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OBAMA Y LA ECONOMÍA

El desempleo en Estados Unidos

El otro día escuché al presidente Obama inaugurar en la Casa Blanca su Cumbre del Empleo. Ojalá que logre algo, pero sus breves palabras no nos dejaron muchas esperanzas, porque comenzó dando la bienvenida a los políticos y a los sindicatos presentes en el acto, dos grupos que no crean empleo en el sector privado sino que más bien tienden a dificultar la reducción del paro. Ni los directivos de la Cámara de Comercio ni los de la Federación Nacional de Negocios Independientes (NFIB) fueron invitados.

El otro día escuché al presidente Obama inaugurar en la Casa Blanca su Cumbre del Empleo. Ojalá que logre algo, pero sus breves palabras no nos dejaron muchas esperanzas, porque comenzó dando la bienvenida a los políticos y a los sindicatos presentes en el acto, dos grupos que no crean empleo en el sector privado sino que más bien tienden a dificultar la reducción del paro. Ni los directivos de la Cámara de Comercio ni los de la Federación Nacional de Negocios Independientes (NFIB) fueron invitados.
Las más recientes estadísticas sobre el desempleo muestran que el 10,2 por ciento de los norteamericanos está buscando trabajo; pero esa cifra no incluye a quienes perdieron la esperanza de conseguirlo a tiempo completo y se contentan con uno de pocas horas al día: si se tiene en cuenta a este grupo, la cifra es realmente preocupante: 17,5 por ciento. Y los expertos no sólo estiman que continuará aumentando en el año 2010, sino que cada día hay más indicios de que los patronos están recortando los salarios y beneficios que pagan a sus empleados, así como los que piensan abonar a quienes piensan contratar para reemplazar a aquellos que alcanzan la edad de retiro.

Tanto la recesión como la recuperación van a resultar bastante más largas de lo que los expertos calculaban hasta hace poco, dado el colapso de la construcción y del valor de las viviendas, así como por la desaparición de muchos bancos y empresas financieras. Los bancos ya debilitados no van a querer asumir el tipo de riesgos que les parecían aceptables durante los primeros años del siglo XXI.

Y no podemos dejar de dar la debida consideración al hecho de que quienes contratan a la mayor parte de los trabajadores en Estados Unidos no son las compañías grandes y conocidas, que gozan de fácil acceso a millonarias líneas de crédito, sino las pequeñas empresas familiares, que han sido las más afectadas por las excesivas y costosas regulaciones, el impuesto sobre la renta y el impuesto de sucesiones.

No es difícil entender algo que la mayoría de los políticos pretende ignorar: cada generación de pequeños comerciantes e industriales tiene que reponer una gran parte del capital de sus empresas después de pagar el impuesto de sucesiones que adeudan tras el fallecimiento de sus predecesores. Pues bien, esos empresarios que han de pagar al fisco por la muerte de sus familiares no van a contratar nuevos trabajadores adicionales, sobre todo si no están totalmente seguros de que la empresa logrará sobrevivir la actual recesión.

Otra indicación de que a los políticos no les importan mucho la recesión ni el desempleo (que en nada ha afectado a Washington ni a los empleados públicos, sector donde, por el contrario, sigue aumentando el número de trabajadores) es que el salario mínimo sigue subiendo: en concreto, en julio pasó de 6,55 a 7,25 dólares la hora.

A usted no se le pasaría por la cabeza que un comerciante cuyas ventas están cayendo procediera a subir los precios. Pero los políticos parecen ignorar totalmente las consecuencias de que el salario mínimo haya subido un 40% desde el año 2007: entonces estaba a 5,15 dólares la hora.

Si Obama sigue por el mismo camino, va a necesitar frecuentes cumbres; pero para que le expliquen las repercusiones del intervencionismo estatal.


© AIPE

CARLOS BALL, director de la agencia AIPE.
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