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ESTADOS UNIDOS

Bush el Regulador

La izquierda está tan convencida de que George W. Bush es el presidente más conservador de la historia de Estados Unidos que no detecta sus violaciones de la ortodoxia conservadora, bien documentadas en el nuevo libro de Michael Tanner: Leviathan on the Right.

La izquierda está tan convencida de que George W. Bush es el presidente más conservador de la historia de Estados Unidos que no detecta sus violaciones de la ortodoxia conservadora, bien documentadas en el nuevo libro de Michael Tanner: Leviathan on the Right.
George W. Bush.
Veamos, por ejemplo, su enfoque sobre las regulaciones. Frente a lo que mucha gente cree, Bush es uno de los presidentes que más regulaciones ha impuesto, mucho más que el demócrata Bill Clinton, que, en muchos sentidos, fue un mejor amigo del libre mercado que aquél.
 
Bush comenzó bien. Puso al frente de las regulaciones de la Oficina de Administración del Presupuesto a John D. Graham, y a Tim Muris en la Comisión Federal de Comercio. Ambos respaldaban el libre comercio y comprendían la importancia de analizar el factor costes/beneficio de las políticas reguladoras. Asimismo, Bush rechazó el Protocolo de Kioto y bloqueó las regulaciones de última hora del Gabinete Clinton. Por desgracia, la Casa Blanca consintió luego, sigilosamente, que se aplicaran todas y cada una de esas mismas regulaciones.  Susan Dudley, economista de la Universidad George Mason, ha dicho: "Parece que la política venció sobre los principios".
 
En 2002, un año después de la llegada de Bush al poder, ya se advertía esa tendencia a transigir. En un informe gubernamental se apoyaba la idea de que la actividad humana era la causa principal del calentamiento global, y se anunció una mayor agresividad en la imposición de regulaciones. Graham declaró: "No hay alergia a las regulaciones", y las justificó por "los conocidos límites del capitalismo".
 
Cuando estalló el escándalo Enron, Bush dio la espalda a los fundamentos del libre mercado apoyando, con la ley Sarbanes-Oxley, el mayor aumento de regulaciones registrado en décadas. Si esa ley hubiera existido antes no se hubiera evitado lo sucedido en Enron, pero fue rápidamente promulgada con el objetivo de dar la impresión de que se estaban tomando las medidas necesarias.
 
Los expertos en mercados de valores predijeron que la Sarbanes-Oxley no lograría más que imponer un inmenso costo en papeleo y trámites a las empresas que cotizan en bolsa, sin proteger para nada a los inversionistas. Predijeron que muchas empresas se retirarían de la bolsa, o preferirían buscar fondos en Londres y otros lugares antes que en Nueva York. Pues bien, eso es lo que ha estado sucediendo, hasta el punto de que el senador demócrata por Nueva York Charles Schumer dice ahora que hay que reformar la ley para reducir el alto coste que implica el cumplir con sus disposiciones.
 
Para el año 2003, la Oficina de Administración y Presupuesto ya estaba aligerando los requisitos sobre evidencias de fallas del mercado antes de imponer nuevas regulaciones. En un artículo publicado en la revista Regulation, del Cato Institute, Susan Dudley denunció que la nueva política era "inconsistente" con una filosofía de defensa del mercado y el gobierno limitado.
 
Según un informe de la Agencia Federal para el Desarrollo de la Pequeña Empresa publicado en 2004, la carga de las regulaciones gubernamentales sobre la economía ascendía a 1,1 billones de dólares, o sea, a 10.172 dólares por cada familia norteamericana. Por su parte, el Competitive Enterprise Institute asegura que la arremetida reguladora prosigue en 2006, con muchas nuevas regulaciones sometidas a consideración.
 
Los temores sobre el calentamiento global pueden disparar la misma histeria en el Congreso que produjo la ley Sabarnes-Oxley, razón por la cual es urgente reexaminar la política reguladora del Gobierno. Tenemos que asegurarnos de que el poder controlador se utilice solamente como último recurso, y de que las regulaciones estén bien diseñadas para que sean eficientes. Lo ideal sería que las regulaciones fueran abolidas cuando dejen de ser necesarias, y reemplazadas por otras nuevas cuando sea preciso.
 
Aunque tarde, Bush parece estar haciendo algo al respecto: ha propuesto a Susan Dudley para que se encargue de las regulaciones en la Oficina de Administración y Presupuesto; asimismo, ha dado el visto bueno a un mecanismo que mejorará la supervisión de las regulaciones: el punto clave es que sólo se impondrán nuevas regulaciones cuando haya evidencia de que se ha detectado un fallo del mercado.
 
Aunque los demócratas ya se están quejando, deben recordar que Jimmy Carter eliminó las regulaciones a las líneas aéreas y al transporte de carga terrestre, lo que supuso un ahorro anual al consumidor de miles de millones. Puede que el próximo presidente demócrata encuentre en estas medidas una gran ayuda cuando deba vérselas con el problema de las regulaciones.
 
 
© AIPE
 
BRUCE BARTLETT, economista y comentarista político.
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