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AMÉRICA

El derecho de secesión renace en EEUU

Estados Unidos nació como resultado de una revolución secesionista de las Trece Colonias contra el todopoderoso Imperio Británico. El nuevo país se fundó sobre el derecho del pueblo a abolir cualquier forma de gobierno que atente contra la libertad, la vida y la búsqueda de la felicidad, tal y como se expresa en la Declaración de Independencia de 1776 y en la propia Constitución.

Estados Unidos nació como resultado de una revolución secesionista de las Trece Colonias contra el todopoderoso Imperio Británico. El nuevo país se fundó sobre el derecho del pueblo a abolir cualquier forma de gobierno que atente contra la libertad, la vida y la búsqueda de la felicidad, tal y como se expresa en la Declaración de Independencia de 1776 y en la propia Constitución.
La principal preocupación de los Padres Fundadores era configurar un sistema político con unos contrapesos capaces de limitar, en la medida de lo posible, la acción expansiva de un Estado central. El temor residía en la concentración del poder en pocas manos. De ahí que EEUU se fundara sobre el principio fundamental del derecho de secesión. De hecho, la Declaración de Independencia es en sí misma un documento secesionista.

Jefferson y Madison vieron en dicho precepto una garantía básica frente al poder estatal. Por ello, defendieron la posibilidad de que los ciudadanos se separaran de un gobierno y fundaran uno nuevo, siempre y cuando éste atentase contra la vida, la libertad y la legítima búsqueda de la felicidad. Derechos básicos y esenciales que recoge la Constitución de EEUU.

Además, tal y como explica Alexis de Tocqueville en La democracia en América, la Unión se formó "por el acuerdo voluntario de los Estados (antes constituidos en colonias)", que al unirse no perdieron "el derecho a su nacionalidad ni [se vieron] reducidos a la condición de pueblo único e igual". "Si uno de los Estados elige retirarse del bloque, sería difícil refutar su derecho a hacerlo", añadía el pensador francés.

Abraham Lincoln.La secesión era un sentimiento en auge a mediados del siglo XIX. Por distintos motivos, muchos de ellos económicos, numerosos estados del Sur aspiraban a recuperar su soberanía política en detrimento de las crecientes competencias que, poco a poco, iba adquiriendo Washington como centro del poder político del país. Fue precisamente la amenaza separatista, y no la abolición de la esclavitud, lo que provocó la guerra civil en 1861. Sin embargo, esa vez triunfó el Estado central y, con él, dio comienzo el Imperio Estadounidense.

Thomas J. DiLorenzo, en su obra El verdadero Lincoln, expone magníficamente los entresijos y causas reales del conflicto fratricida que enfrentó brutalmente a los estadounidenses. La victoria de los unionistas terminó imponiendo el denominado Sistema Americano, defendido a ultranza por Hamilton, Clay y Lincoln, basado en un fuerte proteccionismo económico, la nacionalización monetaria y bancaria, la Hacienda Pública, las subvenciones al fomento interno (capitalismo de Estado) y, cómo no, la centralización política.

Siglo y medio después, parece renacer el espíritu secesionista sobre el que se fundó EEUU. La intensa crisis económica y financiera que vive el país y algunos puntos polémicos del programa electoral de Obama están despertando ansias de soberanía en algunos congresistas. Los rescates públicos y el creciente endeudamiento vienen acompañados de una nueva oleada intervencionista en el ámbito económico, lo cual es visto como una amenaza directa a los derechos fundamentales de todo individuo.

En la actualidad, cerca de 20 estados estudian introducir resoluciones en el Congreso en demanda de una mayor soberanía estatal frente a Washington. El último ha sido New Hampshire, mediante un documento en el que reclama los derechos estatales de secesión sobre la base de los más puros principios defendidos por Jefferson.

Curiosamente, el actual presidente de EEUU, Barack Obama, se declara un ferviente admirador del centralista Lincoln. La noria de la historia siempre nos depara sorpresas.


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