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FURIA ISLAMISTA

El colmo de la hipocresía

Las imágenes de los disturbios que han tenido lugar a lo largo y ancho del mundo musulmán, y las manifestaciones –afortunadamente, en su mayoría pacíficas– que han llevado a cabo musulmanes en el nuestro, me instaron a tratar de organizar de alguna manera hechos diversos, a ver si de alguna manera podía encontrar algún tipo de explicación racional a lo que, a simple vista, parece una irracionalidad total protagonizada por hordas enardecidas y fuera de control.

Las imágenes de los disturbios que han tenido lugar a lo largo y ancho del mundo musulmán, y las manifestaciones –afortunadamente, en su mayoría pacíficas– que han llevado a cabo musulmanes en el nuestro, me instaron a tratar de organizar de alguna manera hechos diversos, a ver si de alguna manera podía encontrar algún tipo de explicación racional a lo que, a simple vista, parece una irracionalidad total protagonizada por hordas enardecidas y fuera de control.
Manifestación de fanáticos islamistas en Londres, el pasado viernes.
En primer lugar, me llamó mucho la atención que todo esto se haya desatado ahora, cuando la publicación de las caricaturas se produjo hace varios meses. Y utilizo el término desatado sarcásticamente, puesto que poco y nada sucede en estos países de forma espontánea y sin el consentimiento de las autoridades. La explicación más interesante la encontré en el blog de un saudí residente en el Reino Unido:
 
"Con el objetivo de distraer la atención del público del lamentable fallecimiento de un número reducido de fieles en La Meca durante la última peregrinación del Haj, se dio instrucciones a los periódicos saudíes para que revivieran una crónica con cuatro meses de antigüedad acerca de caricaturas del Profeta en un periódico danés y convertirlo en un ataque contra Dinamarca, junto con un 'reclamo espontáneo por parte de la gente' para  boicotear productos daneses".
 
Se seguiría así una vieja tradición, tanto en Arabia Saudí como en el resto del mundo árabe, de incitar el odio hacia Occidente para desviar la atención de la gente de sus verdaderos problemas, la mayoría de éstos producto de la ineptitud y corrupción endémica de la clase dirigente local.
 
Pero, más allá de que el origen sea ése o no, no termina de sorprenderme la ironía del reclamo, tanto por parte de los gobiernos como de la opinión pública de estos países. Son esos mismos gobiernos y los medios de comunicación que éstos controlan directa o indirectamente los que permanentemente publican caricaturas antisemitas con un contenido muchísimo más violento que el de las publicadas originalmente en Dinamarca. Son esos mismos gobiernos y los medios que controlan los que producen series de televisión en las cuales los hebreos aparecen como cerdos y monos, como sangrientos asesinos, en las que se intenta legitimar viejas teorías conspiratorias y se da origen a nuevas. Es en los países gobernados por esta gente hoy tan indignada donde se inculca a los más pequeños, en las escuelas, el odio hacia cristianos y judíos. Es allí también donde a los occidentales nos llaman cruzados e infieles –"gente sin Dios"–, término que refleja su falta total de respeto por otras religiones y por quienes las practicamos.
 
La exigencia de los gobiernos de varios de estos países de una disculpa por parte del Gobierno danés y del presidente de la Comisión Europea puede ser un indicador de lo poco que entienden sobre Occidente y sobre los principios más básicos del concepto de libertad de prensa. Pero esta gente no es estúpida, y es más probable que se trate del mismo juego de echar leña al fuego para entretener a la población local. Y si bien algunos gobiernos occidentales se han mostrado comprensivos (a mi juicio en exceso) hacia dicho reclamo, seguirles el juego representaría un grave error, con terribles consecuencias para la defensa de los valores occidentales de la libertad.
 
 
Pablo Kleinman, director general de El Iberoamericano.
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