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EEUU

América no nos cayó del cielo

Un día, mi asistente de investigación y su marido nos llevaron, a mi esposa y a mí, a cenar a un restaurante chino. A pesar de que mi ayudante nació y se crió en China, me sorprendió oírla hablar ese otro idioma; y es que yo siempre le había oído hablar en inglés.

Un día, mi asistente de investigación y su marido nos llevaron, a mi esposa y a mí, a cenar a un restaurante chino. A pesar de que mi ayudante nació y se crió en China, me sorprendió oírla hablar ese otro idioma; y es que yo siempre le había oído hablar en inglés.
Todo el mundo tiende a dar por sentado lo habitual, aquello a lo que se está acostumbrado, y a considerarlo algo natural o automático. De la misma manera, nos suele sorprender sobremanera lo inusual, lo raro, lo extraño.
           
Son legión los estadounidenses que dan por sentado su país y se quedan boquiabiertos a las primeras de cambio con lo que dicen o hacen las gentes de otros lugares. Esto es especialmente cierto entre nuestra intelligentsia, y peligrosamente cierto entre esos jueces del Tribunal Supremo que gustan de citar leyes extranjeras cuando toman decisiones que afectan a nuestro ordenamiento jurídico.
 
Pues bien: no hay nada de automático o natural en nuestro estilo de vida. Se trata de un sistema inusual en el concierto de las naciones, y más difícil de encontrar en la Historia que un trébol de cuatro hojas en una playa. No nos ha caído del cielo. Quienes lo concibieron y quienes les sucedieron pagaron un elevado precio, en sangre y dinero, por crear y preservar esta nación que ahora damos por sentada.
 
La supervivencia de este país no está garantizada, ni mucho menos. Depende de lo que hagamos o dejemos de hacer. Son muchos los norteamericanos que no sólo pasan del asunto, sino que se dedican a demoler todo aquello que hizo posible la creación de los Estados Unidos de América. Nuestra divisa nacional: E pluribus unum (de muchos, uno), ha sido puesta boca abajo, y los profesores, los activistas y los políticos andan empeñados en dividir a la población en bloques raciales, sociales, lingüísticos e ideológicos.
 
Hay gente que apuesta por el "cambio", así, en plan genérico; gente que no se para a pensar un solo segundo si el cambio puede ser para mal, aun cuando vivamos en un mundo en el que la mayoría de las naciones que no son como la nuestra estén en una situación bastante peor.
           
La mayor parte del planeta está peor que nosotros económicamente hablando; y mucho peor si de lo que se trata es de hablar de despotismo, corrupción y derramamientos de sangre.
 
La historia está llena de naciones, incluso civilizaciones, que han caído desde las más altas cimas hasta las simas de la miseria y la desintegración. El Imperio Romano es el ejemplo clásico, pero el mismo destino corrieron las grandes dinastías chinas y la Sublime Puerta, por no citar más casos.
 
Estos ejemplos no nos hablan de cambios "políticos", o no sólo: nos hablan de catástrofes históricas que mermaron a pueblos enteros durante siglos. Se calcula que los europeos tardaron mil años a disfrutar de unos niveles de vida semejantes a los registrados en la época romana; de ahí que a la Edad Media se la haya llamado también "los Tiempos Oscuros".
           
Hoy, una cantidad formidable de personas se pasa la vida denunciando y denigrando, en una especie de éxtasis, a la sociedad norteamericana. Esta clase de gente ejerce una enorme influencia a través de los medios, el sistema educativo y el mundo del activismo. Nada ilustra mejor el alcance de su capacidad de manipulación de la realidad como la manera en que explotan la cuestión de la esclavitud para censurar a la sociedad estadounidense.
 
La esclavitud fue un cáncer, desde luego; por cierto, hablando del cáncer: ¿alguien ha pensado alguna vez considerarlo un mal propio de los Estados Unidos? El cáncer es una enfermedad de alcance mundial. Igual que lo fue la esclavitud...
 
Ha habido esclavistas –y esclavos– de toda etnia, color y credo. Fueron muchos más los europeos esclavizados y trasladados al norte de África por los piratas que surcaban las costas de Berbería que los africanos esclavizados en sus propias tierras y trasladadados a las colonias norteamericanas y, después, a los EEUU. Sin embargo, en nuestras escuelas y universidades, en nuestros medios, en nuestros Parlamentos, la esclavitud se presenta siempre como si se tratara de un asunto propio de los americanos, blancos y negros.
 
En este punto, lo único que tiene de peculiar EEUU es que fue el primer país en someter a asedio la esclavitud; de hecho, fue atacada desde el mismo momento en que se fundó la nación. Y lo que tiene de peculiar la civilización occidental es que fue la primera en abolir la esclavitud, no sólo en su seno, también en otros lugares.
 
La realidad ha sido manipulada y pervertida para que un puñado de personas puedan sentirse a gusto u obtener prominencia y poder. Da igual lo que ganen con ello: el caso es que nosotros llevamos todas las de perder.
 
 
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