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RELACIONES CON MARRUECOS

Ceuta y Melilla, condición sine qua non de buena voluntad

La visita del presidente Rodríguez a Ceuta y Melilla plantea, una vez más, el problema de nuestras relaciones con Marruecos. ¿Cuál es la situación actual? ¿Qué quiere el Gobierno socialista? ¿Qué interesa a España?

La visita del presidente Rodríguez a Ceuta y Melilla plantea, una vez más, el problema de nuestras relaciones con Marruecos. ¿Cuál es la situación actual? ¿Qué quiere el Gobierno socialista? ¿Qué interesa a España?
Vista aérea de Melilla (imagen tomada de http://kelaya.net).
I. La situación actual: dos gobiernos que no respetan la integridad territorial española
 
Por tercera vez, un presidente del Gobierno español se dispone a visitar las ciudades españolas de Ceuta y Melilla (Adolfo Suárez y José María Aznar –aunque viajara como presidente del PP, en ese momento era y no podía dejar de ser presidente del Gobierno–precedieron a Rodríguez). Ambas ciudades son un testimonio de la Historia de España. Ahora que se cuestiona el carácter nacional de España y su misma historia, conviene recordar algunos datos básicos.
 
La vinculación jurídica del norte de África a España existe desde hace dos mil años, cuando el emperador romano Otón, en el 69 d. C., agregó la provincia de Mauritania Tingitana (lo que hoy es el norte de Marruecos) a la provincia Baetica. Posteriormente, con el emperador Diocleciano (284-305), España tuvo, por primera vez, una consideración jurídica unitaria. Los romanos crearon la diocesis de Hispania, que comprendía varias provinciae, entre ellas la Mauritania Tingitana. El territorio en que se encuentran Ceuta y Melilla está desde entonces jurídicamente ligado a Hispania como unidad.
 
Después del hundimiento del Imperio Romano de Occidente, el de Oriente (Bizancio) ocupó la Mauritania Tingitana y diversos territorios peninsulares de la costa mediterránea. La monarquía hispano-visigoda luchó para recuperar las tierras que conformaban la antigua diocesis de Hispania. Y, efectivamente, cuando los musulmanes se dispusieron a ocupar la Península Ibérica contaron con el apoyo del conde hispano-visigodo de Ceuta, Don Julián, el traidor.
 
Tras la invasión agarena, los reinos que reivindicaban la recuperación de la Hispania goda consideraron que entre las tierras que había que recuperar se encontraban, naturalmente, las del norte de África, las de la provincia Tingitana. Así, Ceuta y Melilla también fueron reconquistadas
 
Zapatero.Aclarado lo anterior, conviene examinar el presente. Y si por presente entendemos el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero constatamos que Marruecos ha violado la integridad territorial española en el norte de África en dos ocasiones en apenas dos años. Muy pocos meses después de llegar el presidente Rodríguez al poder, a finales de julio de 2004, Marruecos realizó concesiones petrolíferas en aguas de soberanía y jurisdicción españolas, en la costa de Melilla. El Gobierno, a día de hoy, por increíble que parezca, no ha formulado la oportuna protesta.
 
Algo más de un año después, con ocasión de la "crisis de los emigrantes", cuando el Ejecutivo español se dispuso a hacer obras de refuerzo en la valla de la frontera hispano-marroquí de Melilla, se encontró con que una parte del territorio español que estaba más allá de la valla (porque ésta no se encuentra exactamente sobre el perímetro fronterizo) había sido ocupada por Marruecos, impidiendo así, en territorio español, la construcción de una nueva valla. El Gobierno de Rodríguez Zapatero tampoco ha protestado. Es más, en la última reunión del Consejo de Asociación Unión Europea-Marruecos el Gobierno "amigo" del sur intentó calificar, en el comunicado oficial final, como "ciudades ocupadas" a Ceuta y Melilla, sin que el Ejecutivo español reaccionara (en el mismo comunicado en el que, por cierto, Moratinos intentó evitar que se aludiera a la "autodeterminación" del Sáhara Occidental).
 
Con estos antecedentes, poco puede extrañar la conducta del Gobierno en relación con la propuesta de estatuto soberanista para Cataluña. Estos son los hechos que desmienten las aseveraciones de algún comentarista próximo al Gobierno, y esposo de alguna visitante asidua al paraíso marroquí.
 
II. ¿Qué quiere el Gobierno socialista?
 
En este contexto, la pregunta es: ¿qué pretende el Gobierno socialista con esta visita a Ceuta y Melilla? Hasta ahora, lo repito, no ha efectuado protesta oficial alguna por los dos actos hostiles marroquíes contra nuestra integridad territorial que he referido anteriormente. La pregunta, por tanto, es si la visita es una operación puramente de imagen o si tiene un contenido concreto.
 
Bahía de Ceuta (imagen tomada de http://cmcamara.iespana.es.A mi juicio, mientras no haya una proclamación clara de nuestra soberanía sobre estos territorios y una protesta frente a las invasiones marroquíes, hay que decir que la visita carece de contenido político.
 
Económicamente, habrá que ver si el Gobierno quiere impulsar Ceuta y Melilla como focos de desarrollo económico del norte de África. La "prueba del nueve" sería la construcción de un aeropuerto en Ceuta y la mejora del puerto de Melilla. Mientras no veamos esas medidas cabrá dudar también de que la visita vaya a tener un contenido económico. Si todo lo anterior es cierto, cabría sólo una hipótesis: es una operación de imagen.
 
¿Por qué una operación de imagen en Ceuta y Melilla? Para gran sorpresa de algunos asesores del presidente Rodríguez, públicamente partidarios de rendir Ceuta y Melilla a Marruecos (como Máximo Cajal), la crisis de las vallas demostró que el pueblo español valora grandemente su integridad territorial. Con esta visita, el presidente Rodríguez intenta paliar los efectos de su postura de sumisión a Marruecos en aquel momento. Recordemos que, cuando Marruecos mató a varios emigrantes, el presidente del Gobierno español se negó a imputar a Rabat esas muertes (algo hoy en día demostrado), llegando a sembrar la duda de que habían sido obra nada menos que de la Guardia Civil.
 
Pero el efecto de imagen es doble. He aludido antes a Cataluña. Y, en efecto, cuando se asienta la convicción de que el Gobierno de Rodríguez está liquidando la soberanía nacional española dando alas a un estatuto "de nación" para Cataluña, la visita a Ceuta y Melilla trataría de dar una imagen "españolista" del presidente Rodríguez, que haga menos evidente la operación de destrucción de la Constitución de la Nación española.
 
III. ¿Qué interesa a España?
 
En un reciente artículo, de lectura obligatoria, el embajador Fernando Arias-Salgado ha recordado el artículo 1 del tratado de buena vecindad, amistad y cooperación con Marruecos. Ese artículo dice que la amistad se funda, como no puede ser de otra manera, en el respeto a la "integridad territorial" de los respectivos estados. Y, en efecto, ese es nuestro primordial interés. La seguridad. La seguridad de nuestras fronteras. Sin seguridad es inútil hablar de colaboración económica o cultural. Porque sin seguridad el conflicto, tarde o temprano, surgirá. La única manera de evitar el conflicto es que nuestro Gobierno exija de Marruecos un compromiso, público e inequívoco, de respetar la intangibilidad de las fronteras. Por eso mismo no es cierto que, como en algún momento se llegó a decir en los despachos de algún ministerio español, "Ceuta y Melilla se defienden en Rabat".
 
No, eso es una verdad sólo a medias. Ceuta y Melilla son parte de un asunto más amplio. El respeto a las fronteras en el norte de África. Y esas fronteras, históricamente, han conocido una amenaza: el proyecto nacionalista marroquí del "Gran Marruecos". La invasión del Sáhara Occidental ha sido, precisamente, un capítulo de ese proyecto. Por eso, el respeto a las fronteras en el Sáhara Occidental es también el respeto a las fronteras españolas. Por eso, "Ceuta y Melilla se defienden en el Sáhara Occidental". Y por eso la política de Rodríguez Zapatero de entregar el Sáhara a Marruecos debiera preocuparnos. No sólo por lo que les ocurra a los saharauis, sino por lo que nos pueda ocurrir a nosotros después.
 
 
Carlos Ruiz Miguel, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela.

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