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VENEZUELA

Chávez y el terror

Los regímenes totalitarios, comunistas, fascistas o militaristas latinoamericanos, se apoyan en el temor y el terror, igual que el neoimperialista Hugo Chávez. He de decir que a mí no me sorprende Chávez: ya sabía de él en 1992, cuando por primera vez intentó destruir nuestra democracia con las armas; y, por supuesto, en 1998, cuando alcanzó la presidencia gracias al voto irracional de los ricos, la clase media, los profesionales y los pobres. Sabía de él gracias a la lectura. Por desgracia, no es nuestro pueblo cultor de ésta.

Los regímenes totalitarios, comunistas, fascistas o militaristas latinoamericanos, se apoyan en el temor y el terror, igual que el neoimperialista Hugo Chávez. He de decir que a mí no me sorprende Chávez: ya sabía de él en 1992, cuando por primera vez intentó destruir nuestra democracia con las armas; y, por supuesto, en 1998, cuando alcanzó la presidencia gracias al voto irracional de los ricos, la clase media, los profesionales y los pobres. Sabía de él gracias a la lectura. Por desgracia, no es nuestro pueblo cultor de ésta.
Hugo Chávez.
Chávez, que no se caracteriza por su solidez conceptual comunista, tampoco es original en su "socialismo del siglo XXI", un vulgar comunismo castrista (calificativo que le avergüenza: por eso lo oculta). Aunque se atribuye su autoría, fue un profesor universitario ruso, Alexander Vladimirovich Buzgalin, quien, en la década pasada, y soñando aún con la madrecita Rusia de la Unión Soviética, publicó un folleto que llamó, precisamente, El socialismo del siglo XXI.
 
El teniente coronel presidente pretende que los venezolanos caigamos en picada y nos hundamos en ese marxismo-leninismo que llama bolivariano, a pesar de que Bolívar no cayó en la celada (incluso fue objeto de hirientes calificativos por parte de Marx); que nos convirtamos en la Cuba de Castro: cuando éste tomó el poder, la Isla era el tercer país más próspero de América Latina, sólo por detrás de Argentina y Uruguay; ahora es uno de los tres más pobres de la región.
 
Chávez ha conseguido que su incondicional Asamblea Legislativa renuncie a la soberanía popular y le apruebe una ley habilitante, que se prolongará por 18 meses, para que desarrolle once cuestiones que tienen que ver con las condiciones de vida de los venezolanos.
 
En 1933 Adolfo Hitler destruyó ''legal y constitucionalmente'' la democracia alemana bajo otra especie de norma habilitante: la Ley para la Protección del Pueblo y el Estado, que le permitió gobernar sin ninguna restricción parlamentaria. Una vez más, queda demostrado que apenas una sutil línea separa el marxismo-leninismo del nazismo y el fascismo.
 
Los asambleístas venezolanos, todos oficialistas –como en Cuba–, rindieron al todopoderoso su deber y obligación para con los electores. Ya no es todo el poder para los sóviets; ahora es todo el poder para Chávez.
 
A Chávez le costó ocho años lo que Hitler hizo de inmediato; sin embargo, aún recordamos su grotesca juramentación, cuando en 1999, y ante la presencia del presidente saliente, Rafael Caldera, se negó a colocar la mano sobre la Constitución vigente, a la que calificó de ''moribunda''. Daba pena ver cómo el doctor Caldera toleraba aquella irreverencia: debió abandonar ipso facto el recinto.
 
Para colmo de males, Chávez descansa en los petrodólares y tiene enfrente a una dirigencia opositora panglossiana que ha subestimado a este hombre sin escrúpulos, sediento de poder y que se piensa mesiánico. Chávez seguirá adelante bajo la apariencia de una supuesta democracia; pero, como totalitario, utiliza las armas del miedo y del terror para amedrentar.
 
El venezolano, en su inmensa mayoría, es demócrata y paciente. Al igual que en el pasado, usará las armas de la democracia, lentas y no violentas, pero recuperará la moral y la legalidad. Chávez tendrá que dar aún muchos hachazos para derribar este árbol llamado Venezuela.
 
 
© AIPE
 
SAÚL PEREZ LOZANO, coordinador general editorial del Bloque Dearmas.
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