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El dedo en la llaga política peruana

La propuesta de la magistrada Greta Minaya (Jurado Nacional de Elecciones) de establecer requisitos mínimos para los postulantes a parlamentario ha puesto el dedo en la llaga del sistema político peruano.

La propuesta de la magistrada Greta Minaya (Jurado Nacional de Elecciones) de establecer requisitos mínimos para los postulantes a parlamentario ha puesto el dedo en la llaga del sistema político peruano.
Para aquellos que se refugian en los textos olvidando la realidad nacional, es un escándalo que pueda exigirse que para ser congresista se acredite, por lo menos, tener la educación primaria completa. Eso, según dicen, sería introducir criterios de discriminación y hasta violar los derechos humanos de gente que ahora, por el solo hecho de ser peruana, puede optar a cualquier cargo público.

Tales críticas son deleznables, porque la enorme mayoría de la ciudadanía viene reclamando la reforma integral de una institución sumida en el ocaso desde la década de 1990.

El ordenamiento constitucional permite que cualquier ciudadano hábil y mayor de 25 años ocupe una curul. No es requisito siquiera acreditar antecedentes penales limpios, cosa que se pediría, en cambio, hasta a un postulante a conserje.

Adicionalmente, el voto preferencial facilita que en el interior de los partidos se impida la meritocracia y alienta que solo quienes tienen dinero para pagar su campaña y contribuir a la de sus cabezas de lista se imponga como candidato con mayores opciones, lo cual significa que el poder real está en manos de una plutocracia difusa que banca a caciques políticos.

Por populismo, no se exige formación académica, profesional o laboral específica alguna para convertirse en representante nacional. ¡Contrariamente, hasta para obtener un permiso de conducir todo el mundo tiene que aprobar exámenes teóricos y prácticos!

Con esta laxitud normativa se ha permitido que la ignorancia, la manipulación de las cúpulas partidarias y la inmunidad trocada en impunidad se apoderen del primer poder del Estado.

El Congreso está, así, infestado de mediocridad, y produce una legislación voluminosa pero conceptualmente pobre. Su desprestigio se acentúa con cada día que pasa. Luego, como esos monstruos electorales convertidos en jaguares son, además, intocables, no hay forma de moderarlos ni reemplazarlos. Y ni siquiera prosperan propuestas sensatas de renovación, porque los parlamentarios no están dispuestos a reformarse.

Se impone, por lo demás, la tendencia a transformar el Congreso en caja de resonancia de necios escandaletes políticos, campea la falta de transparencia en cuanto a los orígenes políticos de muchos representantes, y es sospechosa la relación entre las anónimas fuentes de financiamiento y los intereses que defienden las bancadas.

Las sombras de corrupción, el nepotismo, la indisciplina dentro de las bancadas, el transfuguismo y el carpetazo concertado entre todos para defender sus privilegios rebasan, finalmente, el vaso de la tolerancia pública.

Frente a ello, planteamientos como el de la doctora Minaya deben ser alentados de cara a las elecciones del 2011. Caso contrario, pronto tendremos a bestias salvajes como causantes del desgobierno nacional.


© AIPE

HUGO GUERRA, subdirector del diario El Comercio (Perú).
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