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HISPANOAMÉRICA

Colombia se descuaderna

La economía era uno de nuestros grandes orgullos. Crecíamos al 9% anual, se multiplicaban las inversiones y florecían los negocios que arrastraban el aumento sostenido del empleo dignamente remunerado. Al Banco de la República le dio por aterrizarnos y nos dimos un fenomenal porrazo.

La economía era uno de nuestros grandes orgullos. Crecíamos al 9% anual, se multiplicaban las inversiones y florecían los negocios que arrastraban el aumento sostenido del empleo dignamente remunerado. Al Banco de la República le dio por aterrizarnos y nos dimos un fenomenal porrazo.
En los dos últimos trimestres hemos crecido a la mitad de lo que traíamos, se contrajo la inversión y por primera vez en cinco años se inclinó a la baja la línea del empleo. Ya dirán los sabios que somos víctimas de una crisis mundial. Como no es tan pobre nuestra memoria, replicaremos que recogemos lo que sembramos y que mucho antes de que se hablara de créditos subprime (alto riesgo) ya nos habían condenado, los muchachos de la Junta, a la revaluación y a la recesión más inclementes.
 
La Seguridad Democrática será todavía el centro nervioso del prestigio del presidente Uribe. Pero no seríamos leales si escondiéramos nuestra perplejidad. Desde la Operación Jaque venimos como arrastrando el alma. Los medianos éxitos recientes son todos obra de la Policía: las Fuerzas Militares no parecen con más tiempo ni energía que la que necesitan para defenderse en la Fiscalía y la Procuraduría. El crecimiento de las llamadas bandas emergentes (la vieja cocaína, en manos nuevas) es escalofriante.
 
Aumentan los cultivos ilícitos, y por primera vez en cinco años sube la cuenta de los homicidios, así como la dramática percepción de que hemos vuelto a superados estadios de inseguridad. La extinción de dominio se ahogó en la Fiscalía, y no se dedica a ganar la guerra a los bandidos, sino a construir cárceles y viviendas de interés social y a aumentar los sueldos de los jueces huelguistas.
 
La política internacional, suponiendo generosamente que la haya, no puede ser más deplorable en sus efectos. Perdimos el tratado de libre comercio con los Estados Unidos (de mano nos ganaron Centroamérica y el Perú), y no fuimos capaces de conseguir solidaridad en el vecindario en nuestra lucha contra el terrorismo. Tenemos el arma prodigiosa de los computadores de Raúl Reyes, pero la hemos inutilizado con entregas parciales favorables a quienes resultan condenados por esas evidencias criminales.
 
El presidente de Colombia, Álvaro Uribe.Si hubiéramos licitado el mal manejo de ese patrimonio político, nadie hubiera ofrecido mayor eficacia. En punto a ese desgobierno, las visitas del presidente Uribe a Chile, para sumarse a la causa del boliviano Evo Morales y del venezolano Hugo Chávez, y la del ministro de Defensa a Rusia, cuando esa potencia se niega a salir de Georgia y su flota marina, con el Pedro I el Grande a la cabeza, surca las aguas del Atlántico para desafiar a nuestro amigo del Norte, son un buen ejemplo de cómo no hacer diplomacia.
 
En materia política todo es confusión, caos. El Gobierno logró destruir sus propias mayorías en el Parlamento y quedar en manos de enemigos claros y amigos dudosos. A la hora de la verdad, éstos son los peores. Ya nadie sabe si en la Cámara darán trámite al referendo, ni si éste tendrá lugar en 2010, en 2014 o nunca.
 
Mientras tanto, el Poder Judicial sigue obrando como el gran bastión de la oposición. Pero cuando teníamos por cierto que en la Corte estaba lo peor, los jueces saltan a la palestra y decretan un paro inconstitucional e ilegal, ante el que se arrodilla el Gobierno, que negocia, ofrece, promete, jura... y sólo consigue el desdén del victorioso.
 
No andan solos los jueces. Se les suman los cortadores de caña, que tienen cerrados los ingenios y al país importando azúcar. Y otra vez el presidente pasa sobre los ministros para entregarse mejor.
 
El que quiera presidente a bordo, que tome las vías de hecho. La mesa está servida para los audaces, en esta Colombia que se descuaderna.
 
 
© AIPE
 
FERNANDO LONDOÑO HOYOS, abogado y economista colombiano, fue ministro de Interior y Justicia en su país.
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