consumo de los cubanos se contrajo súbitamente en un 40%. Ahora sería peor.

El escenario que Raúl y Fidel temen es probable que suceda: la cúpula chavista, sorprendida por la desaparición del caudillo venezolano, se divide y es barrida en las urnas. Eso es lo que quieren evitar. Todos saben que en ese país no hay nadie en las filas oficialistas que suscite simpatías populares. Chávez no creó un partido sino un coro de sicofantes. Muerto o en medio de una prolongada etapa agónica, simplemente, no tiene sustituto. Por eso Adán comenzó a preparar las condiciones para un escenario violento. Tratarán de imponerse por la fuerza y la represión utilizando a los chavistas cercanos al castrismo más o menos como Moscú, durante la Guerra Fría, dominaba a sus satélites, utilizando a los camaradas locales prosoviéticos. Lejos de pactar un acuerdo pacífico con la oposición, van a "radicalizar el proceso", como dicen en la jerga. En ello les va la vida.

El fin de la colaboración entre La Habana y Caracas conlleva otro aspecto muy grave para los Castro. En Venezuela hay unos sesenta mil cooperantes cubanos. Si el chavismo pierde el poder, tendrían que repatriarlos rápidamente, y temen que un porcentaje grande intente quedarse. Hay planes de contingencia para evacuarlos por cualquier medio en una especie de Dunkerque caribeño si la situación se hace muy crítica, pero antes de llegar a ese punto el gobierno de Raúl Castro hará cualquier cosa por mantener su jugosa colonia.

Los demócratas venezolanos de la oposición, naturalmente, no se cruzarán de brazos. No son idiotas. El mensaje que están susurrando al oído a los diputados chavistas y a los militares con mando de tropa va en la otra dirección: es inútil tratar de convertir el gobierno de Caracas en una dictadura procomunista contra la voluntad del 80% de los venezolanos, incluida la mayor parte de los chavistas, como confirman todas las encuestas. Ese intento terminaría en un baño de sangre. No hay chavismo sin Chávez, y nadie sabe exactamente qué es la revolución bolivariana, más allá de un inmenso desorden que se ha tragado un billón (trillion en inglés) de petrodólares mientras demolía buena parte del tejido empresarial. Llegó el momento de quitar la mecha a la bomba de tiempo mediante unos comicios honrados y el compromiso de no pasar la factura a nadie por los 12 años de chavismo.

Los chavistas –dicen– no pueden ni deben subordinar los intereses venezolanos a la conveniencia de Cuba. Para ellos (por lo menos para los que ya están al habla con sus adversarios), la desaparición del teniente coronel es una oportunidad de consolidar dos grandes fuerzas políticas de centroderecha y centroizquierda que, recurriendo a procedimientos democráticos, den estabilidad al país tras la desaparición de Chávez.

Es probable, en suma, que Cuba no consiga imponer su voluntad en Venezuela, pese a todo el empeño que ponga en el esfuerzo. Cuando era la metrópoli del mundillo comunista de Centroeuropa, Moscú tenía varias divisiones del Ejército Rojo ocupando el territorio de sus satélites, a los que suministraba petróleo y gas a precios preferenciales. La relación de Cuba con Venezuela es diferente. Los satélites de la URSS en gran medida eran parásitos económicos de Moscú; Cuba es un parásito de su satélite. Los venezolanos no necesitan para nada a los cubanos. Esa relación de fuerzas acabará prevaleciendo.

 

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